"Tras dedicar un tiempo a analizar las noticias y el entorno, y otro
buen tiempo a hablar con varios de los implicados, empiezo a tener una
idea clara de lo que hay detrás de la presentación del anteproyecto de reforma de la ley de propiedad intelectual, que contiene eso que algunos han pretendido llamar “la tasa Google” y que, en rigor, debería denominarse “canon de la AEDE”.
Lo que estamos viviendo en estos momentos va mucho más allá de un
cobro a los agregadores o una modificación de una ley: estamos hablando
de una excusa basada en la tecnología, que permite con su “regulación”
la toma de control de un gobierno sobre los medios de comunicación de un
país. De algo que tiene mucho más que ver con el establecimiento de una
auténtica “democracia bananera”.
Sabiendo de dónde y de quién viene el movimiento, es relativamente fácil ver sus derivaciones: el gobierno, obsesionado con el tratamiento de los medios de comunicación
y preocupado por las próximas citas electorales, ha decidido tomar por
asalto las posiciones que no controlaba: mediante el reparto de la
jugosa tarta de la publicidad institucional y poniendo encima de la mesa
la citada modificación de la ley, ha conseguido ya modificaciones en
las cúpulas de los principales diarios que le habían resultado hostiles:
tras los cambios en la dirección de La Vanguardia y El Mundo, suena ahora el relevo en El País,
completando un movimiento en las cabeceras tradicionales que estaba en
realidad planificado desde antes incluso de que el Partido Popular
llegase al poder.
El diseño cuidadoso del anteproyecto de ley, que toma como modelo el caso alemán y busca claramente cerrar los huecos que permitieron que Google fuese capaz de evitar el pago en aquel país,
dejan claro que estamos hablando de una pieza más en toda esta jugada
de toma de control. El secuestro de la red, como moneda de cambio para
lograr un control de los medios digno de un país populista o
directamente autocrático.
La modificación del proyecto de ley de propiedad intelectual
planteada por el gobierno español está pensada, por encima de todo, como
una manera segura de entregar dinero a los medios. En primer lugar,
destaca el planteamiento de “derecho irrenunciable”: ¿cómo puede
plantearse como “derecho irrenunciable” algo a lo que yo – o muchos
otros medios – expresamente renunciamos mediante una licencia de
contenidos abierta?
Una licencia Creative Commons BY
explicita de forma clara que permito la reproducción de mis contenidos
con la única condición de que vayan correctamente atribuidos. ¿Cómo
puede un gobierno pasar por encima de mi voluntad y “obligar” a que esos
contenidos devenguen un pago, que además es recaudado por una sociedad
de gestión y repartido con criterios que ellos mismos deciden? ¿Cómo
justificar semejante componenda?
La única razón es asegurar que ese
dinero, un auténtico “impuesto revolucionario” se mire como se mire,
llega finalmente a quienes ellos quieren que llegue. Mientras en
Alemania bastó con un cambio en las condiciones de los agregadores para
evitar el pago (la práctica totalidad de los medios se apuntaron al
sistema opt-in planteado por Google News con tal de no quedarse
fuera), en España esa posibilidad queda cerrada, porque hablamos de un
supuesto “derecho irrenunciable”. Hace falta mucho valor y mucha
premeditación para plantear algo así.
¿Cómo explicar el cambio que supone pasar a definir los “fragmentos
no significativos” como elemento diferencial, frente a la consideración
tradicional opuesta, la de tomar en consideración precisamente los
“fragmentos significativos”? Hablamos de lo mismo: de tomar la
experiencia alemana, y evitar los “errores” que llevaron a que
finalmente, nadie pagase a nadie y la situación se mantuviese como
estaba.
Porque, no lo olvidemos: esto no tiene nada que ver con defender
a Google News, a Menéame o a otros: hablamos de defender el mismísimo
funcionamiento de una red abierta. Si se establece el canon de la AEDE,
pasamos a tener una parte determinada de la red que, en virtud de una
ley, no puede ser citada ni enlazada si no media un pago a
cambio. No, las cosas no son así: en la red, citar fragmentos breves y
enlazar es algo que forma parte de la libertad de todo usuario.
Bajo el
régimen propuesto, pasamos a generar todo un ámbito con límites difusos
en los que el Estado pasa a meter sus narices mediante una sociedad de
gestión que recauda un canon, bajo exactamente la misma fórmula que el
de la denostada SGAE, y que reparte igualmente a su antojo. Todo lo
aplicable al canon de la SGAE es aplicable a este caso, con el agravante
de que, además, aquí nos referimos a algo tan sensible como la libertad
de información.
¿Como razonar que el anteproyecto ponga el foco en los enlaces, precisamente una semana después de que el
Tribunal de Justicia de la Unión Europea emita un dictamen en el que
deja claro que un enlace dirigido hacia una obra que está disponible
regularmente en otro lugar de la red no puede ser constitutivo de delito? No,
absolutamente nada que ver con “los agregadores nos roban”, o “se
aprovechan de nuestra propiedad intelectual para generar ingresos a
nuestra costa”.
Hablamos de sistemas de agregación basados en la más
rigurosa voluntariedad: todo medio puede excluirse de esas plataformas
si lo desea. Además, hablamos en algunos casos de sistemas carentes de
publicidad y que no generan ingresos, o que si los generan, son muy exiguos e incapaces de justificar un planteamiento de “impuesto revolucionario” adicional.
Lo mejor de todo este movimiento es que en ningún caso lo vas a poder
seguir a través de ningún medio perteneciente a AEDE, verdadero
cómplice del mismo. Si quieres enterarte realmente de algo, tendrás que
recurrir a medios nativos digitales y a publicaciones no incluidas en
AEDE. ¿No te extrañó ver a Luís Enríquez, presidente de AEDE, a la
derecha de Jose Ignacio Wert en la presentación del proyecto de ley?
¿Qué hace el presidente del lobby de las grandes cabeceras en la
comparecencia en la que un ministro explica la modificación de una
ley?
El resultado final es un país con sus cabeceras tradicionales bajo
control, renunciando a toda hostilidad hacia el gobierno merced a un
pago llevado a cabo mediante el reparto de la publicidad institucional y
del recién generado canon: se entrega a la AEDE la simbólica cabeza de
un enemigo que venían reclamando desde hace ya muchos años, y se deja a
otras empresas, como Menéame, en la situación de ser un simple “daño
colateral”. Una situación de auténtica república (en este caso,
monarquía) bananera. El gobierno de España ha aprendido mucho de otros
países: ahora ya hasta se le ve Maduro." (Enrique Dans, 17/02/2014)
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