Mostrando entradas con la etiqueta Guerra y medios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Guerra y medios. Mostrar todas las entradas

3/9/25

Israel mata a los periodistas. Los medios occidentales matan la verdad del genocidio en Gaza... Quizá el punto álgido de la domesticación de los periodistas extranjeros por parte de Israel se alcanzó esta semana en un reportaje de la CNN, cuando informó sobre el trauma psicológico que algunos soldados israelíes están sufriendo por el tiempo pasado en Gaza, que en algunos casos les lleva al suicidio... las atrocidades que los soldados admiten haber cometido son poco más que el telón de fondo, ya que la CNN encuentra otro ángulo del sufrimiento israelí. Los soldados israelíes son las verdaderas víctimas, incluso mientras perpetran un genocidio contra el pueblo palestino... Un conductor de bulldozer, Guy Zaken, dijo a CNN que no podía dormir y que se había vuelto vegetariano por las «cosas muy, muy difíciles» que había visto y tenido que hacer en Gaza... ¿Qué cosas? Zaken había declarado anteriormente en una audiencia del Parlamento israelí que el trabajo de su unidad consistía en atropellar a cientos de palestinos, algunos de ellos vivos... CNN informó: «Zaken dice que ya no puede comer carne, pues le recuerda las horripilantes escenas que presenció desde su excavadora en Gaza» (Jonathan Cook, premio de periodismo Martha Gellhorn)

"La opinión pública occidental está siendo sometida a una campaña de guerra psicológica, en la que el genocidio se clasifica como «legítima defensa» y la oposición a él como «terrorismo»

Israel sabía que, si podía impedir que los corresponsales extranjeros informaran directamente desde Gaza, esos periodistas acabarían cubriendo los acontecimientos de forma mucho más de su agrado.

Cubrirían cada informe de una nueva atrocidad israelí -si es que la cubrían- con un «Hamás afirma» o «miembros de la familia de Gaza alegan». Todo se presentaría en términos de narrativas contradictorias en lugar de hechos atestiguados. El público se sentiría inseguro, indeciso, distante.

Israel podría envolver su matanza en una niebla de confusión y disputa. La repulsión natural que evoca un genocidio se atenuaría.

Durante un año, los reporteros de guerra más experimentados de las cadenas internacionales han permanecido en sus hoteles de Israel, observando Gaza desde la distancia. Sus historias de interés humano, siempre en el centro de los reportajes de guerra, se han centrado en el sufrimiento mucho más limitado de los israelíes que en la vasta catástrofe que se desarrolla para los palestinos.

Por ello, el público occidental se ha visto obligado a revivir un único día de horror para Israel, el 7 de octubre de 2023, con la misma intensidad con la que ha vivido un año de horrores diarios en Gaza, en lo que el Tribunal Mundial ha juzgado como un genocidio «plausible» por parte de Israel.

Por eso los medios de comunicación han sumergido a sus audiencias en la agonía de las familias de unos 250 israelíes -civiles tomados como rehenes y soldados cautivos- tanto como en la de 2,3 millones de palestinos bombardeados y muertos de hambre semana tras semana, mes tras mes.

Por eso el público ha sido sometido a narrativas de luz de gas que enmarcan la destrucción de Gaza como una «crisis humanitaria» y no como el lienzo en el que Israel está borrando todas las reglas conocidas de la guerra.

Mientras los corresponsales extranjeros se sientan obedientemente en sus habitaciones de hotel, los periodistas palestinos han sido asesinados uno a uno– en una de las mayores masacres de periodistas de la historia.

Israel repite ahora el proceso en Líbano. El jueves por la noche, atacó una residencia en el sur de Líbano donde se alojaban tres periodistas. Todos murieron.

Como muestra de lo deliberadas y cínicas que son las acciones de Israel, esta semana puso a sus militares en el punto de mira de seis reporteros de Al Jazeera difamándolos como «terroristas» que trabajan para Hamás y la Yihad Islámica.

Al parecer, son los últimos periodistas palestinos supervivientes en el norte de Gaza, que Israel ha acordonado mientras lleva a cabo el llamado «Plan del General».

Israel no quiere que nadie informe de su ofensiva final para exterminar el norte de Gaza matando de hambre a los 400.000 palestinos que siguen allí y ejecutando a cualquiera que permanezca como «terrorista».

Estos seis se unen a una larga lista de profesionales difamados por Israel en aras del avance de su genocidio, desde médicos y trabajadores humanitarios hasta personal de mantenimiento de la paz de la ONU.
Simpatía por Israel

Quizá el punto álgido de la domesticación de los periodistas extranjeros por parte de Israel se alcanzó esta semana en un reportaje de la CNN. Ya en febrero, el personal de la CNN reveló que los ejecutivos de la cadena habían estado ocultando activamente las atrocidades israelíes para retratar a Israel bajo una luz más simpática.

En una historia cuyo encuadre debería haber sido impensable -pero que tristemente era demasiado predecible- la CNN informó sobre el trauma psicológico que algunos soldados israelíes están sufriendo por el tiempo pasado en Gaza, que en algunos casos les lleva al suicidio.

Parece que cometer un genocidio puede ser malo para la salud mental. O, como explicó la CNN , sus entrevistas «ofrecen una ventana a la carga psicológica que la guerra está arrojando sobre la sociedad israelí».

En su extenso artículo, titulado «Salió de Gaza, pero Gaza no salió de él», las atrocidades que los soldados admiten haber cometido son poco más que el telón de fondo, ya que la CNN encuentra otro ángulo del sufrimiento israelí. Los soldados israelíes son las verdaderas víctimas, incluso mientras perpetran un genocidio contra el pueblo palestino.

Un conductor de bulldozer, Guy Zaken, dijo a CNN que no podía dormir y que se había vuelto vegetariano por las «cosas muy, muy difíciles» que había visto y tenido que hacer en Gaza.

¿Qué cosas? Zaken había declarado anteriormente en una audiencia del Parlamento israelí que el trabajo de su unidad consistía en atropellar a cientos de palestinos, algunos de ellos vivos.

CNN informó: «Zaken dice que ya no puede comer carne, pues le recuerda las horripilantes escenas que presenció desde su excavadora en Gaza».

Sin duda, algunos guardias de campos de concentración nazis se suicidaron en la década de 1940 tras presenciar los horrores que allí se producían, porque eran responsables de ellos. Sólo en algún extraño universo paralelo de noticias su «carga psicológica» sería la historia.

Después de una enorme reacción en línea, CNN enmendó una nota del editor al comienzo del artículo que originalmente decía: «Esta historia incluye detalles sobre el suicidio que algunos lectores pueden encontrar perturbadores».

Se suponía que los lectores encontrarían perturbador el suicidio de soldados israelíes, pero aparentemente no la revelación de que esos soldados atropellaban rutinariamente a los palestinos de modo que, como explicó Zaken, «todo sale a chorros».
Prohibición de Gaza

Por fin, cuando se cumple un año de la guerra genocida de Israel, que ahora se extiende rápidamente al Líbano, algunas voces se alzan muy tardíamente para exigir la entrada de periodistas extranjeros en Gaza.

Esta semana – en un movimiento presumiblemente diseñado, ante la inminencia de las elecciones de noviembre, para congraciarse con los votantes enfadados por la complicidad del partido en el genocidio– decenas de miembros demócratas del Congreso de EE.UU.escribieron al presidente Joe Biden pidiéndole que presionara a Israel para que diera a los periodistas «acceso sin trabas» al enclave.

No contengas la respiración.

Los medios de comunicación occidentales han hecho muy poco para protestar por su exclusión de Gaza durante el último año, por varias razones.

Dada la naturaleza totalmente indiscriminada de los bombardeos israelíes, los principales medios de comunicación no han querido que sus periodistas fueran alcanzados por una bomba de 2.000 libras por estar en el lugar equivocado.

Esto puede deberse, en parte, a la preocupación por su bienestar. Pero es probable que haya preocupaciones más cínicas.

Hacer volar por los aires o ejecutar por francotiradores a periodistas extranjeros en Gaza arrastraría a las organizaciones de medios de comunicación a una confrontación directa con Israel y su bien engrasada maquinaria de lobby.

La respuesta sería totalmente predecible, insinuando que los periodistas murieron porque estaban en connivencia con «los terroristas» o que estaban siendo utilizados como «escudos humanos» – la excusa que Israel ha utilizado una y otra vez para justificar sus ataques contra médicos en Gaza y contra las fuerzas de paz de la ONU en Líbano.

Pero hay un problema mayor. Los medios del establishment no han querido estar en una posición en la que sus periodistas estén tan cerca de la «acción» que corran el riesgo de ofrecer una imagen más clara de los crímenes de guerra y el genocidio de Israel.

El actual distanciamiento de los medios de comunicación de la escena del crimen les ofrece una negación plausible, ya que se sitúan a ambos lados de todas las atrocidades israelíes.

En conflictos anteriores, los reporteros occidentales han servido como testigos, ayudando en el procesamiento de líderes extranjeros por crímenes de guerra. Eso ocurrió en las guerras que asistieron a la desintegración de Yugoslavia, y sin duda volverá a ocurrir si el presidente ruso Valdimir Putin es entregado alguna vez a La Haya.

Pero esos testimonios periodísticos se aprovecharon para meter entre rejas a los enemigos de Occidente, no a su aliado más cercano.

Los medios de comunicación no quieren que sus reporteros se conviertan en testigos principales de cargo en los futuros juicios contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, en la Corte Penal Internacional (CPI). Karim Khan, fiscal de la CPI, está pidiendo la detenciónde ambos.

Al fin y al cabo, los testimonios de los periodistas no se detendrían a las puertas de Israel. Implicarían también a las capitales occidentales y pondrían a los medios de comunicación establecidos en una situación de colisión con sus propios gobiernos.

Los medios de comunicación occidentales no consideran que su trabajo consista en pedir cuentas al poder cuando es Occidente quien comete los crímenes.
Censurar a los palestinos

Poco a poco han ido apareciendo periodistas denunciantes para explicar cómo las organizaciones de noticias del establishment -incluidas la BBC y el supuestamente liberal Guardian- están dejando de lado las voces palestinas y minimizando el genocidio.

Una investigación de Novara Media reveló recientemente el creciente descontento en algunos sectores de la redacción de The Guardian por su doble rasero sobre Israel y Palestina.

Recientemente, sus editores censuraron un comentario de la preeminente autora palestina Susan Abulhawa después de que ésta insistiera en que se le permitiera referirse a la matanza de Gaza como «el holocausto de nuestros tiempos».

Durante el mandato de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista, columnistas de alto nivel del Guardian como Jonathan Freedland insistieron mucho en que los judíos, y sólo los judíos, tenían derecho a definir y nombrar su propia opresión.

Sin embargo, ese derecho no parece extenderse a los palestinos.

Como señaló el personal que habló con Novara, el periódico hermano dominical del Guardian, el Observer, no tuvo ningún problema en abrir sus páginas al escritor judío británico Howard Jacobson para calumniar como «libelo de sangre» cualquier información sobre el hecho demostrable de que Israel ha matado a muchos, muchos miles de niños palestinos en Gaza.

Un veterano periodista dijo: «¿Le preocupa más al Guardian la reacción a lo que se dice sobre Israel que sobre Palestina? Por supuesto».

Otro miembro del personal admitió que sería inconcebible que el periódico censurara a un escritor judío. Pero parece que censurar a un palestino está bien.

Otros periodistas afirman estar sometidos a un «control asfixiante» por parte de los redactores jefe, y afirman que esta presión existe «solo si publicas algo crítico con Israel».

