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17/12/23

No digas “guerra contra Hamas”, di “masacre”: el libro de estilo de El Salto para informar sobre Palestina

 "Las palabras importan. Los términos elegidos pueden llegar a decir más que una información presentada con aparente neutralidad. Las palabras aportan marco, contexto, otorgan o quitan legitimidad y muestran el posicionamiento del medio. ¿Es “terrorista” una persona que dispara desde un edificio en ruinas en Gaza contra los tanques israelíes que avanzan sobre su ciudad?

Un medio crítico debe reflexionar sobre las palabras que utiliza. En este pequeño libro de estilo, desde la Redacción de El Salto hacemos un esfuerzo por señalar las expresiones y los términos que queremos evitar o, por lo menos, no utilizar sin una reflexión previa. Y también destacar aquellas fórmulas que resultan más ajustadas a la posición que El Salto quiere adoptar en el mayor ataque del Estado israelí sobre la población de Palestina de la historia y el mayor crimen de lesa humanidad de las últimas décadas.

Guerra contra Hamas

Aunque esta ofensiva israelí ha sido desencadenada por el ataque de Hamas del 7 de octubre, el trasfondo de esta masacre es la ocupación de los territorios palestinos. Y hace mucho que la operación israelí se ha convertido en una operación de venganza y castigo “cruel y desproporcionada”, según reconocen los propios ministros de Netanyahu, contra toda la población palestina, y no solo la de Gaza. No es correcto hablar de una guerra entre Israel y Hamas. Este partido islámico gobierna la franja desde 2006, al igual que la ultranacionalista y supremacista coalición de Netanyahu liderada por el Likud lo hace en Israel. Sería ridículo hablar de “guerra entre el Likud y Hamas”, decía Manu Levin en Canal Red. Sostener que el objetivo de la operación militar israelí es “acabar con Hamas” es pura propaganda y contradice las acciones y las intenciones declaradas por el propio Gobierno israelí.

Terrorista, atentados

Grandes medios españoles y extranjeros —al igual que buena parte de los países del mundo— llaman “terrorista” a Hamas y a otros grupos palestinos que luchan contra la ocupación israelí. En contraposición, el propio Papa Francisco ha dicho que lo que está haciendo Israel en Gaza “no es una guerra, es terrorismo”. 

El uso del término “terrorista”, tanto como sustantivo como adjetivo, marca la posición del medio en cualquier conflicto y deja en una segunda posición el relato de las acciones o las razones de uno u otro bando. La BBC británica prefiere el uso de los términos “militantes”, “milicianos” o “combatientes”. El Salto comparte esta visión y no utilizará la palabra “terrorista” ni para los grupos armados palestinos ni para la Fuerzas de Defensa de Israel ni para los ataques de los colonos. Tampoco utilizaremos la palabra “atentados” para los ataques israelíes o palestinos. En ambos casos, nos referiremos a los responsables de los ataques con sus nombres sin adjetivos relatando con hechos y fuentes contrastadas las violaciones a los derechos humanos cometidas.

Guerra, catástrofe humanitaria y masacre

Una guerra da a entender que hay dos o más bandos activos, con capacidad de ataque y/o defensa que están causando bajas o daños humanos o materiales considerables en su enemigo. En el caso de Palestina, no existe un Estado y un ejército organizado como tal y tras el ataque de Hamas, el número de víctimas israelíes se ha estancado y solo ha habido algunos cientos de soldados israelíes abatidos en su avance por la Franja de Gaza —aunque hay que tomar este dato con cautela, ya que la propaganda israelí está intentando minimizar el alcance de la resistencia palestina a la invasión y el número de bajas israelíes—.

Aunque la defensa de un territorio que está siendo ocupado podría entrar dentro de la categoría de guerra y hay que procurar no quitar agencia a Hamas y el pueblo palestino en la protección de su territorio, hablar de “guerra” sin mayor reflexión o intención nos puede llevar a un reflejo distorsionado de la realidad. El uso de la expresión “catástrofe humanitaria” lava las culpas del Estado de Israel y de sus aliados internacionales de las consecuencias de un operativo militar que no tiene nada de “natural”. 

