"Ampollas levantadas y sangre por el
artículo sobre la escasa solvencia y pérdida de independencia editorial
de la prensa española que The New York Times publicó el
pasado 5 de noviembre. El diario más afectado por esas críticas, El
País, ha decidido romper sus largas relaciones con el medio neoyorquino.
“El País no ha publicado este jueves el suplemento de 12 páginas con
artículos de The New York Times que venía difundiendo todas las semanas
desde mayo de 2004.” Así, lo señala el digital infolibre.es
quien asegura que según le han confirmado “fuentes oficiales de Prisa,
no se volverá a publicar porque la colaboración entre ambos se ha
cancelado de forma “definitiva”.”
Indignado, señala El País que el artículo que dio origen al conflicto
“apareció en la portada de la edición norteamericana en papel el
viernes 6 de noviembre, fue traducido al español y publicado en la
sección América de The New York Times cuatro días después, este martes
10 de noviembre, así como difundido a través de las redes sociales”.
El diario estadounidense informó de la
“tormenta perfecta” que ha sufrido en España la industria de la
información, acosada por grandes deudas que han provocado una rápida
reestructuración financiera que ha llevado a la pérdida de su puesto de
trabajo a 11.000 periodistas en siete años y a la pérdida de libertad de
los editores para decidir qué noticias ofrecer o cómo, favoreciendo a
las entidades a las que deben enormes cantidades de dinero. También citó
el informe crítico sobre la situación de la libertad de información en
España de International Press Institute, publicado esa misma semana.
Postdigital analizó el artículo de Raphael Minder
el pasado 6 de noviembre remarcando cómo el periódico estadounidense
“destripa la libertad de prensa española, sometida por el Gobierno y los
bancos”: New York Times también disecciona al diario El País,
recogiendo las denuncias de los periodistas del periódico español sobre
la eliminación o modificación de artículos en su web, como los que
hacían referencia a Qatar en un momento en el que el grupo Prisa
negociaba con una empresa qatarí para que invirtiera en su grupo
empresarial.
O también artículos críticos con Telefónica, incluida en el grupo Prisa, que fueron alterados en la publicación del diario, motivo por el cual dos periodistas de su redacción decidieron dimitir recientemente.
O también artículos críticos con Telefónica, incluida en el grupo Prisa, que fueron alterados en la publicación del diario, motivo por el cual dos periodistas de su redacción decidieron dimitir recientemente.
El artículo pudo ser el detonante del despido del veterano periodista Miguel Ángel Aguilar, que en ese reportaje se mostró crítico con los principales diarios españoles. Estas fueron algunas de sus sinceras reflexiones en el artículo crítico: “los periódicos están en manos de los acreedores y también en las de un gobierno que ha ayudado a convencer a esos acreedores de que los rotativos deben conservarse vivos aunque sigan asfixiados debido a sus deudas […]
Esta es una situación de dependencia que ha hecho un daño terrible a la credibilidad de los medios de comunicación en este país”. Con tono melancólico, Aguilar añadió que “trabajar en El País era el sueño de cualquier periodista español […] ahora hay gente tan exasperada que se está yendo, a veces incluso con la sensación de que la situación ha alcanzado niveles de censura”.
El reputado periodista, que tenía una columna semanal en El País desde el año 1994, fue despedido fulminantemente el pasado martes: “le llamó José Manuel Calvo, el jefe de opinión, y le dijo que para liberarle de la presión que denunciaba en el artículo de The New York Times quedaba suspendida su columna”.
El NYT también recogió críticas de Juan Pedro Velázquez-Gaztelu,
que dejó El País hace dos años y ahora es el jefe de la oficina de
Madrid de Alternativas Económicas: “creo que no existe un momento peor
para la libertad de expresión en España desde la muerte de Franco”.
El resentimiento de El País hacia el
periódico norteamericano no se queda ahí. A la cancelación del
suplemento hay que sumar un par de noticias que estos días pretenden
devolver infructuosamente la bofetada; Los editores responden a las acusaciones de ‘The New York Times’ [1] y Crisis en `The New York Times´. Los problemas económicos limitan la expansión de ‘The New York Times’ [2].
En el primer texto, AEDE califica como
“caricatura de la realidad informativa española” la crítica del NYT que
no “describe la realidad” de la prensa. Añade que el reportaje es
“desafortunado” y está lleno de “convencionalismos sin contrastar”,
algo “particularmente sorprendente en un medio de tanto prestigio”, pero
no cita en ningún momento el informe sobre la situación de la libertad
de información en España del International Press Institute, en el que se
basa en buena medida el artículo del NYT.