Según su personal, la palabra «genocidio» está prácticamente prohibida en el periódico, excepto en la cobertura de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), cuyos jueces dictaminaron hace nueve meses que se había presentado un caso «plausible» de que Israel estaba cometiendo genocidio.

Desde entonces, la situación ha empeorado.
Periodistas denunciantes

Sara», una informadora que recientemente dimitió de la redacción de la BBC y habló de sus experiencias al Listening Post de Al Jazeera, afirmó que a los palestinos y a quienes les apoyaban se les mantenía habitualmente fuera de antena o se les sometía a interrogatorios humillantes e insensibles.

Según los informes, algunos productores se han vuelto cada vez más reacios a llevar al aire a palestinos vulnerables, algunos de los cuales han perdido familiares en Gaza, debido a la preocupación por el efecto en su salud mental de los interrogatorios agresivos a los que estaban siendo sometidos por parte de los presentadores.

Según Sara, las investigaciones de la BBC sobre posibles invitados se centran mayoritariamente en los palestinos, así como en quienes simpatizan con su causa y las organizaciones de derechos humanos. Rara vez se comprueban los antecedentes de los invitados israelíes o judíos.

Añadió que una búsqueda que mostrara que un invitado había utilizado la palabra «sionismo» -la ideología del Estado de Israel- en un mensaje en las redes sociales podría ser suficiente para que fuera descalificado de un programa.

Incluso funcionarios de uno de los mayores grupos de derechos humanos del mundo, Human Rights Watch, con sede en Nueva York, se convirtieron en personas non gratas en la BBC por sus críticas a Israel, a pesar de que la corporación se había basado anteriormente en sus informes para cubrir Ucrania y otros conflictos mundiales.

A los invitados israelíes, por el contrario, «se les dio rienda suelta para decir lo que quisieran sin apenas rechistar», incluidas mentiras sobre Hamás quemando o decapitando bebés y cometiendo violaciones en masa.

Un correo electrónico de más de 20 periodistas de la BBC, citado por Al Jazeera, enviado el pasado mes de febrero a Tim Davie, director general de la BBC, advertía de que la cobertura de la corporación corría el riesgo de «ayudar e instigar el genocidio mediante la supresión de historias».
Valores al revés

Estos prejuicios han sido demasiado evidentes en la cobertura de la BBC, primero de Gaza y ahora, a medida que disminuye el interés de los medios de comunicación por el genocidio, del Líbano.

Los titulares -la música ambiental del periodismo y la única parte de una historia que muchos de los espectadores leen- han sido uniformemente nefastos.

Por ejemplo, las amenazas de Netanyahu de un genocidio al estilo de Gaza contra el pueblo libanés a principios de este mes si no derrocaban a sus líderes fueron suavizadas por el titular de la BBC: «El llamamiento de Netanyahu al pueblo libanés cae en saco roto en Beirut».

Los lectores razonables habrían deducido erróneamente tanto que Netanyahu intentaba hacer un favor al pueblo libanés (preparándose para asesinarlo), como que éste estaba siendo desagradecido al no aceptar su oferta.

Ha sido la misma historia en todos los medios del establishment. En otro momento extraordinario y revelador, Kay Burley de Sky News anunció este mes la muerte de cuatro soldados israelíes a causa de un ataque con drones de Hezbolá contra una base militar dentro de Israel.

Con una solemnidad normalmente reservada al fallecimiento de un miembro de la familia real británica, nombró lentamente a los cuatro soldados, mostrando en pantalla una foto de cada uno de ellos. Subrayó dos veces que los cuatro sólo tenían 19 años.

Sky News parecía no entender que no se trataba de soldados británicos, y que no había ninguna razón para que la audiencia británica se sintiera especialmente perturbada por sus muertes. En las guerras mueren soldados continuamente, son gajes del oficio.

Y además, si Israel los consideraba lo suficientemente mayores como para luchar en Gaza y Líbano, entonces también eran lo suficientemente mayores como para morir sin que su edad fuera tratada como algo especialmente digno de mención.

Pero aún más significativo es el hecho de que la Brigada Golani de Israel, a la que pertenecían estos soldados, ha estado implicada en la matanza de palestinos durante el último año. Sus tropas han sido responsables de muchas de las decenas de miles de niños asesinados y mutilados en Gaza.

Cada uno de los cuatro soldados era mucho, mucho menos merecedor de la simpatía y preocupación de Burley que los miles de niños que han sido masacrados a manos de su brigada. A esos niños casi nunca se les nombra y rara vez se muestran sus fotos, entre otras cosas porque sus heridas suelen ser demasiado horripilantes para ser vistas.

Fue una prueba más del mundo al revés que los medios de comunicación establecidos han estado tratando de normalizar para sus audiencias.

Por eso las estadísticas de Estados Unidos, donde la cobertura de Gaza y Líbano puede ser aún más desquiciada, muestran que la fe en los medios de comunicación está por los suelos. Menos de uno de cada tres encuestados –31% – afirmó tener todavía «mucha o bastante confianza en los medios de comunicación».
Aplastar la disidencia

Israel es quien dicta la cobertura de su genocidio. Primero, asesinando a los periodistas palestinos que informan sobre el terreno y, después, asegurándose de que los corresponsales extranjeros formados en la casa se mantengan alejados de la matanza, fuera de peligro en Tel Aviv y Jerusalén.

Y como siempre, Israel ha podido contar con la complicidad de sus patrocinadores occidentales para aplastar la disidencia en su propio país.

La semana pasada, un periodista de investigación británico, Asa Winstanley, crítico abierto de Israel y sus grupos de presión en el Reino Unido, vio su casa en Londres asaltada al amanecer por la policía antiterrorista.

Aunque la policía no lo ha detenido ni acusado -al menos de momento-, confiscó sus dispositivos electrónicos. Se le advirtió de que estaba siendo investigado por «fomento del terrorismo» en sus publicaciones en las redes sociales.

La policía informó a MEE de que sus dispositivos habían sido incautados en el marco de una investigación por presuntos delitos de terrorismo de «apoyo a una organización proscrita» y «difusión de documentos terroristas».

La policía sólo puede actuar gracias a la draconiana Ley de Terrorismo británica, contraria a la libertad de expresión

El artículo 12, por ejemplo, tipifica como delito de terrorismo la expresión de una opinión que pueda interpretarse como simpatizante de la resistencia armada palestina a la ocupación ilegal israelí, un derecho consagrado en el derecho internacional pero que en Occidente se tacha de «terrorismo».

Los periodistas que no han recibido formación en los medios de comunicación establecidos, así como los activistas solidarios, deben ahora trazar un camino traicionero a través de un terreno jurídico intencionadamente mal definido cuando hablan del genocidio de Israel en Gaza.

Winstanley no es el primer periodista acusado de infringir la Ley de Terrorismo. En las últimas semanas, Richard Medhurst, periodista independiente, fue detenido en el aeropuerto de Heathrow a su regreso de un viaje al extranjero. Otra periodista-activista, Sarah Wilkinson, fue detenida brevemente después de que la policía registrara su domicilio. También se incautaron de sus dispositivos electrónicos.

Mientras tanto, Richard Barnard, cofundador de Palestine Action, que pretende interrumpir el suministro de armas por parte del Reino Unido al genocidio de Israel, ha sido acusado por los discursos que ha pronunciado en apoyo de los palestinos.

Ahora parece que todas estas acciones forman parte de una campaña policial específica dirigida contra periodistas y activistas de la solidaridad palestina: «Operación Incesante».

El mensaje que se supone que transmite este torpe título es que el Estado británico está persiguiendo a cualquiera que hable demasiado alto contra el continuo armamento y la complicidad del gobierno británico en el genocidio de Israel.

Cabe destacar que los medios de comunicación establecidos no han cubierto este último asalto contra el periodismo y el papel de una prensa libre – supuestamente las mismas cosas que están ahí para proteger.

La redada en el domicilio de Winstanley y las detenciones pretenden intimidar a otros, incluidos periodistas independientes, para que guarden silencio por miedo a las consecuencias de hablar.

Esto no tiene nada que ver con el terrorismo. Más bien es terrorismo del Estado británico.

Una vez más, el mundo se vuelve del revés.
Ecos de la historia

Occidente está librando una campaña de guerra psicológica contra sus poblaciones: les está haciendo luz de gas y desorientando, clasificando el genocidio como «autodefensa» y la oposición a él como una forma de «terrorismo».

Se trata de una ampliación de la persecución sufrida por Julian Assange, el fundador de Wikileaks que pasó años encerrado en la prisión londinense de alta seguridad de Belmarsh.

Su periodismo sin precedentes -revelar los secretos más oscuros de los Estados occidentales- fue redefinido como espionaje. Su «delito» fue revelar que Gran Bretaña y Estados Unidos habían cometido sistemáticamente crímenes de guerra en Irak y Afganistán.

Ahora, basándose en ese precedente, el Estado británico persigue a los periodistas simplemente por avergonzarlo.

La semana pasada asistí en Bristol a una reunión contra el genocidio en Gaza en la que el principal orador se ausentó físicamente después de que el Estado británico no le expidiera un visado de entrada.

El invitado que faltaba -tuvo que unirse a nosotros mediante zoom- era Mandla Mandela, nieto de Nelson Mandela, que estuvo encarcelado durante décadas como terrorista antes de convertirse en el primer dirigente de la Sudáfrica posterior al apartheid y en un estadista internacional aclamado.

Mandla Mandela era hasta hace poco miembro del Parlamento sudafricano. Un portavoz del Ministerio del Interior dijo a MEE que el Reino Unido sólo expedía visados «a quienes queremos acoger en nuestro país».

Los medios de comunicación sugieren que Gran Bretaña estaba determinada a excluir a Mandela porque, al igual que su abuelo, considera que la lucha palestina contra el apartheid israelí está íntimamente ligada a la anterior lucha contra el apartheid sudafricano.

Los ecos de la historia no parecen haber pasado desapercibidos para los funcionarios: el Reino Unido vuelve a asociar a la familia Mandela con el terrorismo. Antes era para proteger el régimen de apartheid de Sudáfrica. Ahora es para proteger el régimen de apartheid y genocidio aún peor de Israel.

En efecto, el mundo está patas arriba. Y los supuestamente «medios de comunicación libres» de Occidente están desempeñando un papel fundamental en el intento de hacer que nuestro mundo al revés parezca normal.

Eso sólo puede conseguirse no informando del genocidio de Gaza como un genocidio. En lugar de eso, los periodistas occidentales sirven poco más que de taquígrafos. Su trabajo: tomar el dictado de Israel."

(Jonathan Cook, Premio de periodismo Martha Gellhorn, Middle East Eye, 25/10/24, traducción DEEPL)

7/10/24

Una falange de los periodistas más influyentes del Reino Unido publicó este odioso artículo, denunciando como un "libelo de sangre" la información sobre el asesinato de miles de niños en Gaza por parte de Israel ¿Por qué los medios 'liberales' hacen la más vil apología del genocidio? ¿Qué demonios imaginaban todos ellos que sugería esa foto «ilustrativa» de una muñeca manchada de sangre? ¿Que los miles de niños despedazados por las bombas israelíes son una ficción? Que un solo periodista imaginara por un momento que esto era un artículo o una foto aceptable en medio de un genocidio ya es bastante asombroso. Pero que toda una falange de los periodistas más influyentes y «liberales» del país lo respaldara sin pensárselo dos veces nos dice algo sobre la depravada cultura que pasa por periodismo en los medios del establishment occidental (Jonathan Cook, Premio de Periodismo Martha Gellhorn)

 


 "No me cansaré de repetirlo. El artículo de Howard Jacobson en el periódico Observer de hoy puede ser una de las piezas más viles del periodismo publicado en Gran Bretaña que se recuerde, argumentando que cualquier información sobre la matanza documentada por Israel de muchos miles de niños palestinos en Gaza es un «libelo de sangre» y antisemita. Es pura apología del genocidio.

