"Si les describiera un país donde el Gobierno maniobra para
despedir a periodistas incómodos, impone tertulianos en programas de
radio y televisión y presiona a los directivos de medios de comunicación
para evitar las críticas, pensarían que hablo de una república
bananera. Ocurre en España.
El mismo país donde el reparto de las nuevas licencias de televisión
se hace a pocas semanas de las elecciones generales, en un intento de
condicionar la línea editorial de las cadenas.
El mismo, también, donde
televisiones públicas pagadas por todos se utilizan como gabinetes de
prensa particulares, al servicio de gobiernos que se quejan de que no
les llega para educación o sanidad, pero no tienen problema en derrochar
en propaganda.
Los cuatro últimos años han supuesto un grave deterioro de la
libertad de los medios de comunicación en España y no sólo en Cataluña,
el caso más bochornoso. El Gobierno de Mariano Rajoy ha demostrado no
comprender la relación entre prensa y poder en democracia.
En sus
primeros tres años de legislatura, cuando impuso las medidas económicas
más duras, las que más explicaciones exigían, eligió el apagón
informativo, las ruedas de prensa detrás del plasma –sin preguntas– y
una presión intolerable para condicionar a los medios. (...)" (David Jíménez, El Mundo, 29/11/15)
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