Concluye la Asociación de Editores de
Diarios Españoles: “la libertad de prensa goza de muy buena salud y lo
demuestran los más de 17 millones de lectores fieles que eligen la
prensa como el mejor medio para informarse”, pero omite la evolución de
los últimos años, y que desde el comienzo de la crisis los diarios impresos han visto reducidas sus ventas en más de un 30% y su difusión en casi un 40%.
Es más, El País ha perdido unos 800.000 lectores desde 2008 según informó el portal especializado prnoticias en abril de este año. Esa situación podrá definirse con muchas expresiones, pero nunca con la cínica “muy buena salud” empleada por la AEDE.
Es más, El País ha perdido unos 800.000 lectores desde 2008 según informó el portal especializado prnoticias en abril de este año. Esa situación podrá definirse con muchas expresiones, pero nunca con la cínica “muy buena salud” empleada por la AEDE.
La otra noticia -o pataleta de niño mimado- se publica justo tras la
ruptura de la relación entre ambos rotativos, y recoge trapos sucios
como el despido de 300 periodistas desde 2008, las pérdidas de 1,5
millones de dólares el pasado año, y la deuda total de 430 millones.
Concluye su pataleta relatando el desembarco del magnate mexicano Carlos Slim, propietario de algo más del 12% de las acciones, una “vinculación ha suscitado dudas sobre la dificultad para The New York Times de mantener su línea editorial independiente con un accionista de tanta influencia en el país en el que va a tener una nueva edición”.
La paja en el ojo ajeno, y eso que el periódico estadounidense ni siquiera hizo referencia en su reportaje a detalles tan feos como que seis entidades financieras, una inmobiliaria, Telefónica y Rucandio son propietarias del 52,9% de las acciones del grupo PRISA, o a los 129 periodistas despedidos de El País vía mail en 2012.
Concluye su pataleta relatando el desembarco del magnate mexicano Carlos Slim, propietario de algo más del 12% de las acciones, una “vinculación ha suscitado dudas sobre la dificultad para The New York Times de mantener su línea editorial independiente con un accionista de tanta influencia en el país en el que va a tener una nueva edición”.
La paja en el ojo ajeno, y eso que el periódico estadounidense ni siquiera hizo referencia en su reportaje a detalles tan feos como que seis entidades financieras, una inmobiliaria, Telefónica y Rucandio son propietarias del 52,9% de las acciones del grupo PRISA, o a los 129 periodistas despedidos de El País vía mail en 2012.
[1]http://politica.elpais.com/politica/2015/11/12/actualidad/1447357988_299143.html[2]http://economia.elpais.com/economia/2015/11/12/actualidad/1447283141_805260.html
"Hace unos días, uno de los diarios más
conocidos hoy en el mundo, el New York Times, publicó un artículo
señalando la falta de libertad de prensa en España debido a la
influencia que los poderes financieros (la banca) y los gobiernos (y muy
en especial del gobierno central –aunque podría haber incluido los
gobiernos autonómicos como el madrileño y el catalán) tenían sobre los
mayores rotativos españoles.
Y, como era de esperar, la Asociación de
Editores de Diarios Españoles (AEDE) inmediatamente respondió indicando
que el New York Times estaba guiado por prejuicios que le habían llevado
a conclusiones en su reportaje sobre la prensa en España que eran
claramente erróneas y carentes de objetividad y rigor, acentuando que la
prensa en España “se caracteriza por la pluralidad mediática, (…) como
resultado del claro compromiso de los medios de información españoles
con la libertad de prensa en España”.
Hace también unas semanas que el
programa “Salvados”, de la Sexta, hizo referencia a una encuesta europea
sobre la credibilidad de los medios de información en varios países
europeos que mostraba que la población española era una de las que creía
menos en la información recibida a través de los mayores rotativos en
España, hecho que los dirigentes de dos de estos rotativos (El Mundo y
La Razón), entrevistados en el programa, atribuyeron a que el público
español era más exigente que el de los otros países europeos, rechazando
que esta amplia percepción de falta de credibilidad respondiera a la
falta de objetividad y rigor de los medios.
El New York Times y la población española llevan razón
La evidencia es abrumadora de que el New
York Times y la percepción popular sobre los grandes medios de
información llevan razón. En realidad, el New York Times se quedó corto,
pues incluso podría haber aportado más evidencias de cómo los gobiernos
compran la complicidad de los medios (tanto públicos como privados) a
base, en el caso de estos últimos, de subvenciones públicas.
