11/2/18

Ferrán Monegal: "Los periodistas nos hemos transformado en perritos falderos... simplemente, para mantener el puesto de trabajo o para intentar prosperar "

"(...) P.- A pesar de la politización que existe en todas las televisiones públicas ¿TV3 se ha convertido en un paradigma por pasar de ser el referente del modelo de nación cultural a ser el de nación política en una televisión? 

R.- Sí, TV3 ha pasado de ser una televisión pública a una privada porque ha fagocitado una opción política determinada, que es lo mismo que ha pasado en TVE. Este medio público ha sido transformado en un elemento de agitación y propaganda de quien manda en la Moncloa. Esto es una tendencia imparable. 

De la misma manera que tras haber inventado o reinventado la democracia en la transición, ahora nos hemos dado cuenta que hay partidos políticos, que están inscritos como tales, pero realmente son estructuras de negocio.

La televisión es una consecuencia de la degeneración de la política. La tendencia de todo gobernante, bien sea estatal o autonómico, es tomar este medio público como si fuera su sala de estar.

Aquí hay otra reflexión y es el papel que hemos jugado los periodistas en esta apropiación indebida de lo público.

P.- ¿Cuál cree que es ese papel que hemos jugado los periodistas? 

R.- Años atrás siempre ha habido intentos de soborno al periodista, sin embargo ahora ya no hace falta ni eso. 

Simplemente para mantener el puesto de trabajo o para intentar prosperar en el medio público, nos hemos transformado en los perritos falderos del gobierno de turno, salvo honrosas excepciones, aunque cada vez son menos. Como dirían los clásicos: ‘los últimos mohicanos del periodismo’; están en vías de extinción.

P.- ¿No cree que los periodistas, muchas veces, lo que hemos tenido que hacer es adaptarnos a un sistema que ha nacido viciado? 

R.- Bueno, si por adaptar se entiende que el periodista se transforma en un camaleón, pues mala solución para nuestro oficio. Es verdad que los periodistas no somos héroes, pero sí que echo en falta una protesta gremial de cómo nos están marcando nuestro trabajo y cómo hemos degenerado en tamborileros de ideas políticas determinadas.

 Seguimos al pastor como si fuéramos su perro, en lugar de convertirnos en el ‘tábano socrático’ que decía el clásico, que va diciendo lo que ve y advirtiendo al rebaño. Advirtiéndolo, no conduciéndolo hacia donde un político, o cada facción política, dicen que lleva al paraíso. Nosotros, los periodistas, no somos iluminados, no tenemos capacidades adivinatorias.

 No sabemos cuál es el camino de la felicidad, eso lo saben los políticos y los curas; o al menos eso es lo que se creen. La función de los periodistas no es conducir el rebaño, sino alertar a la ciudadanía de los caminos por los que nos hace transitar la política entendida como religión, que eso en Cataluña se ha acentuado muchísimo. 

Esto es, la confluencia de religión y política. Mi conclusión es que el sistema actual de televisiones públicas hay que refundarlo, ya no sirve. El profesional que entra se ve aprisionado por una serie de cargos públicos que están designados para que impulsen consignas, de manera que el periodismo se diluye y acaba desapareciendo.

En la actualidad, a la necesidad que tiene una persona que termina periodismo o comunicación audiovisual de trabajar, se añaden las hipotecas personales. El resultado es que la capacidad del periodista cada vez está más limitada por los peajes existenciales que tiene que pagar, por el miedo a que te echen. De ahí viene la célebre película ‘el salario del miedo’, que creo que la deberían reponer y no la repone nadie. Las hipotecas a 20, 30, 40 años, han sido el invento más colosal para transformar a los jóvenes periodistas en perritos falderos.

El sistema es perverso y a pesar de que somos perfectos en nuestra endogamia, no tenemos capacidad de crítica interna. Tenemos mucho cuidado con lo que hace la televisión de la competencia.

 La podemos odiar a muerte, pero nunca criticamos lo que hacemos o hacen. Analizamos a políticos, economistas o banqueros, pero la catarsis sobre nuestra propia profesión nunca la hacemos, ya que impera una máxima que se llama ‘entre bomberos no nos pisamos la manguera’, lo que es letal para nuestro oficio.