Creemos que es mucho más ajustado hablar de masacre, matanza o incluso genocidio, limpieza étnica o campaña de exterminio. Nunca desde el nacimiento del Estado de Israel se habían producido tantos asesinatos de civiles en tan poco tiempo. Para no abusar del término “guerra” podemos hablar de “ofensiva israelí”, “operación de venganza”, “operación de castigo” o “invasión de Gaza”. Y si queremos utilizar el término “guerra”, sería interesante acompañarlo de algún matiz: “guerra contra Gaza” o “guerra contra la población palestina”.  A la hora de elegir estos términos conviene no olvidar que el ataque israelí también ha alcanzado Cisjordania, donde se han multiplicado los asesinatos y detenciones, y al sur del Líbano.

Para enmarcar y dar contexto a lo que está ocurriendo en Palestina, en El Salto preferimos hablar de “ocupación israelí” o apartheid, porque es Israel el Estado que somete a un pueblo con un uso de la fuerza totalmente desproporcional y con prácticas que suponen un apartheid contra la población palestina, como los checkpoints o el encarcelamiento de palestinos sin seguridad jurídica, que van más allá de la escalada de bombardeos que han realizado en las últimas semanas.

Muertes, asesinatos y bajas

Se pueden utilizar ambos, teniendo en cuenta que el término “asesinato” incluye un matiz condenatorio. Las muertes violentas de civiles a manos de grupos armados o cualquier ejército merecen condena por lo que se podría utilizar el término “asesinato”, pero también el de “muertes”, para evitar redundancias, eso sí, siempre con una referencia a quien ha provocado esa muerte (p. ej. “El ejército israelí causa 14.500 muertes en 50 días”). Tampoco es recomendable hablar de “bajas” en el lado palestino, ya que este término se utiliza para soldados muertos en conflicto.

Muerte de mujeres y niños

Hay que evitar en los recuentos de víctimas generales hablar de víctimas mujeres junto con las víctimas de niños y niñas (p. ej. “El ataque israelí ha provocado 200 muertos, un tercio de ellos mujeres y niños”). Lleva a una infantilización y pérdida de agencia de las mujeres —¿no puede haber mujeres que tomen las armas para enfrentar la ocupación israelí?—, a sugerir que la muerte de varones adultos es menos terrible y contribuye a afianzar la idea de que todo hombre palestino es un terrorista en potencia y por tanto su muerte está más que justificada. 

Esto no quita que se puedan hacer menciones o artículos concretos sobre cómo está afectando la ofensiva israelí en las mujeres o incluir un párrafo sobre el número de mujeres víctimas. El problema reside en los recuentos conjuntos entre mujeres y niños.

Evacuación

En El Salto no utilizamos la palabra “evacuación” para referirnos al desplazamiento de casi la totalidad de palestinos de Gaza que han perdido sus hogares o han huido por la amenaza de las bombas. Una evacuación es un proceso ordenado, voluntario y realizado con criterios humanitarios. Lo que está ocurriendo en Gaza solo puede describirse como un “éxodo forzado”, “desplazamiento” o “expulsión”, siempre indicando que se trata de una acción realizada bajo coacción, amenazas y violencia. 

Rehenes

La categorización de las personas cautivas entre “prisioneros” o “rehenes” supone una toma de partido de cualquier medio o declaración pública. Los medios suelen utilizar el concepto “prisionero”, “detenido” o “preso” cuando la detención se produce en el bando propio o aliado (en este caso Israel), al que se le otorga legitimidad. Esta terminología da a entender que estas personas fueron detenidas siguiendo los procedimientos judiciales y respetando los derechos humanos y procesales del detenido, cuando en el caso de los presos palestinos sabemos que muchas veces no es así. Por el contrario, los medios utilizan el término “rehén” cuando la detención la realiza el grupo o bando enemigo, independientemente de si tiene o no un poder estatal constituido. En términos estrictos, un rehén es una persona capturada para realizar un intercambio o conseguir algo a cambio de su liberación.

Sin embargo, el abuso de este término y la evidencia de que Israel también utiliza prisioneros palestinos para realizar intercambios, ha llevado a El Salto a la decisión de no utilizar el término “rehén” en ninguno de los dos casos. En su lugar hablaremos, en ambos bandos, de personas capturadas, detenidos o prisioneros. Hay que tener mucho cuidado con el uso del término “preso”, porque denota el cumplimiento de una condena o la purga de un delito que, tanto en el caso de los capturados por Hamas como los detenidos palestinos que se oponen a la ocupación israelí, es más que discutible. En el caso palestino, se puede utilizar el término “presos políticos”.