Un ejemplo
claro de ello son las subvenciones que el gobierno de sensibilidad
liberal de la Generalitat de Catalunya da a los mayores rotativos que se
publican en esta comunidad autónoma, cantidades más que respetables,
que aumentan según la docilidad de tales rotativos hacia el gobierno.
Según la revista El Triangle, el Departamento de la Presidencia de la
Generalitat ha dado 810.719 euros a La Vanguardia, 463.987 euros a El
Periódico, 457.496 euros a El Punt Avui, 205.484 a Nación Digital,
136.998 a Vilaweb, y un largo etcétera, cantidades que el público tiene
dificultades para conocer, a pesar de que son fondos públicos.
Esta compra de la complicidad de los
medios explica el silencio ensordecedor de la prensa en Catalunya hacia
los numerosos casos de corrupción de los partidos gobernantes, uno de
tendencia neoliberal (CDC) y el otro cristianodemócrata (UDC),
recientemente investigados (¡por fin!) en una comisión del Parlament de
Catalunya.
Dicha comisión analizó la corrupción del clan Pujol, dirigido
por el ex Presidente Pujol de la Generalitat de Catalunya, fundador del
partido liberal CDC y dirigente de la hasta hace poco coalición
gobernante de Catalunya, CiU, que la ha gobernado durante la mayor parte
del periodo democrático, como si fuera su finca particular, comprando
silencios y alianzas a base de un Estado clientelar en el que la
complicidad de los medios (incluyendo los públicos radiotelevisivos
–como TV3 y Catalunya Ràdio-, y los privados) era esencial para la
reproducción de su poder.
El que fue director de La Vanguardia, el Sr.
Lluís Foix, ha reconocido que esta práctica era (y continúa siendo)
masiva durante el gobierno Pujol, que controlaba así los medios de
información y persuasión (El Triangle, 08.10.14).
Sorprendentemente, la
comisión parlamentaria que analizó la corrupción en el clan Pujol no
analizó la complicidad de los grandes medios en Catalunya, manteniendo
silencio y ocultando la extendida corrupción existente no solo en tal
clan, sino en los partidos gobernantes CDC y UDC.
Un tanto igual ocurre con los medios televisivos
Y el New York Times también se quedó
corto, pues podría haber incluido los medios tanto públicos como
privados televisivos en donde la influencia de la banca y de los
partidos gobernantes es incluso más acentuada. La evidencia es también
abrumadora y contundente de que no hay en España ni libertad de prensa,
ni libertad de exposición mediática televisiva, ni pluralidad mediática.
En realidad, no es exagerado hablar de dictadura mediática en España,
pues la diversidad de los medios es limitadísima, con una carencia de
medios críticos y de sensibilidad de izquierdas. La enorme hostilidad,
sin excepciones, de los mayores medios hacia el nuevo partido
progresista Podemos y hacia IU, en contraste con la enorme promoción de
Ciudadanos, el instrumento del IBEX-35 (incluyendo de la banca), es un
indicador más de esta dictadura.
Pero otro ejemplo es que no hay ningún
rotativo en España que publicaría este artículo que está usted leyendo.
De ahí que tengo que pedirle al lector que lo distribuya extensamente.
En este sentido, creo que sería esencial que las fuerzas democráticas en
este país, como el movimiento 15-M, se movilizaran para denunciar a tal
dictadura mediática, por lo que naturalmente estos protestarían
presentando tales denuncias como “ataques a la libertad de prensa”, el
argumento que siempre esgrimen (como lo hacen en Latinoamérica) cuando
sus intereses económicos y financieros quedan afectados.
El mayor
obstáculo que existe en la democracia española, que es a su vez el mayor
indicador de su baja calidad democrática, es precisamente esta
dictadura mediática que incluso el New York Times ha señalado." (Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 19 de noviembre de 2015, en www.vnavarro.org, 19/11/15)
"(...) El
New York Times también arremete contra el Gobierno de Mariano Rajoy
como causante del deterioro de los medios en España, acusando al Partido
Popular de actuar agresivamente contra la crítica pública y de ejercer
opresión contra la libertad de prensa, apuntando directamente a la “Ley
Mordaza”, que impone severas multas contra las protestas ciudadanas y
penaliza la grabación en vídeo de las actuaciones policiales. (...)