P.- TV3 nació con Pujol y supuso un referente cultural. ¿Cree que su deriva actual tiene que ver con la caída del pujolismo? 

R.-Yo no creo que el pujolismo haya caído sino evolucionado hacia el concepto de agitación y propaganda de una idea política determinada. TV3 nació bajo una premisa transversal, ajena a cualquier ideología política, que es la creación de un instrumento de comunicación que ayude a la normalización de una lengua amenazada como valor cultural. 

El problema es que esto ha ido degenerando o progresando hasta el punto de que a día de hoy, TV3 funciona como un departamento de prensa de una opción política determinada, es decir, ya no representa a la totalidad de la ciudadanía de Cataluña. Ha dejado de ser la ‘Televisiò de Catalunya’ y pasado a ser la mejor televisión privada que hay en Cataluña.

Algo parecido le ha pasado a Televisión Española, claro que en este caso no ha sucedido ahora, es algo que viene de antiguo. Cada nuevo inquilino de la Moncloa ha tomado TVE como una finca particular, poniendo a sus comisarios políticos, que a través de equipos reducidos impulsan una determinada ideología, con lo cual el periodismo desaparece y se convierten en funcionarios voceros.

 Sin embargo, la ventaja de TVE respecto a TV3, es que por lo menos en la primera desde hace algunos años, cada 15 o 20 días los comités de dirección y las asambleas de informativos protestan. Emiten comunicados públicos sobre métodos de retorcimiento de la información, cosa que en TV3 de momento no se ha producido.

Por lo tanto insisto, en que hay que cambiar el sistema, refundar las televisiones públicas, ya que no pueden estar mandadas por los partidos que gobiernan, porque de lo contrario seguiremos con un mecanismo perverso para engañar a la ciudadanía, como pasó con las cargas del 1 de Octubre en Barcelona. 

La televisión pública española estaba grabando, pero no emitiendo. Luego mediante sofisticadas técnicas de corta y pega, el espectador de Burgos o de Tenerife, no vio a la policía dando porrazos o los fusiles lanzando pelotas de gomas contra la ciudadanía. En las imágenes que se emitieron, aquello era un parque de atracciones.

P.- Para finalizar ¿cómo cree que ha sido la progresión de la televisión pública en nuestro país? 

R.- Cada vez más servil y más alejada del concepto de periodismo. Años atrás teníamos miedo de los llamados imperios multimedia, es decir, televisiones privadas cuyos propietarios tenían intereses en diversos sectores como el inmobiliario, el armamentístico o el editorial. En estos casos cuando se está haciendo información, al tener que estar a expensas de los réditos de parte, el papel del periodista queda más diluido y más desdibujado.

 En las televisiones públicas pasa lo mismo pero referido a la política. Se supedita la información y el discurso al departamento de propaganda del partido en el gobierno. Aquí los periodistas, sin ser héroes, tenemos algo que reflexionar. De lo contrario la palabra periodismo ya no tendrá ningún sentido, porque se ha muerto.

Paolo Vasile lo explicó muy bien hace años, cuando afirmó que él ya no hablaba de periodistas cuando se refería a las personas que hacían información en su cadena, sino a comunicadores. Claro, hay que acabar con esta broma del periodismo: todos somos comunicadores!. 

Comunicadora es la azafata que te enseña cómo tienes que colocarte el chaleco salvavidas en un vuelo y bajo esta premisa se puede equipar en la misma línea a Pedro Piqueras y a Belén Esteban. Todos somos comunicadores, el periodismo ya no interesa, es una antigualla, que sumado al ‘salario del miedo’ y a cómo nos retuercen se está muriendo.

En resumen que al margen de la opresión, de las facciones políticas determinadas, la profesión tiene que hacer un ejercicio de catarsis, porque de lo contrario estamos abocados a la muerte del periodismo."                    (Entrevista a Ferrán Monegal, Raquel Álvarez, El Plural, 11/02/18)

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