Pero mucho peor es el hecho de que el Guardian Media Group haya firmado su columna. No es obra de un solo loco sionista. Todo un ejército de periodistas lo llevó a la imprenta.

Y atención: Jacobson, por odioso que sea, no es responsable de la elección de la foto. Eso es enteramente responsabilidad de la redacción del Observer.

Trabajé en The Guardian y en The Observer, su periódico hermano dominical, durante muchos años. El editor de comentarios, el editor de fotos, el subeditor de la revista, el editor jefe del Observer y todos los jefes de sección habrían aprobado no sólo el texto de Jacobson, sino también la foto.

¿Qué demonios imaginaban todos ellos que sugería esa foto «ilustrativa» de una muñeca manchada de sangre?

-   Que los miles de niños despedazados por las bombas israelíes son una ficción.

-   Que todos los niños descompuestos bajo los escombros son inventados.

-   Que todos los niños no identificados enterrados en las arenas de Gaza son mentira.

-   Que todos los niños que mueren de epidemias como la polio o de hambre a causa del bloqueo israelí son una invención.

Que un solo periodista imaginara por un momento que esto era un artículo o una foto aceptable en medio de un genocidio ya es bastante asombroso.

Pero que toda una falange de los periodistas más influyentes y «liberales» del país lo respaldara sin pensárselo dos veces nos dice algo sobre la depravada cultura que pasa por periodismo en los medios del establishment occidental.

Estos periodistas de élite están completamente divorciados de la realidad. No tienen moral, viven y trabajan como ideólogos fanáticos del supremacismo occidental. Son tan racistas como sus antepasados que alentaron la subyugación y colonización británica del resto del mundo.

No hay esperanza de tener un mundo sano mientras se permita que estos belicistas y apologistas del genocidio sigan a cargo de la formación de nuestra conciencia."

(Jonathan Cook, Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn, blog, 06/10/24, traducción DEEPL)

14/3/24

La semana pasada un ayudante del fiscal del distrito de San Francisco, Michael Menesini, envió algunos correos electrónicos a Counterpunch. Tuvo palabras muy duras para Counterpunch porque publicó bastantes artículos sobre la limpieza étnica y el genocidio en Gaza"... Estamos acostumbrados a estas cosas, pero viniendo de un ayudante del fiscal del distrito de San Francisco fue alarmante... creo que esto es un disparo de advertencia en cierto modo. Y pienso en muchos de los crímenes de odio contra activistas palestinos y otros y en cómo ocurren (Bob Buzzanco, Counter Punch)

 "(...) Scott Parkin: Voy a cambiar un poco de tema. La semana pasada, resulta que un ayudante del fiscal del distrito de San Francisco, Michael Menesini, envió algunos correos electrónicos a su publicación Counterpunch. Tuvo palabras muy duras para Counterpunch porque publicó bastantes artículos sobre la limpieza étnica y el genocidio en Gaza. Me pregunto si podría explicárnoslo un poco.

Joshua Frank: Creo que el primer correo electrónico que recibimos de él fue a finales de enero. Al parecer, estaba en nuestra lista de correo electrónico y ha estado recibiendo nuestro pequeño boletín de actualizaciones que enviamos. Lo llamamos.

Scott Parkin: ¿Es un donante?

Joshua Frank: [Risas] No creo que sea donante y ya no lo será. Tal vez algún tipo de acuerdo saldrá de esto. Pero no, y creo que en el primer correo electrónico nos dijo que éramos antisemitas porque criticábamos a Israel. Todo lo que publicamos es basura porque no podemos ser tomados en serio, bla, bla, bla.

Realmente no importa, creo que lo sorprendente fue que lo envió desde su dirección de correo electrónico del trabajo, que es una dirección de correo electrónico del gobierno. Estamos acostumbrados a los locos que nos envían cosas, por supuesto, amenazas de muerte y otras cosas también, especialmente desde. El 7 de octubre, incluso nuestro sitio fue atacado justo después del 7 de octubre, porque estábamos tratando de detener la incursión en Gaza.

Estamos acostumbrados a estas cosas, pero viniendo de un ayudante del fiscal del distrito de San Francisco fue alarmante. Y hablamos con un abogado después de que nos lo enviaran. Y sólo pensamos en sentarnos y esperar y ver qué pasaba después. Un par de semanas después, nos envió otro correo electrónico.

Y esta vez repitió una retórica antiárabe bastante horrible, así que en ese momento pensé: "¿Cuál es la mejor manera de responder a este tipo?" Decidí publicar sus correos electrónicos para hacerlos públicos. Pensé en escribir un artículo al respecto, pero dije: "dejemos que las redes sociales hagan lo suyo".

No tengo tiempo para esto. No merece mi tiempo, pero el San Francisco Standard lo recogió e hizo un buen artículo sobre él. Y al hacerlo creo que presionó a la oficina del fiscal para que lo investigara. No sé dónde está ahora con él.

No es parte del equipo que está procesando al Puente de la Bahía 78. Los que cerraron el Puente de la Bahía. Pero la oficina es, y por lo que creo que muestra que el sentimiento anti-árabe dentro de la oficina del fiscal en San Francisco es bastante fuerte. Si este tipo no tiene, siente que puede enviar un email desde su cuenta pública del gobierno.

Entonces el tipo, también fue vicealcalde de Martínez. Él había estado en la vida pública por un tiempo, se podría pensar. Tendría algunos escrúpulos o al menos nos enviaría algún correo de odio desde su cuenta de correo personal, ¿no?

Así que ya veremos, sí, ya veremos qué pasa. Creo que necesita ser removido de su puesto. Ciertamente no debería estar en ningún caso que involucre crímenes de odio o libertad de expresión o protestas de ningún tipo. Creo que su trabajo ha terminado allí y creo que debería retirarse. Así que espero que haya algo de presión para que lo haga.

Bob Buzzanco: Dice mucho de las élites costeras que, en San Francisco, tengas a este tipo y a Pelosi diciendo que el FBI debería empezar a vigilar a la gente, la orientación, las multitudes, y yo también empecé a pensar en ello. No es sólo que él tiene estos sentimientos, ¿verdad?

Joshua Frank: Que creo que mucha gente tiene pocos para compartirlos públicamente. Él lo hizo en este caso, nos lo envió. Pero creo que también fue un intento de silenciar a una organización de medios de comunicación recibir un correo electrónico de una organización de medios de comunicación, recibir un correo electrónico de la oficina de un fiscal sacándonos por algo con lo que no están de acuerdo es, creo, un precedente bastante aterrador.

Y creo que, dependiendo de lo que ocurra en noviembre, obviamente podría empeorar a medida que avancemos en la represión de la libertad de expresión. Pero creo que esto es un disparo de advertencia en cierto modo.

Bob Buzzanco: Se ha despedido a gente por tuitear simpatía por los palestinos, constantemente durante los últimos cuatro meses.

Joshua Frank: Sí. Pero diré que la respuesta una vez que esos correos electrónicos se hicieron públicos no ha sido más que de apoyo a Counterpunch. Y creo que está sintiendo la presión con seguridad. Y no creo que vayamos a tener noticias de él pronto.

Scott Parkin: Es interesante cómo se les permite salirse con la suya, tener un sentimiento anti-árabe es una cosa, pero luego poder hacerlo público en el servidor de su institución o lo que sea.

Joshua Frank: Creo que el sentimiento antiárabe siempre ha estado ahí.

Siempre ha estado ahí. Pero se ha acentuado desde el 11 de septiembre, ¿verdad? Creo que hay muchas pruebas de que este tipo de sentimiento anti-árabe en la oficina del fiscal y los fiscales y el FBI y otros es parte de su formación desde el primer día y estamos viendo que ahora 20, lo que sea, 22 años más tarde, que sigue siendo muy frecuente allí.

Y eso es aterrador. Y pienso en muchos de los crímenes de odio contra activistas palestinos y otros y en cómo ocurren. Sucedió, Bob, ¿verdad? Sucedió en Houston hace un par de semanas, ¿verdad? Si se tratara de un activista judío, un sionista, debería decir.

Sería noticia de portada en el New York Times. Pero lo que ocurrió en Vermont y, puesto que son palestinos, puesto que son árabes, puesto que sostienen sentimientos que no son populares entre la élite, como que quedan fuera del radar. Y eso es lamentable, pero creo que es parte de este problema más grande en nuestra sociedad también, es deshumanizar a los palestinos y deshumanizar a aquellos de nosotros que defendemos los derechos de los palestinos.

Joshua Frank: Y estamos viendo que la represión en los campus, por supuesto, y en todas partes.

Bob Buzzanco: Sí, varias universidades han prohibido grupos como Jewish Voice for Peace y Students for Justice in Palestine.

Mientras tanto, el público se ha vuelto contra esta guerra. Hay ciudades en todo el país que han aprobado resoluciones, resoluciones de alto el fuego, porque la situación está que arde y el público está fuera.

Scott Parkin: Incluyendo San Francisco, por cierto.

Joshua Frank: Sí, incluyendo San Francisco, y luego Chicago, aquí en Long Beach, por todas partes. Así que mientras tanto, la marea ha cambiado. Y por horrible que sea, y sin saber lo que el futuro depara a los palestinos, nunca en la existencia del Estado de Israel ha habido tanto escrutinio de lo que están haciendo a escala internacional día tras día, documentado en las redes sociales, documentado en las noticias.

Incluso el New York Times tiene que cubrir estas cosas, ¿verdad? Intento aferrarme a eso. Trato de aferrarme a eso. Creo que hay una gran oportunidad para un nuevo movimiento contra la guerra. No creo que estemos allí todavía. Me siento muy inspirado por la Voz Judía por la Paz y otros antisionistas de la comunidad judía, así como por nuestra gente antibelicista de base.

Tenemos una gran oportunidad de oponernos al imperio estadounidense, y el aparato que apoyamos en Israel forma parte de ello. Así que creo que tenemos una gran oportunidad de avanzar y eso me inspira, a pesar del horror que estamos presenciando.

Scott Parkin: Sí, estoy totalmente de acuerdo con eso. Y, hablando de la acción del Puente de la Bahía, hicieron un bloqueo en el puente Golden Gate esta mañana. Lo he visto. Sí. Y en respuesta al bombardeo israelí de Rafah.

Joshua Frank: Sabemos que la oficina del fiscal estará bajo escrutinio ahora si van a procesar a alguien.

Scott Parkin: Esperemos que lo tengan en cuenta. Sólo me queda una pregunta, que en realidad no tiene nada que ver.

Bob Buzzanco: Un gran artículo. Creo que he estudiado las guerras toda mi vida. Y este es un elemento que creo que no está realmente cubierto allí. Yo lo llamo ecocidio, pero se ve esto en Corea, sólo la consecuencia del impacto a largo plazo de los bombardeos sin detonar, bombas sin explotar, y cosas por el estilo. Por lo tanto, esto es importante para salir utilizando los alimentos y el agua como un arma.

Joshua Frank: Sí. Sí. Sí, es el otro día. Creo que en cada genocidio que ha sido documentado, muchos de estos elementos han estado en su lugar.

Bob Buzzanco: Sí, yo estaba enseñando el otro día sobre, los orígenes de la Primera Guerra Mundial y el bloqueo británico, que en 1914 fue una violación del derecho internacional, por lo que han pasado más de 100 años, y los EE.UU. es sólo, claramente rechazado objetivamente las normas internacionales.

Joshua Frank: Sí, absolutamente.