Tregua

Se conoce como “tregua” al cese temporal de hostilidades. Las acciones de Hamas tuvieron lugar el 7 de octubre y desde entonces el grueso de los ataques son de Israel, que está bombardeando y masacrando al pueblo palestino. Desde entonces, el uso de la fuerza por parte de la población y los grupos palestinos es meramente defensivo. Conviene no hablar de tregua cuando no hay ataques entre dos partes, no hay dos ejércitos bombardeando cada territorio y el uso de la fuerza entre ambas partes es totalmente desigual. Resulta más ajustado hablar de “alto al fuego temporal” o “suspensión de los ataques”. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que Hamas es un actor activo en el conflicto y, junto con otros grupos políticos y armados, están intentando frenar el avance del ejército israelí, aunque sus recursos son muy limitados y las bajas israelíes son ínfimas comparadas con las personas asesinadas entre la población palestina. 

Estado judío, ejército judío, gobierno judío, lobby judío

El Estado de Israel es laico por lo que sería incorrecto y peligroso utilizar los términos “Estado judío”, “ejército judío” o “Gobierno judío”. La palabra “judío” no es sinónimo de “israelí” y en El Salto preferimos la redundancia antes de identificar las prácticas de un gobierno y un Estado concreto con los millones de personas que practican el judaísmo o que se sienten enmarcados en la identidad judía en todo el mundo y que no concuerdan necesariamente con las política de apartheid y de exterminio del Estado israelí. La utilización de la palabra “sionista” (“el gobierno sionista”, “el Estado sionista”, el “lobby sionista”) sería más exacta si se quieren evitar redundancias excesivas, teniendo en cuenta que hay sectores minoritarios dentro de Israel que no se consideran sionistas. 

En esta y otras crisis no pretendemos ser objetivos ni contar “grandes verdades” sino poner en valor el punto de vista de los pueblos frente a los Estados y los ejércitos, de quienes sufren y luchan contra la opresión. Y para eso hay que sopesar no solo lo que decimos sino también cómo lo decimos. (...)"              ( Editorial El Salto, 12 dic 2023)

30/8/22

No solamente sigue cayendo la confianza en las noticias, sino que, por primera vez, aparece otro fenómeno: la cantidad de personas que deciden evitarlas... El porcentaje de gente que dice evitarlas ha aumentado bruscamente en todos los países... comenta que las noticias le producen un efecto negativo en su estado de ánimo... En España el porcentaje de población que dice evitar las noticias a veces o a menudo ha pasado del 26% en 2017 al 35% en 2022. Si damos por evidente que un ciudadano informado es una condición imprescindible para el funcionamiento de una democracia, podemos imaginar la gravedad en la que se encuentra nuestro sistema político si una tercera parte de la población, premeditadamente, renuncia a informarse

 "El Reuters Institute, junto a la Universidad de Oxford, ha publicado recientemente uno de los informes más ambiciosos sobre periodismo, el Digital News Report 2022. Se basa en estudio de la empresa YouGov, con más de 93.000 encuestados en 46 mercados que cubren la mitad de la población del mundo.

El estudio muestra que aumenta la desconexión entre el periodismo y el público que, además, incluye la caída en la confianza, un declive en el interés por las noticias y, la gran novedad, un aumento de quienes las evitan a propósito.

El informe del año pasado no fue tan negativo para el sector informativo debido a los deseos de información sobre el Covid y a que continuaban unos confinamientos que impedían a los ciudadanos hacer muchas cosas diferentes al consumo de noticias. Pero un año después, la situación ha cambiado. No solamente sigue cayendo la confianza en las noticias, sino que, por primera vez, aparece otro fenómeno: la cantidad de personas que deciden evitarlas. 

El interés por las noticias ha pasado del 63% de los ciudadanos en 2017 al 51% en 2022. El porcentaje de gente que dice evitar las noticias ha aumentado bruscamente en todos los países, Brasil o Reino Unido se ha duplicado en cinco años. Mucha gente comenta que las noticias le producen un efecto negativo en su estado de ánimo. Un porcentaje significativo de personas jóvenes y menos estudios dicen que evitan las noticias porque pueden ser complicadas de seguir o de entender.

