"Un estudio sobre el intercambio de
información en Twitter muestra que las personas somos más propensas a
difundir contenidos cuando son falsos.
Las noticias falsas
se comparten más y más rápido que la información veraz. Esa es la
conclusión a la que ha llegado un estudio que ha examinado la
circulación de 126.000 noticias entre 3 millones de usuarios de Twitter.
«Se
trata de la descripción más completa que tenemos hasta ahora de la
difusión de información verdadera y falsa en redes sociales», asegura
sobre el nuevo trabajo Dean Eckles, científico social del Instituto de
Tecnología de Massachusetts (MIT) que no participó en la investigación.
Las
noticias falsas son tan antiguas como los chismes, pero su
proliferación se ha vuelto particularmente problemática en la era de las
redes sociales.
Algunos bulos amplificados en Facebook y Twitter, como
que el papa Francisco respaldó la candidatura de Donald Trump a la
presidencia de EE. UU., han sido acusados de condicionar resultados
electorales, entre otras consecuencias de primer orden.
El papel
que han desempeñado las noticias falsas en cuestiones como la sorpresiva
victoria de Donald Trump en 2016 o el voto británico sobre el Brexit se
halla sujeto a un intenso debate. Analizar el fenómeno requiere
entender cómo se propaga este tipo de información, señalan Sinan Aral y
su equipo del MIT, cuyos resultados se han publicado en Science.
En
su estudio, los investigadores tomaron un amplio conjunto de noticias
difundidas en Twitter y las clasificaron como verdaderas o falsas a
partir de la información proporcionada por seis fuentes reconocidas de
verificación de hechos. En concreto, analizaron la difusión de 126.000
noticias compartidas entre 3 millones de usuarios de Twitter entre 2006 y
2017, usando para ello datos suministrados por la compañía.
Sus
resultados muestran que las noticias consideradas ciertas se extendieron
más despacio que las falsas y llegaron a menos personas. Mientras que
las historias verdaderas más populares raramente alcanzaron a más de
1.000 usuarios, el 1 por ciento de las noticias falsas más difundidas
llegaron a entre 1.000 y 100.000 individuos.
Además, los bulos que se
expandieron a 1.500 personas lo hicieron seis veces más rápido que las
historias reales. Según una modelización de los datos, las noticias
falsas tenían un 70 por ciento más de probabilidades de ser retuiteadas
que las verdaderas.
Somos las personas, no los bots
El equipo de Aral usó un programa para detectar automáticamente las cuentas de Twitter gestionadas por bots
(programas que llevan a cabo tareas automatizadas), a los que suele
achacarse un papel relevante en la propagación de bulos. Sin embargo,
incluso al sustraer el efecto de estas cuentas, las noticias falsas
seguían difundiéndose más rápido que las verdaderas. Es decir, el
fenómeno parece tener su origen en el comportamiento humano, no en los
algoritmos.
Para entender por qué, los investigadores
cuantificaron la «novedad» de los tuits y encontraron que los bulos
destacaban entre un corpus aleatorio de mensajes. Un análisis de las
palabras contenidas en ellos sugiere que las noticias falsas infunden
miedo, aversión y sorpresa, mientras que las verdaderas son más
propensas a despertar sentimientos como tristeza, alegría y confianza,
entre otros. Tales características, especialmente su mayor «novedad»,
harían las noticias falsas más atractivas, argumentan los autores.
¿Implican
estos hallazgos que existe una fórmula para confeccionar noticias
falsas lista para ser explotada? Duncan Watts, experto en redes sociales
de Microsoft Research, lo considera poco probable. Varios trabajos
previos han indicado que resulta difícil relacionar el contenido de una
información con su grado de penetración, por lo que Watts cree que
seguirá siendo complicado predecir el alcance de una historia concreta.
La
menor difusión que parecen tener las noticias fidedignas podría también
deberse a que, en estos casos, los usuarios comparten un enlace a una
fuente primaria, en lugar de hacer un simple retuit, apunta el experto.
De ser así, las noticias verdaderas se extenderían en cascadas de poco
tamaño, mientras que los bulos lo harían de manera mucho más abrupta.
Watts
no niega que las noticias falsas sean un problema, pero sugiere tomar
los resultados con precaución. Varios estudios parecen confirmar que la
mayoría de las personas, ya sean de talente moderado o radical, consumen
abrumadoramente noticias legítimas procedentes de fuentes consolidadas.
«Creo que entrar en pánico por la difusión de noticias falsas en
Twitter es una reacción equivocada», concluye el experto."
(Philip Ball
, físico, químico y divulgador científico británico. Sin Permiso, 14/03/18. Referencia: «The spread of true and false news online». Soroush Vosoughi, Deb Roy y Sinan Aral en Science, vol. 359, n.o 6380, págs. 1146-1151, 9 de marzo de 2018)
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