De la misma manera que tras haber inventado o reinventado la democracia en la transición, ahora nos hemos dado cuenta que hay partidos políticos, que están inscritos como tales, pero realmente son estructuras de negocio.
Aquí hay otra reflexión y es el papel que hemos jugado los periodistas en esta apropiación indebida de lo público.
Simplemente para mantener el puesto de trabajo o para intentar prosperar en el medio público, nos hemos transformado en los perritos falderos del gobierno de turno, salvo honrosas excepciones, aunque cada vez son menos. Como dirían los clásicos: ‘los últimos mohicanos del periodismo’; están en vías de extinción.
Seguimos al pastor como si fuéramos su perro, en lugar de convertirnos en el ‘tábano socrático’ que decía el clásico, que va diciendo lo que ve y advirtiendo al rebaño. Advirtiéndolo, no conduciéndolo hacia donde un político, o cada facción política, dicen que lleva al paraíso. Nosotros, los periodistas, no somos iluminados, no tenemos capacidades adivinatorias.
No sabemos cuál es el camino de la felicidad, eso lo saben los políticos y los curas; o al menos eso es lo que se creen. La función de los periodistas no es conducir el rebaño, sino alertar a la ciudadanía de los caminos por los que nos hace transitar la política entendida como religión, que eso en Cataluña se ha acentuado muchísimo.
Esto es, la confluencia de religión y política. Mi conclusión es que el sistema actual de televisiones públicas hay que refundarlo, ya no sirve. El profesional que entra se ve aprisionado por una serie de cargos públicos que están designados para que impulsen consignas, de manera que el periodismo se diluye y acaba desapareciendo.
El sistema es perverso y a pesar de que somos perfectos en nuestra endogamia, no tenemos capacidad de crítica interna. Tenemos mucho cuidado con lo que hace la televisión de la competencia.
La podemos odiar a muerte, pero nunca criticamos lo que hacemos o hacen. Analizamos a políticos, economistas o banqueros, pero la catarsis sobre nuestra propia profesión nunca la hacemos, ya que impera una máxima que se llama ‘entre bomberos no nos pisamos la manguera’, lo que es letal para nuestro oficio.
El problema es que esto ha ido degenerando o progresando hasta el punto de que a día de hoy, TV3 funciona como un departamento de prensa de una opción política determinada, es decir, ya no representa a la totalidad de la ciudadanía de Cataluña. Ha dejado de ser la ‘Televisiò de Catalunya’ y pasado a ser la mejor televisión privada que hay en Cataluña.
Sin embargo, la ventaja de TVE respecto a TV3, es que por lo menos en la primera desde hace algunos años, cada 15 o 20 días los comités de dirección y las asambleas de informativos protestan. Emiten comunicados públicos sobre métodos de retorcimiento de la información, cosa que en TV3 de momento no se ha producido.
Por lo tanto insisto, en que hay que cambiar el sistema, refundar las televisiones públicas, ya que no pueden estar mandadas por los partidos que gobiernan, porque de lo contrario seguiremos con un mecanismo perverso para engañar a la ciudadanía, como pasó con las cargas del 1 de Octubre en Barcelona.
La televisión pública española estaba grabando, pero no emitiendo. Luego mediante sofisticadas técnicas de corta y pega, el espectador de Burgos o de Tenerife, no vio a la policía dando porrazos o los fusiles lanzando pelotas de gomas contra la ciudadanía. En las imágenes que se emitieron, aquello era un parque de atracciones.
En las televisiones públicas pasa lo mismo pero referido a la política. Se supedita la información y el discurso al departamento de propaganda del partido en el gobierno. Aquí los periodistas, sin ser héroes, tenemos algo que reflexionar. De lo contrario la palabra periodismo ya no tendrá ningún sentido, porque se ha muerto.
Comunicadora es la azafata que te enseña cómo tienes que colocarte el chaleco salvavidas en un vuelo y bajo esta premisa se puede equipar en la misma línea a Pedro Piqueras y a Belén Esteban. Todos somos comunicadores, el periodismo ya no interesa, es una antigualla, que sumado al ‘salario del miedo’ y a cómo nos retuercen se está muriendo.
En resumen que al margen de la opresión, de las facciones políticas determinadas, la profesión tiene que hacer un ejercicio de catarsis, porque de lo contrario estamos abocados a la muerte del periodismo." (Entrevista a Ferrán Monegal, Raquel Álvarez, El Plural, 11/02/18)