Sin
embargo, según el diario, son las presiones menos evidentes las que han
incrementado la preocupación sobre la libertad de expresión en España.
“Muchos en el sector señalan que la formidable combinación del Gobierno y
de las presiones financieras han anulado su capacidad para cubrir
noticias en las que se da un conflicto de intereses con las grades
empresas y los políticos, en un momento en el que se multiplican los
escándalos financieros y políticos que han surgido a raíz de la crisis
de la deuda española”.
El artículo, escrito por el periodista Rapahel Minder, recoge los
testimonios de diversos profesionales de la información y ejemplos de
casos en los que esta manipulación se ha dado en los medios de prensa
españoles, destacando también el caso de RTVE y las denuncias de sus
propios trabajadores sobre el control del Gobierno en la programación de
los informativos del ente público, mencionando el cambio de ley
introducido por el Ejecutivo de Mariano Rajoy en 2012, “sin el
consentimiento del resto de partidos”, para designar a los directivos de
RTVE favorables al Partido Popular. (...)
Como ejemplos del control político y la censura en RTVE, el New York
Times incluye la ausencia de noticias sobre el conflicto de intereses
entre el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y los contratos
públicos a una empresa de su propiedad, o los múltiples casos de
corrupción por los que el ente ha pasado de puntillas.
En este sentido, el New York Times también disecciona al diario El
País, recogiendo las denuncias de los periodistas del periódico español
sobre la eliminación o modificación de artículos en su web, como los que
hacían referencia a Qatar en un momento en el que el grupo Prisa
negociaba con una empresa qatarí para que invirtiera en su grupo
empresarial. O también artículos críticos con Telefónica, incluida en el
grupo Prisa, que fueron alterados en la publicación del diario, motivo
por el cual dos periodistas de su redacción decidieron dimitir
recientemente. (...)" (Postdigital, 15/11/15)
"Sobre la imagen del periodismo español.
El “incidente” generado a partir del artículo del New York Times titulado “Spain’s news media are squeezed by Government and debt“ y la posterior reacción en tres fases de El País primero despidiendo fulminantemente a uno de sus más renombrados colaboradores, después publicando un artículo en modo pataleo (pdf) pretendiendo patéticamente desacreditar al New York Times, y finalmente forzando a la AEDE a publicar una nota de protesta (pdf) como “defendiendo el mancillado honor de sus miembros” me pilló fuera de España y pendiente de otros temas, pero no quería dejar de comentarla, al menos por lo que modestamente pueda aportar la opinión, la experiencia el pensamiento de un profesor que lleva muchos años estudiando la transición de los periódicos, y en particular de los españoles, desde el papel a la pantalla.
No, la situación no es la que pinta el New York Times. Es todavía peor. Estamos hablando, sin duda, del mayor deterioro de la calidad democrática en España en toda la historia de su democracia. Todas y cada una de las afirmaciones que se hacen en el artículo del New York Times son rigurosamente ciertas:
España es un país donde un gobierno completamente obsesionado con el control de la prensa se dedica, sin ningún tipo de problemas, a ajusticiar directores de medios, a relevarlos de sus funciones y sustituirlos en cuestión de pocas horas y sin resistencia alguna (impresionantes las declaraciones de Pablo Casado citadas en el artículo… “no veo ningún problema con la prensa en España”, dice… ¿es posible mayor y más sangrante nivel de hipocresía???), a llamar a consultas a los responsables de los medios para revisar puntualmente qué temas cubren y cómo los cubren, y a crear una interlocución permanente entre los directores y la vicepresidencia del gobierno para generar un clima de permanente control y de “aquí nada se mueve si no lo muevo yo”.
La situación es completamente asfixiante, y llevo tiempo escribiendo sobre ella. El gobierno no solo corta la cabeza a los tres directores de tres de los medios más importantes (La Vanguardia, El País y El Mundo) en un brevísimo lapso de tiempo y sin preocuparse lo más mínimo ni siquiera por la estética (en poco más de un mes, Marius Carol sustituye a José Antich en La Vanguardia, Pedro J. Ramírez es defenestrado de forma sumaria y se nombra a Casimiro García-Abadillo en El Mundo, y Antonio Caño sustituye a Javier Moreno en El País), sino que además, la cobertura de los escándalos de corrupción y de las noticias que motivaron su cese desaparece de manera inmediata con ellos.
Una vez cercenadas las cabezas de los directores díscolos, los medios afectados dejan de cubrir las noticias críticas con el gobierno que motivaron su cese, siguiendo una relación causal completamente imposible de negar.