Scott Parkin: Mi última pregunta en realidad no está relacionada con un poco más de una cuestión de medio ambiente / clima, y porque usted tiene su sede en el sur de California, hemos estado viendo estos "ríos atmosféricos" en todo el estado. Pero, el sur de California, particularmente el área de Los Ángeles donde estás, va a ser particularmente golpeada.

De hecho, he visto algunos mensajes tuyos con algunos bonitos con el río, casi parecía que se estaba desbordando si no lo era, y me preguntaba si tienes alguna idea sobre eso, ya que también es tu ritmo también.

Joshua Frank: Creo que lo que estamos presenciando aquí es, estamos viviendo en un mundo de extremos. Nunca. Sabemos que el cambio climático está afectando a muchas cosas diferentes de muchas maneras, pero una de las cosas que ahora sabemos con certeza, creo, es que estos fenómenos meteorológicos van a suceder.

Quizá no más a menudo, pero cuando ocurran, serán más feroces. Y ese es ciertamente el caso de los huracanes. Y creo que en el caso de las sequías que vamos a experimentar, van a ser más extremas. Y casos como el del río atmosférico que acaba de ocurrir aquí abajo fueron más extremos.

Y creo que esta es nuestra nueva norma. Por desgracia, creo que esto hace retroceder la idea de rewilding el río L.A. de alguna manera porque ahora la gente tiene miedo de las inundaciones. Y con razón, pero se mantuvo.

La infraestructura de inundaciones aquí se mantuvo, pero ¿lo hará en el futuro? Si nos golpean de nuevo a la espalda podría ser mucho mayor los impactos de los ríos o tormentas atmosféricas aquí abajo. Nos espera otra. No sé si es un río atmosférico, pero creo que esperamos un par de centímetros más este fin de semana.

Y el suelo está saturado. No hay donde ir. Las laderas se están derrumbando. Muchas de las colinas en y alrededor de Los Ángeles están en gran riesgo. Están teniendo que evacuar algunos de los cañones porque tienen miedo de barro, escombros, y el flujo, y sólo creo que esta es nuestra nueva norma. Y, por supuesto, el sur de California, como Mike Davis escribió tan elocuentemente en la documentación de los desastres ecológicos que enfrentamos.

Fue muy clarividente, ¿verdad? Predijo que íbamos a vivir en una época en la que estas cosas se agravarían. Y creo que estamos en el medio de ella en este momento. Si queremos entender todo esto, creo que debemos volver atrás y leer Ecología del miedo y la élite para el sur de California. Y ver lo que nos espera.

Scott Parkin: Josh, ha sido genial hablar contigo de nuevo hoy."              

(

28/12/23

El coste de dar testimonio... Hay decenas de escritores y fotógrafos palestinos, muchos de los cuales han sido asesinados, que están decididos a hacernos ver el horror de este genocidio... Cuentan al mundo cómo es la guerra, cómo aguantan los que están atrapados en sus fauces de muerte, cómo hay quienes se sacrifican por los demás y quienes no, cómo son el miedo y el hambre, cómo es la muerte. Transmiten los llantos de los niños, los lamentos de dolor de las madres, la lucha diaria frente a la salvaje violencia industrial, el triunfo de su humanidad a través de la suciedad, la enfermedad, la humillación y el miedo... El mal no ha cambiado a lo largo de los milenios. Tampoco la bondad (Chris Hedges, premio Pulitzer)

 "Escribir y fotografiar en tiempos de guerra son actos de resistencia, actos de fe. Afirman la creencia de que un día -un día que los escritores, periodistas y fotógrafos quizá nunca vean- las palabras y las imágenes evocarán empatía, comprensión, indignación y aportarán sabiduría. No sólo narran los hechos, aunque los hechos son importantes, sino también la textura, el carácter sagrado y el dolor de las vidas y comunidades perdidas. Cuentan al mundo cómo es la guerra, cómo aguantan los que están atrapados en sus fauces de muerte, cómo hay quienes se sacrifican por los demás y quienes no, cómo son el miedo y el hambre, cómo es la muerte. Transmiten los llantos de los niños, los lamentos de dolor de las madres, la lucha diaria frente a la salvaje violencia industrial, el triunfo de su humanidad a través de la suciedad, la enfermedad, la humillación y el miedo. Por eso escritores, fotógrafos y periodistas son el blanco de los agresores en la guerra -incluidos los israelíes- para su aniquilación. Son testigos del mal, un mal que los agresores quieren enterrar y olvidar. Desenmascaran las mentiras. Condenan, incluso desde la tumba, a sus asesinos. Desde el 7 de octubre, Israel ha asesinado al menos a 13 poetas y escritores palestinos y al menos a 67 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación en Gaza, y a tres en Líbano.

 Experimenté la inutilidad y la indignación cuando cubrí la guerra. Me preguntaba si había hecho lo suficiente o si merecía la pena arriesgarse. Pero sigues adelante porque no hacer nada es ser cómplice. Informas porque te importa. Haces que sea difícil para los asesinos negar sus crímenes.

Esto me lleva al novelista y dramaturgo palestino Atef Abu Saif. Él y su hijo Yasser, de 15 años, que viven en la Cisjordania ocupada, estaban visitando a su familia en Gaza -donde nació- cuando Israel comenzó su campaña de tierra quemada. Atef no es ajeno a la violencia de los ocupantes israelíes. Tenía dos meses durante la guerra de 1973 y escribe: "He vivido guerras desde entonces. Igual que la vida es una pausa entre dos muertes, Palestina, como lugar y como idea, es un tiempo muerto en medio de muchas guerras".

Durante la Operación Plomo Fundido, el asalto israelí a Gaza en 2008/2009, Atef se refugió en el pasillo de su casa de Gaza durante 22 noches con su mujer, Hanna, y sus dos hijos, mientras Israel bombardeaba y bombardeaba. Su libro "El dron come conmigo: Diarios de una ciudad bajo fuego", es un relato de la Operación Borde Protector, el asalto israelí de 2014 contra Gaza que mató a 1.523 civiles palestinos, entre ellos 519 niños.

"Los recuerdos de la guerra pueden ser extrañamente positivos, porque tenerlos significa que debes haber sobrevivido", señala con sorna.

 Volvió a hacer lo que hacen los escritores, como el profesor y poeta Refaat Alareer, que murió, junto con el hermano de Refaat, su hermana y sus cuatro hijos, en un ataque aéreo contra el edificio de apartamentos de su hermana en Gaza el 7 de diciembre. El Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos afirmó que Alareer fue atacado deliberadamente, "bombardeado quirúrgicamente en todo el edificio". Su asesinato se produjo tras semanas de "amenazas de muerte que Refaat recibió en Internet y por teléfono desde cuentas israelíes". Se había trasladado a casa de su hermana debido a las amenazas.

Refaat, cuyo doctorado versaba sobre el poeta metafísico John Donne, escribió en noviembre un poema titulado "Si debo morir", que se convirtió en su última voluntad y testamento. Ha sido traducido a numerosos idiomas. Una lectura del poema por el actor Brian Cox ha sido vista casi 30 millones de veces.

Si debo morir

tú debes vivir

para contar mi historia

para vender mis cosas

para comprar un trozo de tela

y unas cuerdas,

(que sea blanca y con una larga cola)

para que un niño, en algún lugar de Gaza

mientras mira al cielo a los ojos

esperando a su padre que se marchó en una llamarada

y no se despidió de nadie

ni siquiera a su carne

ni siquiera de sí mismo.

ve la cometa, mi cometa que tú hiciste

volando en lo alto

y piensa por un momento que un ángel está allí

trayendo de vuelta el amor.

Si debo morir...

que traiga esperanza

que sea un cuento.

 Atef, que una vez más se encuentra viviendo en medio de las explosiones y la carnicería de los proyectiles y bombas israelíes, publica tenazmente sus observaciones y reflexiones. Sus relatos son a menudo difíciles de transmitir debido al bloqueo israelí de Internet y del servicio telefónico. Han aparecido en The Washington Post, The New York Times, The Nation y Slate.

El primer día del bombardeo israelí, un amigo, el joven poeta y músico Omar Abu Shawish, muere, al parecer en un bombardeo naval israelí, aunque informes posteriores dirían que murió en un ataque aéreo cuando se dirigía al trabajo. Atef se pregunta por los soldados israelíes que lo vigilan a él y a su familia con "sus lentes infrarrojos y sus fotografías por satélite". ¿Pueden "contar las barras de pan que hay en mi cesta, o el número de bolas de falafel que hay en mi plato?", se pregunta. Observa a las multitudes de familias aturdidas y confusas, con sus casas en escombros, cargando "colchones, bolsas de ropa, comida y bebida". Se queda mudo ante "el supermercado, la casa de cambio, la tienda de falafel, los puestos de fruta, la perfumería, la tienda de dulces, la juguetería... todo quemado".

"Había sangre por todas partes, junto con trozos de juguetes de niños, latas del supermercado, fruta destrozada, bicicletas rotas y frascos de perfume hechos añicos", escribe. "El lugar parecía el dibujo al carbón de una ciudad abrasada por un dragón".

 "Fui a la Casa de la Prensa, donde los periodistas descargaban frenéticamente imágenes y redactaban informes para sus agencias. Estaba sentado con Bilal, el jefe de prensa, cuando una explosión sacudió el edificio. Las ventanas se hicieron añicos y el techo se desplomó sobre nosotros en pedazos. Corrimos hacia el vestíbulo central. Uno de los periodistas sangraba, golpeado por los cristales. Al cabo de 20 minutos, salimos a inspeccionar los daños. Me di cuenta de que las decoraciones del Ramadán seguían colgadas en la calle".

"La ciudad se ha convertido en un páramo de escombros y cascotes", escribe Atef, ministro de Cultura de la Autoridad Palestina desde 2019, en los primeros días del bombardeo israelí de la ciudad de Gaza. "Hermosos edificios caen como columnas de humo. A menudo pienso en la vez que me dispararon de niño, durante la primera intifada, y en cómo mi madre me contó que en realidad morí durante unos minutos antes de volver a la vida. Quizá pueda hacer lo mismo esta vez, creo".

Deja a su hijo adolescente con familiares.

"La lógica palestina es que, en tiempos de guerra, todos debemos dormir en lugares diferentes, de modo que si una parte de la familia es asesinada, otra parte viva", escribe. "Las escuelas de la ONU están cada vez más abarrotadas de familias desplazadas. La esperanza es que la bandera de la ONU les salve, aunque en guerras anteriores no ha sido así".

 El martes 17 de octubre escribe:

  "Veo acercarse la muerte, oigo sus pasos cada vez más fuertes. Acabemos de una vez, pienso. Es el undécimo día del conflicto, pero todos los días se han fundido en uno: el mismo bombardeo, el mismo miedo, el mismo olor. En las noticias, leo los nombres de los muertos en el teletipo de la parte inferior de la pantalla. Espero a que aparezca mi nombre.

    Por la mañana, suena mi teléfono. Era Rulla, una pariente de Cisjordania, que me decía que había oído que se había producido un ataque aéreo en Talat Howa, un barrio del sur de la ciudad de Gaza donde vive mi primo Hatem. Hatem está casado con Huda, la única hermana de mi mujer. Vive en un edificio de cuatro plantas en el que también viven su madre, sus hermanos y sus familias.

    Llamé a los alrededores, pero el teléfono de nadie funcionaba. Caminé hasta el Hospital al-Shifa para leer los nombres: Las listas de muertos se pegan a diario en el exterior de un depósito de cadáveres improvisado. Apenas podía acercarme al edificio: Miles de gazatíes habían hecho del hospital su hogar; sus jardines, sus pasillos, cada espacio vacío o rincón libre tenía una familia dentro. Desistí y me dirigí a casa de Hatem.