A partir de esa situación, los medios entran en un escenario de compadreo constante con la vicepresidencia del gobierno: pasan a ser “llamados a consultas” de manera habitual, a recibir llamadas habituales impidiendo la difusión de determinadas noticias y solicitando la cobertura de otras, y se convierten en lo más alejado que pueda conocerse de una prensa libre.
Aquellos medios que por su línea editorial ya estaban próximos a la ideología gubernamental se ven favorecidos en la adjudicación de publicidad institucional, que también se usa como forma de remunerar los “favores” realizados por otros.
"Sobre la imagen del periodismo español.
El “incidente” generado a partir del artículo del New York Times titulado “Spain’s news media are squeezed by Government and debt“ y la posterior reacción en tres fases de El País primero despidiendo fulminantemente a uno de sus más renombrados colaboradores, después publicando un artículo en modo pataleo (pdf) pretendiendo patéticamente desacreditar al New York Times, y finalmente forzando a la AEDE a publicar una nota de protesta (pdf) como “defendiendo el mancillado honor de sus miembros” me pilló fuera de España y pendiente de otros temas, pero no quería dejar de comentarla, al menos por lo que modestamente pueda aportar la opinión, la experiencia el pensamiento de un profesor que lleva muchos años estudiando la transición de los periódicos, y en particular de los españoles, desde el papel a la pantalla.
No, la situación no es la que pinta el New York Times. Es todavía peor. Estamos hablando, sin duda, del mayor deterioro de la calidad democrática en España en toda la historia de su democracia. Todas y cada una de las afirmaciones que se hacen en el artículo del New York Times son rigurosamente ciertas:
España es un país donde un gobierno completamente obsesionado con el control de la prensa se dedica, sin ningún tipo de problemas, a ajusticiar directores de medios, a relevarlos de sus funciones y sustituirlos en cuestión de pocas horas y sin resistencia alguna (impresionantes las declaraciones de Pablo Casado citadas en el artículo… “no veo ningún problema con la prensa en España”, dice… ¿es posible mayor y más sangrante nivel de hipocresía???), a llamar a consultas a los responsables de los medios para revisar puntualmente qué temas cubren y cómo los cubren, y a crear una interlocución permanente entre los directores y la vicepresidencia del gobierno para generar un clima de permanente control y de “aquí nada se mueve si no lo muevo yo”.
La situación es completamente asfixiante, y llevo tiempo escribiendo sobre ella. El gobierno no solo corta la cabeza a los tres directores de tres de los medios más importantes (La Vanguardia, El País y El Mundo) en un brevísimo lapso de tiempo y sin preocuparse lo más mínimo ni siquiera por la estética (en poco más de un mes, Marius Carol sustituye a José Antich en La Vanguardia, Pedro J. Ramírez es defenestrado de forma sumaria y se nombra a Casimiro García-Abadillo en El Mundo, y Antonio Caño sustituye a Javier Moreno en El País), sino que además, la cobertura de los escándalos de corrupción y de las noticias que motivaron su cese desaparece de manera inmediata con ellos.
Una vez cercenadas las cabezas de los directores díscolos, los medios afectados dejan de cubrir las noticias críticas con el gobierno que motivaron su cese, siguiendo una relación causal completamente imposible de negar.
A partir de esa situación, los medios entran en un escenario de compadreo constante con la vicepresidencia del gobierno: pasan a ser “llamados a consultas” de manera habitual, a recibir llamadas habituales impidiendo la difusión de determinadas noticias y solicitando la cobertura de otras, y se convierten en lo más alejado que pueda conocerse de una prensa libre.
Aquellos medios que por su línea editorial ya estaban próximos a la ideología gubernamental se ven favorecidos en la adjudicación de publicidad institucional, que también se usa como forma de remunerar los “favores” realizados por otros.
En el entramado de relaciones mediáticas, podemos
ver casos tan patéticos como el de La Razón, un diario con una línea
editorial tan claramente marcada que parece directamente una gaceta de
partido, que
recibe amplísima cobertura y destacados en los informativos de las
televisiones pese a que su difusión y relevancia real es ínfima, por
debajo de muchos otros medios que no obtienen dicho privilegiado
posicionamiento. (...)
La situación, en realidad, proviene directamente de la personalidad de Mariano Rajoy, con quien tuve la oportunidad de hablar antes de que se convirtiese en presidente, y que se mostró en aquella conversación como una persona prácticamente obsesionada con lo que los medios decían de él y la cobertura que daban a sus acciones y declaraciones… pero que restringía claramente el concepto de “medios” a aquellos que estaban impresos en papel.