  Treinta minutos después, estaba en su calle. Rulla tenía razón. El edificio de Huda y Hatem había sido alcanzado sólo una hora antes. Ya habían recuperado los cadáveres de su hija y su nieto; la única superviviente conocida era Wissam, otra de sus hijas, que había sido trasladada a la UCI. Wissam había pasado directamente por el quirófano, donde le habían amputado las dos piernas y la mano derecha. El día anterior se había graduado en la escuela de arte. Tendrá que pasar el resto de su vida sin piernas y con una sola mano. "¿Y los demás?" pregunté a alguien.

    "No los encontramos", me contestaron.

    Entre los escombros, gritamos: "¿Hola? ¿Alguien nos oye?". Gritamos los nombres de los desaparecidos, con la esperanza de que alguno estuviera vivo. Al final del día habíamos encontrado cinco cadáveres, entre ellos el de un bebé de tres meses. Fuimos al cementerio a enterrarlos.

    Por la noche, fui a ver a Wissam al hospital; apenas estaba despierta. Al cabo de media hora, me preguntó: "Khalo [tío], estoy soñando, ¿verdad?".

    Le respondí: "Todos estamos en un sueño".

    "¡Mi sueño es aterrador! ¿Por qué?"

    "Todos nuestros sueños son terroríficos".

    Tras 10 minutos de silencio, dijo: "No me mientas, Khalo. En mi sueño, no tengo piernas. Es verdad, ¿no? ¿No tengo piernas?"

    "Pero dijiste que era un sueño".

    "No me gusta este sueño, Khalo."

     Tuve que irme. Durante 10 largos minutos, lloré y lloré. Abrumado por los horrores de los últimos días, salí del hospital y me encontré vagando por las calles. Pensé distraídamente que podríamos convertir esta ciudad en un plató de películas de guerra. Películas de la Segunda Guerra Mundial y del fin del mundo. Podríamos alquilarla a los mejores directores de Hollywood. El fin del mundo a la carta. ¿Quién podría tener el valor de decirle a Hanna, tan lejos en Ramallah, que su única hermana había sido asesinada? ¿Que habían matado a su familia? Telefoneé a mi colega Manar y le pedí que fuera a nuestra casa con un par de amigos e intentara retrasar que le llegara la noticia. "Miéntele", le dije a Manar. "Di que el edificio fue atacado por F-16 pero que los vecinos creen que Huda y Hatem estaban fuera en ese momento. Cualquier mentira que pueda ayudar".

Desde el cielo flotan octavillas en árabe lanzadas por helicópteros israelíes. Anuncian que cualquiera que permanezca al norte de la vía fluvial del Wadi será considerado colaborador del terrorismo, "lo que significa", escribe Atef, "que los israelíes pueden disparar en cuanto los vean". Se corta la electricidad. La comida, el combustible y el agua empiezan a escasear. Los heridos son operados sin anestesia. No hay analgésicos ni sedantes. Visita a su sobrina Wissam, atormentada por el dolor, en el hospital al-Shifa, que le pide una inyección letal. Dice que Alá la perdonará.

"Pero no me perdonará, Wissam".

"Voy a pedírselo, en tu nombre", dice ella.

 Tras los ataques aéreos, se une a los equipos de rescate "bajo el zumbido como de grillos de drones que no podíamos ver en el cielo". Un verso de T.S Eliot, "un montón de imágenes rotas", pasa por su cabeza. Los heridos y muertos son "transportados en bicicletas de tres ruedas o arrastrados en carros por animales".

"Recogemos trozos de cuerpos mutilados y los juntamos sobre una manta; encuentras una pierna aquí, una mano allá, mientras que el resto parece carne picada", escribe. "En la última semana, muchos gazatíes han empezado a escribir sus nombres en las manos y las piernas, con bolígrafo o rotulador permanente, para que puedan ser identificados cuando les llegue la muerte. Esto puede parecer macabro, pero tiene mucho sentido: Queremos que se nos recuerde, que se cuenten nuestras historias, buscamos dignidad. Como mínimo, nuestros nombres figurarán en nuestras tumbas. El olor de los cadáveres no recuperados bajo las ruinas de una casa siniestrada la semana pasada permanece en el aire. Cuanto más tiempo pasa, más fuerte es el olor".

Las escenas a su alrededor se vuelven surrealistas. El 19 de noviembre, día 44 del asalto, escribe:

 "Un hombre cabalga hacia mí con el cuerpo de un adolescente muerto colgado de la silla. Parece que es su hijo, tal vez. Parece una escena de una película histórica, sólo que el caballo está débil y apenas puede moverse. No ha vuelto de ninguna batalla. No es un caballero. Sus ojos están llenos de lágrimas mientras sostiene la pequeña fusta en una mano y la brida en la otra. Tengo el impulso de fotografiarle, pero de repente me asquea la idea. No saluda a nadie. Apenas levanta la vista. Está demasiado consumido por su propia pérdida. La mayoría de la gente utiliza el antiguo cementerio del campo; es el más seguro y, aunque técnicamente hace tiempo que está lleno, han empezado a cavar tumbas menos profundas y a enterrar a los nuevos muertos encima de los antiguos, manteniendo unidas a las familias, por supuesto."

El 21 de noviembre, tras los constantes bombardeos de los tanques, decide huir del barrio de Jabaliya, en el norte de Gaza, hacia el sur, con su hijo y su suegra, que está en silla de ruedas. Deben pasar por los puestos de control israelíes, donde los soldados seleccionan al azar a hombres y niños de la fila para detenerlos.

"Decenas de cadáveres están esparcidos a ambos lados de la carretera", escribe. "Pudriéndose, parece, en el suelo. El olor es horrible. Una mano se extiende hacia nosotros desde la ventanilla de un coche calcinado, como pidiendo algo, a mí en concreto. Veo lo que parecen dos cuerpos sin cabeza en un coche: miembros y partes preciosas del cuerpo tiradas y abandonadas a su suerte".

Le dice a su hijo Yasser: "No mires. Sigue andando, hijo".

 A principios de diciembre, un ataque aéreo destruye la casa de su familia.

"La casa en la que crece un escritor es un pozo del que sacar material. En cada una de mis novelas, cuando quería representar una casa típica del campo, evocaba la nuestra. Cambiaba un poco los muebles de sitio, cambiaba el nombre del callejón, pero ¿a quién quería engañar? Siempre era nuestra casa".

"Todas las casas de Jabalya son pequeñas. Están construidas al azar, al azar, y no están hechas para durar. Estas casas sustituyeron a las tiendas en las que vivían palestinos como mi abuela Eisha tras los desplazamientos de 1948. Quienes las construyeron siempre pensaron que pronto regresarían a las hermosas y espaciosas casas que habían dejado atrás en las ciudades y pueblos de la Palestina histórica. Ese regreso nunca se produjo, a pesar de nuestros muchos rituales de esperanza, como guardar la llave de la antigua casa familiar. El futuro sigue traicionándonos, pero el pasado es nuestro".

"Aunque he vivido en muchas ciudades del mundo y visitado muchas más, esa pequeña y destartalada morada fue el único lugar en el que me sentí como en casa", continúa. "Amigos y colegas siempre me preguntaban: ¿Por qué no vives en Europa o América? Tienes la oportunidad. Mis alumnos respondían: ¿Por qué has vuelto a Gaza? Mi respuesta era siempre la misma: 'Porque en Gaza, en un callejón del barrio Saftawi de Jabalya, hay una casita que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo'. Si el día del juicio final Dios me preguntara adónde me gustaría que me enviaran, no dudaría en decir: 'A casa'. Ahora no hay hogar".

Atef está ahora atrapado en el sur de Gaza con su hijo. Su sobrina fue trasladada a un hospital de Egipto. Israel sigue golpeando Gaza con más de 20.000 muertos y 50.000 heridos. Atef sigue escribiendo.

La historia de la Navidad es la historia de una mujer pobre, embarazada de nueve meses, y su marido obligados a abandonar su hogar en Nazaret, en el norte de Galilea. El poder ocupante romano les ha exigido que se inscriban en el censo a 90 millas de distancia, en Belén. Cuando llegan no hay habitaciones. Ella da a luz en un establo. El rey Herodes, que se ha enterado por los Magos del nacimiento del Mesías, ordena a sus soldados que cacen y asesinen a todos los niños menores de dos años de Belén y sus alrededores. Un ángel advierte a José en sueños que huya. La pareja y el niño escapan al amparo de la oscuridad y recorren 65 kilómetros hasta Egipto. 

A principios de los años ochenta estuve en un campo de refugiados guatemaltecos que habían huido de la guerra a Honduras. Los campesinos y sus familias, que vivían en la inmundicia y el barro, con sus aldeas y casas quemadas o abandonadas, decoraban sus tiendas con tiras de papel de colores para celebrar la Masacre de los Inocentes.

"¿Por qué es un día tan importante?". pregunté.

"Fue en este día cuando Cristo se convirtió en refugiado", respondió un campesino.

La historia de Navidad no se escribió para los opresores. Fue escrita para los oprimidos. Estamos llamados a proteger a los inocentes. Estamos llamados a desafiar al poder ocupante. Atef, Refaat y otros como ellos, que nos hablan a riesgo de morir, se hacen eco de este mandato bíblico. Hablan para que no callemos. Hablan para que tomemos estas palabras e imágenes y las mostremos a los principados del mundo -los medios de comunicación, los políticos, los diplomáticos, las universidades, los ricos y privilegiados, los fabricantes de armas, el Pentágono y los grupos de presión israelíes- que están orquestando el genocidio en Gaza. El Cristo niño no yace hoy sobre paja, sino sobre un montón de hormigón roto.

El mal no ha cambiado a lo largo de los milenios. Tampoco la bondad."         

(Chris Hedges, Premio Pulitzer, fue corresponsal extranjero durante quince años para The New York Times, donde se desempeñó como jefe de la oficina de Medio Oriente, Brave New Europe, 27/12/23; traducción DEEPL)

17/12/23

No digas “guerra contra Hamas”, di “masacre”: el libro de estilo de El Salto para informar sobre Palestina

 "Las palabras importan. Los términos elegidos pueden llegar a decir más que una información presentada con aparente neutralidad. Las palabras aportan marco, contexto, otorgan o quitan legitimidad y muestran el posicionamiento del medio. ¿Es “terrorista” una persona que dispara desde un edificio en ruinas en Gaza contra los tanques israelíes que avanzan sobre su ciudad?

Un medio crítico debe reflexionar sobre las palabras que utiliza. En este pequeño libro de estilo, desde la Redacción de El Salto hacemos un esfuerzo por señalar las expresiones y los términos que queremos evitar o, por lo menos, no utilizar sin una reflexión previa. Y también destacar aquellas fórmulas que resultan más ajustadas a la posición que El Salto quiere adoptar en el mayor ataque del Estado israelí sobre la población de Palestina de la historia y el mayor crimen de lesa humanidad de las últimas décadas.

Guerra contra Hamas

Aunque esta ofensiva israelí ha sido desencadenada por el ataque de Hamas del 7 de octubre, el trasfondo de esta masacre es la ocupación de los territorios palestinos. Y hace mucho que la operación israelí se ha convertido en una operación de venganza y castigo “cruel y desproporcionada”, según reconocen los propios ministros de Netanyahu, contra toda la población palestina, y no solo la de Gaza. No es correcto hablar de una guerra entre Israel y Hamas. Este partido islámico gobierna la franja desde 2006, al igual que la ultranacionalista y supremacista coalición de Netanyahu liderada por el Likud lo hace en Israel. Sería ridículo hablar de “guerra entre el Likud y Hamas”, decía Manu Levin en Canal Red. Sostener que el objetivo de la operación militar israelí es “acabar con Hamas” es pura propaganda y contradice las acciones y las intenciones declaradas por el propio Gobierno israelí.