Una persona claramente desactualizada, que no habla idiomas ni utiliza jamás un ordenador, y que, consecuentemente, se informa únicamente a través de medios clásicos: prensa de papel, radio y televisión. Los medios online, además de estar completamente excluidos del reparto de una publicidad institucional utilizada claramente como “pago de favores”, deben ser ignorados y ninguneados a toda costa, privados de cualquier posible eco en los medios convencionales, o incluso amenazados con demandas o puestos bajo la atenta mirada de una ley mordaza destinada, entre otras cosas, a ponerlos bajo control tanto a ellos como a esas díscolas redes sociales que se empeñan en destacar lo que, según el gobierno, no debe ser destacado ni destacable.
Después está el asunto corporativo. Nunca, en ya bastantes años de colaboración con medios, he vivido tantas situaciones de censura de una columna como en los últimos años. Mi situación es, obviamente, privilegiada: no necesito escribir para vivir, escribo porque me gusta, a medios que generalmente han solicitado mi colaboración o, al menos de forma general, parecen valorarla.
Eso me permite escribir sin cortapisas, expresas mi opinión de maneras que, posiblemente, muchos no pueden plantearse, y soy consciente de que mis columnas, en ocasiones, pueden ser incómodas. Sin embargo, no había tenido habitualmente más que alguna situación de censura, meramente anecdótica, o incluso alguna en la que posiblemente yo mismo había sobrepasado la línea con un tono impropio.
Hasta que, durante los últimos años, me he ido empezando a encontrar más situaciones de este tipo, y lo que es peor, situaciones de censura combinadas con amenazas veladas de represalias – no hacia mí, sino hacia, por ejemplo, la empresa en la que trabajo – si reaccionaba a esa censura de la forma que me parecía apropiada, que era publicando la columna censurada en mi página con la información añadida de que había sido censurada. Y me consta, porque estoy en el mundo, leo y hablo con otras personas que se dedican a estos temas, que mi caso no es en absoluto aislado.
Es algo general. La influencia que determinadas empresas tienen ahora sobre algunos medios es ilimitada, infinita, y llega hasta los últimos detalles: esas empresas, generalmente con abultados presupuestos publicitarios, de las que no escuchamos hablar prácticamente nunca, que nunca son noticia, o que si llegan a serlo, son capaces de silenciar la cobertura para que las noticias pasen prácticamente de puntillas.
Lo que empezó siendo algo característico de tan solo dos o tres compañías, ahora se ha generalizado, y son muchas las que juegan a ese juego de la llamada, de la presión, o incluso de la velada amenaza. Preocupante. Muy preocupante.
Esa es la situación. Y no soy el único que lo dice. Si alguien quiere informarse de verdad de lo que ocurre en España, que no opte por medios con edición en papel: salvo escasísimas excepciones, son medios controlados, que no informarán de nada que le resulte incómodo al gobierno o a algunas empresas.
La AEDE, esa asociación que solo incluye determinados medios pero que rechaza a todos los demás con la excusa que les venga en gana en cada momento, es una asociación que ha conseguido el dudosísimo honor de sentarse a negociar con un gobierno para vender connivencia a cambio de que presionen a Google para que les pague. Así de alucinante, así de increíble… así de triste.
España es la única democracia con cierta madurez en la que Google News ha tenido que irse, porque una asociación de medios había forzado a un gobierno a arrinconar a Google hasta que no tuviese más opción que cerrarla, y que se había encontrado con un gobierno tan irresponsable como para poner semejante barbaridad encima de la mesa a cambio de una cobertura benigna.
Suena increíble, algo difícil de aceptar o de procesar en el caso de una democracia consolidada. Leída rápidamente, no parece que refleje la realidad de mi país, y sí la fantasía de alguien con algún tipo de interés por transmitir una imagen sesgada. Pero lamentablemente, no es así.
Si algo ha hecho el gobierno actual es deteriorar la calidad democrática hasta el límite de lo aceptable, y una de las consecuencias más palpables de ello, una de las industrias en la que más se nota, es la prensa. Si quieres saber lo que pasa en España, no leas medios de AEDE. Lee otras cosas. Porque el artículo del New York Times, por mucho que lloriquee El País o pretenda defender AEDE… tiene TODA la maldita razón." (Enrique Dans, 17/11/15)
No hay comentarios:
Publicar un comentario