Terrorista, atentados

Grandes medios españoles y extranjeros —al igual que buena parte de los países del mundo— llaman “terrorista” a Hamas y a otros grupos palestinos que luchan contra la ocupación israelí. En contraposición, el propio Papa Francisco ha dicho que lo que está haciendo Israel en Gaza “no es una guerra, es terrorismo”. 

El uso del término “terrorista”, tanto como sustantivo como adjetivo, marca la posición del medio en cualquier conflicto y deja en una segunda posición el relato de las acciones o las razones de uno u otro bando. La BBC británica prefiere el uso de los términos “militantes”, “milicianos” o “combatientes”. El Salto comparte esta visión y no utilizará la palabra “terrorista” ni para los grupos armados palestinos ni para la Fuerzas de Defensa de Israel ni para los ataques de los colonos. Tampoco utilizaremos la palabra “atentados” para los ataques israelíes o palestinos. En ambos casos, nos referiremos a los responsables de los ataques con sus nombres sin adjetivos relatando con hechos y fuentes contrastadas las violaciones a los derechos humanos cometidas.

Guerra, catástrofe humanitaria y masacre

Una guerra da a entender que hay dos o más bandos activos, con capacidad de ataque y/o defensa que están causando bajas o daños humanos o materiales considerables en su enemigo. En el caso de Palestina, no existe un Estado y un ejército organizado como tal y tras el ataque de Hamas, el número de víctimas israelíes se ha estancado y solo ha habido algunos cientos de soldados israelíes abatidos en su avance por la Franja de Gaza —aunque hay que tomar este dato con cautela, ya que la propaganda israelí está intentando minimizar el alcance de la resistencia palestina a la invasión y el número de bajas israelíes—.

Aunque la defensa de un territorio que está siendo ocupado podría entrar dentro de la categoría de guerra y hay que procurar no quitar agencia a Hamas y el pueblo palestino en la protección de su territorio, hablar de “guerra” sin mayor reflexión o intención nos puede llevar a un reflejo distorsionado de la realidad. El uso de la expresión “catástrofe humanitaria” lava las culpas del Estado de Israel y de sus aliados internacionales de las consecuencias de un operativo militar que no tiene nada de “natural”. 

Creemos que es mucho más ajustado hablar de masacre, matanza o incluso genocidio, limpieza étnica o campaña de exterminio. Nunca desde el nacimiento del Estado de Israel se habían producido tantos asesinatos de civiles en tan poco tiempo. Para no abusar del término “guerra” podemos hablar de “ofensiva israelí”, “operación de venganza”, “operación de castigo” o “invasión de Gaza”. Y si queremos utilizar el término “guerra”, sería interesante acompañarlo de algún matiz: “guerra contra Gaza” o “guerra contra la población palestina”.  A la hora de elegir estos términos conviene no olvidar que el ataque israelí también ha alcanzado Cisjordania, donde se han multiplicado los asesinatos y detenciones, y al sur del Líbano.

Para enmarcar y dar contexto a lo que está ocurriendo en Palestina, en El Salto preferimos hablar de “ocupación israelí” o apartheid, porque es Israel el Estado que somete a un pueblo con un uso de la fuerza totalmente desproporcional y con prácticas que suponen un apartheid contra la población palestina, como los checkpoints o el encarcelamiento de palestinos sin seguridad jurídica, que van más allá de la escalada de bombardeos que han realizado en las últimas semanas.

Muertes, asesinatos y bajas

Se pueden utilizar ambos, teniendo en cuenta que el término “asesinato” incluye un matiz condenatorio. Las muertes violentas de civiles a manos de grupos armados o cualquier ejército merecen condena por lo que se podría utilizar el término “asesinato”, pero también el de “muertes”, para evitar redundancias, eso sí, siempre con una referencia a quien ha provocado esa muerte (p. ej. “El ejército israelí causa 14.500 muertes en 50 días”). Tampoco es recomendable hablar de “bajas” en el lado palestino, ya que este término se utiliza para soldados muertos en conflicto.

Muerte de mujeres y niños

Hay que evitar en los recuentos de víctimas generales hablar de víctimas mujeres junto con las víctimas de niños y niñas (p. ej. “El ataque israelí ha provocado 200 muertos, un tercio de ellos mujeres y niños”). Lleva a una infantilización y pérdida de agencia de las mujeres —¿no puede haber mujeres que tomen las armas para enfrentar la ocupación israelí?—, a sugerir que la muerte de varones adultos es menos terrible y contribuye a afianzar la idea de que todo hombre palestino es un terrorista en potencia y por tanto su muerte está más que justificada. 

Esto no quita que se puedan hacer menciones o artículos concretos sobre cómo está afectando la ofensiva israelí en las mujeres o incluir un párrafo sobre el número de mujeres víctimas. El problema reside en los recuentos conjuntos entre mujeres y niños.

Evacuación

En El Salto no utilizamos la palabra “evacuación” para referirnos al desplazamiento de casi la totalidad de palestinos de Gaza que han perdido sus hogares o han huido por la amenaza de las bombas. Una evacuación es un proceso ordenado, voluntario y realizado con criterios humanitarios. Lo que está ocurriendo en Gaza solo puede describirse como un “éxodo forzado”, “desplazamiento” o “expulsión”, siempre indicando que se trata de una acción realizada bajo coacción, amenazas y violencia. 

Rehenes

La categorización de las personas cautivas entre “prisioneros” o “rehenes” supone una toma de partido de cualquier medio o declaración pública. Los medios suelen utilizar el concepto “prisionero”, “detenido” o “preso” cuando la detención se produce en el bando propio o aliado (en este caso Israel), al que se le otorga legitimidad. Esta terminología da a entender que estas personas fueron detenidas siguiendo los procedimientos judiciales y respetando los derechos humanos y procesales del detenido, cuando en el caso de los presos palestinos sabemos que muchas veces no es así. Por el contrario, los medios utilizan el término “rehén” cuando la detención la realiza el grupo o bando enemigo, independientemente de si tiene o no un poder estatal constituido. En términos estrictos, un rehén es una persona capturada para realizar un intercambio o conseguir algo a cambio de su liberación.

Sin embargo, el abuso de este término y la evidencia de que Israel también utiliza prisioneros palestinos para realizar intercambios, ha llevado a El Salto a la decisión de no utilizar el término “rehén” en ninguno de los dos casos. En su lugar hablaremos, en ambos bandos, de personas capturadas, detenidos o prisioneros. Hay que tener mucho cuidado con el uso del término “preso”, porque denota el cumplimiento de una condena o la purga de un delito que, tanto en el caso de los capturados por Hamas como los detenidos palestinos que se oponen a la ocupación israelí, es más que discutible. En el caso palestino, se puede utilizar el término “presos políticos”.

Tregua

Se conoce como “tregua” al cese temporal de hostilidades. Las acciones de Hamas tuvieron lugar el 7 de octubre y desde entonces el grueso de los ataques son de Israel, que está bombardeando y masacrando al pueblo palestino. Desde entonces, el uso de la fuerza por parte de la población y los grupos palestinos es meramente defensivo. Conviene no hablar de tregua cuando no hay ataques entre dos partes, no hay dos ejércitos bombardeando cada territorio y el uso de la fuerza entre ambas partes es totalmente desigual. Resulta más ajustado hablar de “alto al fuego temporal” o “suspensión de los ataques”. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que Hamas es un actor activo en el conflicto y, junto con otros grupos políticos y armados, están intentando frenar el avance del ejército israelí, aunque sus recursos son muy limitados y las bajas israelíes son ínfimas comparadas con las personas asesinadas entre la población palestina. 

Estado judío, ejército judío, gobierno judío, lobby judío

El Estado de Israel es laico por lo que sería incorrecto y peligroso utilizar los términos “Estado judío”, “ejército judío” o “Gobierno judío”. La palabra “judío” no es sinónimo de “israelí” y en El Salto preferimos la redundancia antes de identificar las prácticas de un gobierno y un Estado concreto con los millones de personas que practican el judaísmo o que se sienten enmarcados en la identidad judía en todo el mundo y que no concuerdan necesariamente con las política de apartheid y de exterminio del Estado israelí. La utilización de la palabra “sionista” (“el gobierno sionista”, “el Estado sionista”, el “lobby sionista”) sería más exacta si se quieren evitar redundancias excesivas, teniendo en cuenta que hay sectores minoritarios dentro de Israel que no se consideran sionistas. 

En esta y otras crisis no pretendemos ser objetivos ni contar “grandes verdades” sino poner en valor el punto de vista de los pueblos frente a los Estados y los ejércitos, de quienes sufren y luchan contra la opresión. Y para eso hay que sopesar no solo lo que decimos sino también cómo lo decimos. (...)"              ( Editorial El Salto, 12 dic 2023)

28/11/23

Cómo un eslogan se convirtió en noticia más importante que el asesinato de bebés en Gaza... Los informes de los medios occidentales sobre la guerra entre Israel y Palestina revelan un conjunto de prioridades que sólo pueden entenderse como “una jerarquía racista de preocupaciones”... Mientras los soldados israelíes rodeaban el hospital de Al Shifa, en el norte de Gaza, preparándose para asaltarlo, decenas de bebés prematuros habían sido sacados de sus incubadoras. El hospital ya no tenía energía para hacer funcionar las máquinas. Varios ya habían muerto... Pero los editores de News at Six de la BBC decidieron comenzar la cobertura en el extranjero no con los bebés que mueren a causa de la retención de combustible por parte de Israel, sino con la historia del hermano de un británico-israelí que había muerto durante el ataque de Hamás del 7 de octubre, quién se preguntaba si era seguro para él permanecer en Gran Bretaña... Según el informe, este sentimiento era compartido por muchos otros judíos... Los temores de los judíos son más importantes que las muertes reales de palestinos, incluso las de bebés

 "La noticia principal de la BBC del 13 de noviembre debería haber sido una obviedad. Mientras los soldados israelíes rodeaban el hospital de Al Shifa, en el norte de Gaza, preparándose para asaltarlo, decenas de bebés prematuros habían sido sacados de sus incubadoras. El hospital ya no tenía energía para hacer funcionar las máquinas.

Imágenes angustiosas mostraban a los bebés acurrucados en un corral improvisado, forrado de papel de aluminio, temblando de frío. Varios ya habían muerto.

El simbolismo era difícil de pasar por alto. Los civiles de Gaza también estaban apiñados, después de que Israel bombardeara sus casas hasta reducirlas a escombros y les ordenara desplazarse hacia el sur. Estaban expuestos y vulnerables a la ira de Israel. Y cada vez morían más.

La historia de los bebés era desgarradora y exasperante. Naciones Unidas había advertido repetidamente a Israel de que ésta sería una de las terribles consecuencias de su castigo colectivo a la población de Gaza, negándole el combustible necesario para generar electricidad. Israel simplemente ignoró las advertencias.

Pero los editores de News at Six de la BBC decidieron comenzar la cobertura en el extranjero no con los bebés que mueren a causa de la retención de combustible por parte de Israel, sino con una historia del otro lado de la línea divisoria. Debió de ser uno de los juicios informativos más perversos que se recuerdan. 

En su lugar, la BBC tituló con el hermano de un británico-israelí que había muerto durante el ataque de Hamás del 7 de octubre. Para entonces, el atentado ya había tenido lugar hacía más de un mes, lo que incluso la BBC parecía entender que no podía justificar la retirada de los bebés moribundos de la primera sección de noticias extranjeras.

Se necesitaba un ángulo mejor. Y fue éste: la BBC informó de que el hermano se preguntaba cada vez más si era seguro para él permanecer en Gran Bretaña. Según el informe, este sentimiento era compartido por muchos otros judíos.

Paradójicamente, la implicación era que para los judíos británicos podría ser una alternativa más segura trasladarse a Israel, a pesar de las semanas de cobertura occidental destacando los temores de los israelíes sobre su vulnerabilidad tras el ataque de Hamás. ¿Creía realmente este británico que estaría más seguro en el mismo Estado en el que su hermano acababa de ser asesinado en una atrocidad masiva? El periodista de la BBC no planteó la pregunta.

Jerarquía de preocupaciones

¿Qué pruebas citó el hermano para justificar sus temores? Dijo a la BBC que las marchas en el Reino Unido a favor de Gaza le parecían perturbadoras e intimidatorias. Cánticos como "Del río al mar, Palestina será libre" eran, observó, prueba de un antisemitismo arraigado y creciente en la sociedad británica.

El problema no es sólo que muchos judíos británicos supongan que el Reino Unido tiene un problema de antisemitismo, basándose en una interpretación muy dudosa del significado del cántico. Es que los medios de comunicación establecidos se hacen eco de ese malentendido y lo tratan como algo más noticiable que el asesinato de bebés palestinos por parte de Israel, con la bendición del gobierno británico.

Es sólo una ilustración de un patrón de información de los medios de comunicación occidentales que sesgan sus prioridades de noticias de manera que revelan una jerarquía racista de preocupación. Los temores de los judíos son más importantes que las muertes reales de palestinos, incluso las de bebés.

La hipocresía es especialmente difícil de digerir, dada una justificación central israelí para su posterior alboroto genocida a través de Gaza. Israel promovió la afirmación de que Hamás había decapitado a 40 bebés israelíes el 7 de octubre, una historia que fue ampliamente difundida como un hecho, a pesar de que nunca se presentaron pruebas de ello.

Los medios de comunicación han revisado los acontecimientos del 7 de octubre durante semanas, tratando desesperadamente de encontrar nuevos ángulos para mantener una sensación de "equilibrio" en el sufrimiento de ambas partes. Pero, como subraya la degradación de la historia de los bebés de Al Shifa, la cobertura del trauma de Israel a menudo se hace a expensas de la información sobre el tormento mucho peor, y actual, al que se enfrentan los palestinos.

En las noticias de la BBC del 20 de noviembre, por ejemplo, una historia sobre la agonía de las familias de los rehenes israelíes tuvo tres veces más tiempo dedicado a ella que a la difícil situación de los palestinos en Gaza - en un día en que Israel atacó otro hospital, el Indonesio, y llovieron más bombas sobre civiles palestinos.

También resulta extraño que, cuando los medios de comunicación se ocupan del sufrimiento de los rehenes, apenas aludan al hecho de que la parte más aterradora del calvario de los rehenes es estar sometidos a la misma campaña de bombardeos israelíes a la que se enfrentan los palestinos.

La intensa atención prestada a la difícil situación de los rehenes en manos de Hamás contrasta sorprendentemente con la total falta de interés, tanto histórico como actual, por los propios rehenes de Israel: las mujeres y niños palestinos, a menudo capturados por soldados enmascarados en mitad de la noche, que están encerrados en cárceles israelíes, donde rara vez, o nunca, pueden ver a su familia.

Aunque los medios de comunicación se refieren a ellos simplemente como "prisioneros", han sido encarcelados sin juicio o procesados en tribunales militares con un índice de condenas de casi el 100%.         

Otro hecho innombrable es que los corresponsales de guerra occidentales, tan dispuestos a arriesgar sus vidas por un reportaje en Irak, Afganistán y Siria, se mantienen fuera de Gaza o se incorporan al ejército israelí, y no sólo porque Israel les ordene permanecer fuera. Si quisieran, podrían encontrar la forma de entrar.            

Sus medios de comunicación se niegan a dejarles entrar porque saben que la campaña de bombardeos de Israel es tan despiadada, tan poco selectiva, tan impredecible, que habría demasiado peligro de que sus reporteros resultaran heridos o muertos.

Este hecho debería formar parte de la noticia. Pero eso exigiría dar la vuelta al marco narrativo que sustenta la información occidental.  

Estas decisiones editoriales sólo tienen sentido porque en Occidente domina un clima político fabricado. Israel y los israelíes, incluso los soldados israelíes que imponen el régimen de apartheid, son tratados como inocentes, mientras que los palestinos de a pie, incluso los bebés, son retratados como cómplices de la barbarie sin sentido de la que se acusa a Hamás.

Las propias premisas de la cobertura occidental borran de la pizarra décadas de brutal ocupación israelí y asentamientos judíos ilegales en territorio palestino, así como un inhumano asedio de 16 años a Gaza. En la cobertura mediática, se han invertido los papeles de ocupante y ocupado, de depredador y presa, de maltratador y víctima. 

¿Cánticos de odio?

Sólo así puede entenderse el furor que sigue causando el cántico, que se consideró más noticiable que los temerarios abusos de Israel y el peligro que supone para los bebés prematuros.

Poco antes de ser destituida como ministra del Interior, Suella Braverman pidió que el gobierno criminalizara como incitación al odio lemas como "Del río al mar, Palestina será libre". Anteriormente había pedido que se prohibiera la bandera palestina en las manifestaciones.

La suya dista mucho de ser una opinión canalla. Este mes se ha informado de que el gobierno está considerando seriamente prohibir los eslóganes de protesta contra los bombardeos de Gaza, por considerarlos apoyo al terrorismo.

Lord Carlile, que supervisó la redacción de la Ley de Terrorismo de 2006, respaldó la idea, argumentando que los manifestantes que corearan "Del río al mar" deberían ser procesados.

Como era de esperar, bajo el liderazgo del laborista Keir Starmer, existe un apoyo bipartidista a la represión de cualquier muestra de solidaridad con los palestinos. El diputado Andy McDonald fue suspendido del partido parlamentario por pedir igualdad para israelíes y palestinos, presumiblemente porque añadió la frase "entre el río y el mar".

Al parecer, cualquier mención de esa frase, en cualquier contexto, equivale a apoyar el exterminio de israelíes o judíos.

Incluso el supuesto "absolutista de la libertad de expresión" Elon Musk, propietario de X (antes Twitter), cayó en esta patraña. Calificó de "eufemismo" frases como "Del río al mar", añadiendo que "implican necesariamente genocidio". Amenazó con suspender a los usuarios que repitieran el eslogan.

Este razonamiento es completamente absurdo, además de tremendamente incoherente.

 Deshumanización

Lo cierto es que la frase ha sido adoptada durante muchas décadas por todos aquellos que en la región, en ambos bandos, imaginan un Estado único en la región, para bien o para mal.

Esto nos lleva a otra de esas abundantes paradojas mediáticas.

Los medios de comunicación se han opuesto enérgicamente a calificar de genocidio las acciones de Israel. Sin embargo, durante décadas, la carta oficial del partido gobernante en Israel, el Likud, se ha referido a la zona "Entre el mar y el [río] Jordán".

Y a diferencia de los manifestantes de Gaza, la carta del Likud sí implica una intención genocida, especialmente teniendo en cuenta el actual desenfreno de Israel. Declara: "Entre el mar y el Jordán sólo habrá soberanía israelí".

Esta es la raíz del lenguaje deshumanizador utilizado por el primer ministro Benjamin Netanyahu y sus ministros. Han llamado a los palestinos "animales humanos" y "Amalek", el enemigo de los israelitas que había que destruir, incluidas mujeres y niños.

En cambio, cuando los manifestantes corean "Del río al mar", no rechazan a los israelíes ni a los judíos, sino el carácter de apartheid de Israel. Reconocen que los gobiernos israelíes ya han creado un Estado único en las tierras que fueron la Palestina histórica, y en el que los distintos grupos étnicos están segregados y se les conceden derechos diferentes.

La exigencia de que la libertad llegue a "Palestina", en lugar de a Israel, no implica que se perjudique a los israelíes. Ofrece una visión de igualdad para ambos pueblos en la misma tierra, superando a un Estado de Israel nacido como proyecto colonial europeo, diseñado para expulsar a los palestinos de su patria.

El canto reconoce que no hay posibilidad de hacer la paz con Israel debido a su encarnación estructural del supremacismo étnico. En su lugar, reclama un proceso de descolonización -el desmantelamiento de los asentamientos ilegales y la revocación de los derechos segregados- como ocurrió con el fin del dominio blanco en Sudáfrica. Reconoce que la descolonización es incompatible con las premisas ideológicas sobre las que se funda Israel.

Las protestas de Gaza no son marchas del odio. Son marchas para poner fin a décadas de colonización israelí que han culminado en la deshumanización de los palestinos y en un genocidio en Gaza. 

Campaña de desprestigio

Sería preferible pensar que los esfuerzos por criminalizar la solidaridad con los palestinos mientras sufren una limpieza étnica y un genocidio derivan de una confusión.

Las pruebas, sin embargo, sugieren lo contrario. En su tuit, Musk identificó no sólo el cántico sino cualquier esfuerzo hacia la "descolonización" -en su sentido más simple, el derribo de los asentamientos judíos ilegales construidos en tierra palestina ocupada- como un eufemismo de genocidio.

En esta cruda valoración de suma cero, aparentemente compartida por medios de comunicación como la BBC, así como por el gobierno británico y el Partido Laborista, la dignidad y la libertad de los palestinos se consideran incompatibles con la supervivencia de los israelíes.

Esto también forma parte de un patrón. Incluso antes del 7 de octubre, la clase política y mediática británica había emprendido una campaña contra la solidaridad con los palestinos, equiparándola al antisemitismo.

El movimiento no violento para boicotear a Israel -para acabar con el supremacismo judío encarnado por la carta del Likud y prevenir los acontecimientos que vemos hoy en Gaza sin recurrir a cohetes y armas- fue tachado de antisemitismo.

Señalar que Israel es un Estado de apartheid que gobierna sobre los palestinos, como reconocen ahora todos los principales grupos de derechos humanos, también fue tachado de antisemitismo.

Esa campaña alcanzó su punto más bajo con la difamación maliciosa como antisemitas del ex líder laborista Jeremy Corbyn y de cientos de miles de activistas de solidaridad con Palestina en el Reino Unido.

Más claramente que nunca, esta historia reciente debería perturbarnos profundamente.

Tiene un paralelismo con los acontecimientos en la propia Gaza. Durante años, los palestinos intentaron protestar de forma no violenta contra el bloqueo. Se concentraron en la valla que simboliza el asedio de su enclave, pero fueron recibidos con disparos de francotiradores del ejército israelí. Sus protestas fueron calificadas de terrorismo.

Enviaron por encima de esa misma valla globos incendiarios que prendieron fuego a los campos vecinos en las tierras de las que los palestinos fueron limpiados hace décadas para crear lo que hoy llamamos Israel. Este llamamiento a la visibilidad, este acto molesto para llamar la atención, también fue denunciado como terrorismo.

Y mientras tanto, los habitantes de Gaza veían cómo la Autoridad Palestina de Cisjordania fracasaba estrepitosamente en sus intentos de diplomacia internacional. Se condenaron los intentos de llevar a Israel ante el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra, incluida la construcción de asentamientos ilegales. Supuestamente suponían una amenaza existencial para Israel. 

Fomentar la división

Fue el bloqueo de todos los medios no violentos para que los palestinos se liberaran de una ocupación cada vez más profunda y violenta lo que condujo a la fuga de Gaza el 7 de octubre. Esa fuga puede haber sido sangrienta, puede haber incluido muchas atrocidades, pero era totalmente previsible.

Los principales responsables son Israel y la clase política y mediática occidental, que ignoraron y desprestigiaron a los palestinos, a los grupos de derechos humanos y a los activistas solidarios, como ahora desprestigian a un cántico inocente.

Aquí hay un objetivo. Uno muy feo. La campaña para deslegitimar cualquier solidaridad con los palestinos -calificándola de odio- pretende fomentar la polarización y la escalada. En su forma más cruda, nos exige que nos pongamos del lado de quienes están asesinando bebés.

Israel, con la ayuda de las instituciones occidentales, ha empujado intencionadamente a los partidarios de la justicia para los palestinos, por un lado, y a gran parte de la opinión pública judía, por otro, hacia campos de oposición atrincherados. Cada uno se siente víctima. Una parte se siente frustrada, vilipendiada y enfadada. El otro se siente temeroso e implacable.

Esto no es casual. Refleja el deseo de las instituciones occidentales de crear las mismas divisiones internas, el odio y la inestabilidad que pretenden evitar. El objetivo es garantizar que Israel siga siendo un aliado intocable, capaz de proyectar el poder y la influencia occidentales en un Oriente Próximo rico en petróleo y gas.

El problema no es un cántico. El problema no son las marchas contra una campaña terrorista de bombas y asesinatos de bebés.

El problema es nuestra susceptibilidad a las interminables mentiras y engaños que nos cuentan los establecimientos occidentales para promover sus estrechos intereses por encima de nuestra humanidad compartida."                

(Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí y ganador del Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Brave New europe, 27/11/23; traducción DEEPL)

19/10/23

Dado que los países del bloque de la alianza estadounidense son todos democracias liberales, el problema de controlar la opinión pública es central. Así comenzó una batalla fundamental por las almas de las poblaciones occidentales, y esta batalla tiene su epicentro no en Estados Unidos, sino en Europa... En este contexto, el control de los flujos de opinión pública es crucial... el tiovivo de modificaciones y correcciones de páginas de Wikipedia con contenido incómodo ha comenzado de nuevo, como en el caso de Ucrania... la UE ha pedido a META que elimine de sus plataformas todos los contenidos considerados «desinformación», so pena de multas de hasta el 6% de la facturación global... El método ya no es el de la censura sistemática, sino el de la manipulación y la censura cualificada... podemos tomar el ejemplo de la «noticia» de hace cuatro días sobre los 40 recién nacidos decapitados por Hamás. La noticia se difundió basándose en rumores y al día siguiente fue la noticia principal en más o menos todos los periódicos del mundo. Ayer, la periodista de CNN Sarah Snider, que inicialmente hizo viral la «noticia», se disculpó porque la noticia no fue confirmada posteriormente... la asimetría entre las noticias sensacionalistas que aparecen en primera plana en todo el mundo y las dudas que posteriormente se filtran aquí y allá entre líneas equivalen a nivel político a haber dirigido a la mayoría de la opinión pública en una dirección definida (desdén ataque emocional contra los asesinos), aunque dentro de unos meses o años se admitiera tranquilamente que la noticia carecía de fundamento... En el mundo contemporáneo no hay necesidad de intentar la compleja pero inútil tarea de bloquear el 100% de la información verdadera. Basta manipular, censurar, filtrar selectivamente para las masas públicas y durante el tiempo suficiente para crear un cierto daño irreversible

 "La fase histórica que estamos viviendo está marcada por una crisis profunda, quizás terminal, del imperio estadounidense. Con el reflujo de la globalización económica y el declive del control estadounidense sobre el mundo, los procesos de intervención, chantaje y desestabilización estratégica promovidos por los centros de poder estadounidenses se han acelerado.

Dado que los países del bloque de la alianza estadounidense son todos democracias liberales, el problema de controlar la opinión pública es central. Así comenzó una batalla fundamental por las almas de las poblaciones occidentales, y esta batalla tiene su epicentro no en Estados Unidos, sino en Europa, donde la tradición de una cultura crítica y plural era mucho más vigorosa que en Estados Unidos.

El primer paso en esta dirección fue el sometimiento de la Unión Europea a la cadena de mando estadounidense, un sometimiento puesto a prueba por el acontecimiento pandémico, y ahora completo. Pocos recuerdan que el proyecto europeo nació con el auspicio de representar un contrapeso al poder estadounidense, un tercer polo organizado que evitaba no sólo el modelo soviético, sino también el de los aliados estadounidenses.

Este papel autónomo, inspirado en la experiencia de los Estados de bienestar europeos de posguerra, entró en crisis con la transformación de la Comunidad Europea en Unión Europea, con el giro neoliberal del Tratado de Maastricht, y hoy es sólo un recuerdo lejano.

Para comprender los extremos de la actual batalla por las almas, echemos un vistazo, a modo de muestra, a algunos acontecimientos recientes relacionados con el conflicto palestino-israelí.

En los últimos días, la UE ha pedido a META que elimine de sus plataformas todos los contenidos considerados «desinformación», so pena de multas de hasta el 6% de la facturación global.

El comisario europeo Thierry Breton intervino oficialmente ante Elon Musk para solicitar intervenciones de control y censura sobre la «desinformación» en Twitter con motivo del conflicto palestino-israelí.

La Ley de Servicios Digitales aprobada por la Unión Europea en 2022 es la primera intervención legislativa que institucionaliza la censura en las plataformas de medios europeas. Por supuesto, lo que recibe el estigma de «desinformación» y «noticias falsas» son siempre sólo las tesis que perturban la narrativa actual, y el control sobre las agencias de «verificadores de datos independientes» garantiza que continuamente se levantan las bolas adecuadas para aplastar por las autoridades.

Mientras tanto, el tiovivo de modificaciones y correcciones de páginas de Wikipedia con contenido incómodo ha comenzado de nuevo, en la misma línea que se ha visto en el caso de Covid y Ucrania.

En Italia, el aparato de porras mediáticas permanentes que pueblan la televisión y los periódicos ha activado las ya habituales expediciones punitivas contra los disidentes con un perfil público significativo. Así, Alessandro Orsini y Elena Basile se han convertido en objeto insistente de burlas, emboscadas mediáticas y fatwas.

 El pobre Patrick Zaki, como ídolo mainstream, cayó instantáneamente en desgracia al disputar candidaturas europeas y diversos beneficios por haber dicho ingenuamente lo que pensaba sobre Israel y Palestina. Moni Ovadia, para quien los medios de comunicación no pueden recurrir a la habitual ecuación antisionista = antisemita, ha sido instado a dejar su puesto de director del teatro municipal de Ferrara.

A nivel internacional, cualquier periodista que no se limite a copiar sistemáticamente los documentos del aparato estadounidense corre el riesgo de ser alcanzado accidentalmente por una ametralladora. Esto es lo que les pasó ayer a los periodistas de Reuters y Al Jazeera, pero la lista de periodistas asesinados por el ejército israelí en los últimos años es larga.

Menos mal que hay periodistas como los nuestros, que se sientan en el comedor romano haciendo girar banderas y practicando ventriloquia para su amigo americano; de lo contrario no sabríamos dónde transmitir beneficios y reconocimientos.

En esta fase, el interés estadounidense se dirige enteramente a la multiplicación de los focos de conflicto porque esto le permite aprovechar sus dos últimas fortalezas residuales: la continua preeminencia en armamento convencional y la ubicación geográfica aislada, que hace a Estados Unidos inmune a los ataques. consecuencias inmediatas de los conflictos que reaviva.

 Desde esta perspectiva entendemos lo que se reveló ayer al leer correos electrónicos internos (Huffington Post), a saber, que el Departamento de Estado de los EE.UU. ha desalentado a los diplomáticos que trabajan en cuestiones de Oriente Medio a hacer declaraciones públicas que contengan palabras como «desescalada», «alto el fuego», «fin de la violencia», «derramamiento de sangre», «restablecimiento de la calma». Las órdenes del equipo son echar más leña al fuego.

En este contexto, el control de los flujos de opinión pública es crucial.

El método –es importante comprenderlo– ya no es el de la censura sistemática que exigían los autócratas de hace un siglo, sino el de la manipulación y la censura cualificada.

A este respecto, podemos tomar el ejemplo de la «noticia» de hace cuatro días sobre los 40 recién nacidos decapitados por Hamás. La noticia se difundió basándose en rumores y al día siguiente fue la noticia principal en más o menos todos los periódicos del mundo. Ayer, la periodista de CNN Sarah Snider, que inicialmente hizo viral la «noticia», se disculpó porque la noticia no fue confirmada posteriormente. Sky News dijo hoy que la noticia «aún» no ha sido confirmada (después de cuatro días, ¿en qué se fían?, ¿en los expertos en efectos especiales?)

Ahora bien, hay quienes dirán ingenuamente que esta admisión de CNN es una señal de que existe libertad de prensa en Occidente. Pero, naturalmente, la asimetría entre las noticias sensacionalistas que aparecen en primera plana en todo el mundo y las dudas que posteriormente se filtran aquí y allá entre líneas equivalen a nivel político a haber dirigido a la mayoría de la opinión pública en una dirección definida (desdén ataque emocional contra los asesinos), aunque dentro de unos meses o años se admitiera tranquilamente que la noticia carecía de fundamento.

Es lo que podríamos llamar el “método Colin Powell”, o el método de “los indios buenos son los indios muertos”.

Primero, se crea un caso suficiente para demonizar a una de las partes y se hace con suficiente vigor para producir una operación de exterminio.

Tras lo cual, una vez concluida la operación, admite caballerosamente que en realidad las cosas no fueron exactamente así, al tiempo que alardea de su honestidad y transparencia.

Primero se agitan frascos de supuestas armas químicas ante la ONU, un Estado soberano, se arrasan mujeres, niños, perros y hámsters, luego, años más tarde – entre un whisky y otro – se admite con una sonrisa distraída que, bueno, fue un estratagema, qué queremos hacer, quienquiera que hubiera tenido.

Primero se extermina a la población nativa de indios pieles rojas, pintándolos como monstruos sedientos de sangre blanca, luego, cuando ahora se los reduce a atracciones folclóricas, se inicia una cinematografía llena de buenos indios y colonos concienzudos.

En el mundo contemporáneo no hay necesidad de intentar la compleja pero inútil tarea de bloquear el 100% de la información verdadera. Basta manipular, censurar, filtrar selectivamente para las masas públicas y durante el tiempo suficiente para crear un cierto daño irreversible.

Pero el cínico se engañaría si pensara que hoy este juego destructivo tiene sólo unos pocos millones de «peones palestinos prescindibles» en su centro. Si la situación no se congela y calma inmediatamente, los pueblos europeos están y estarán, ante todo, en el centro de la actual gran operación de demolición.

Es Europa la que ya sufre y sufrirá el impacto de la devastación de las relaciones hacia el Este con la guerra en Ucrania.

Y es Europa la que sufrirá el impacto de una desestabilización duradera en Oriente Medio, donde un conflicto que involucra a Israel, Siria, Líbano, Irán y quizás también Irak, Egipto, Jordania, etc. representaría una bomba social y económica indefinida para Europa, sin mencionar los riesgos de una participación directa en una guerra.

Y curiosamente, el único denominador común de estos conflictos reside en el papel de EE.UU., que es también la fuerza que mayores beneficios saca de ellos y la que tiene mayor capacidad de influencia en los medios internacionales.

Pero no hace falta decir que cualquiera que conecte los puntos es un teórico de la conspiración."

(ANDREA SHOK. PROFESOR DE FILOSOFIA MORAL DE LA UNIVERSIDAD DE MILÁN, Observatorio de la crisis, 18/10/23)