Otro dato curioso respecto a esta evasión de las noticias se ha producido en torno a la guerra de Ucrania, incluso en los países más cercanos como Alemania y Polonia. Si bien el informe muestra que tras el inicio del conflicto aumentó su seguimiento en televisión, con el paso del tiempo la evasión selectiva de las noticias se ha incrementado aún más, “probablemente debido a una cobertura de naturaleza complicada y deprimente”, afirma el análisis.

En España el porcentaje de población que dice evitar las noticias a veces o a menudo ha pasado del 26% en 2017 al 35% en 2022. Si damos por evidente que un ciudadano informado es una condición imprescindible para el funcionamiento de una democracia, podemos imaginar la gravedad en la que se encuentra nuestro sistema político si una tercera parte de la población, premeditadamente, renuncia a informarse. 

No se trata de una bajada de audiencia solo de los medios tradicionales, cuando se señala una disminución del interés en las noticias se incluye también su presencia en redes sociales o cualquier otro formato online. Según el estudio, una de las razones es que muchas personas sienten que no se trata de algo relevante para sus vidas, pero también el formato de las noticias o su selección. 

Quienes evitan las noticias esgrimen diversas razones. Para un 29%, el motivo es que la agenda informativa es demasiado reiterativa o que suelen sentirse agotados por las noticias (29%). Una proporción significativa dice que las evita porque no las considera fiables (29%). Alrededor de un tercio de los encuestados (un 36%), sobre todo menores de 35 años, sostienen que las noticias les bajan el ánimo, les provocan discusiones que preferirían eludir (17%) o les generan sensación de impotencia (16%). Una pequeña porción enfatiza que no tiene suficiente tiempo para consumir noticias (14%) o que resultan demasiado difíciles de entender (8%). 

Sin duda, cada casuística requeriría un tipo diferente de intervención. Por un lado, es evidente que una sociedad volcada en el placer individual cualquier agenda informativa trágica y alejada le resulta desagradable y evitable. De ahí que los temas que, en principio, son los más importantes en el periodismo (como las crisis políticas, los conflictos internacionales, las pandemias o las catástrofes climáticas) parecen ser precisamente los que alejan de las noticias a algunas personas.

Pero, por otro, que un tercio no se fíe de lo que cuentan los periodistas o que sientan que aburrimos con los mismos temas, sí debería ser un asunto a reflexionar en la profesión. En el caso español, solo un 32% de los encuestados responde que “confía en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo”. 

En la media global, el estudio muestra que solo un 19% de los encuestados considera que los medios priorizan lo que es mejor para la sociedad en vez de sus propios intereses comerciales o políticos. Aunque el mantra neoliberal insiste en que el sesgo que influye en la información son las posiciones políticas, el informe muestra que más gente (un 42%) piensa que son los intereses comerciales (frente al 40% que afirma que la política).

Por último, es evidente que se necesita más pedagogía, más contexto y más antecedentes para que las audiencias encuentren sentido a las noticias. Para que se comprendan los procesos y las informaciones no sean partes de guerra o de conflicto aislados. 

La idea de hacer informaciones divertidas y espectaculares alguna vez pudo ser una opción, pero ya no sirve. En el actual mundo de la competencia audiovisual, el entretenimiento como inspiración para las noticias no podrá competir con las series, los videojuegos y toda la oferta de ocio. 

Necesitamos que la gente comprenda cómo se relaciona con su vida lo que sucede en la otra parte del mundo, explicarle cómo se llega a esta situación, los intereses de todos los actores y todos los elementos que influyen. Si no hacemos todo eso, las audiencias no entienden, se abruman con el bombardeo de informaciones, no ven en qué les afecta a su vida y terminan viendo una serie en streaming. Pero para eso hace falta que los intereses económicos de las empresas de prensa lo permitan. "                                (Pascual Serrano  , eldiario.es, 29/08/22 )

13/11/21

Por que erraron os medios no caso de Manel Monteagudo, o home que dixo estar en "coma" 35 anos? A falta de verificación nas informacións estase a convertir nun problema no xornalismo de hoxe en día

 "Tragedia y farsa del coma de Manel Monteagudo.

Una noticia extraordinaria, la ‘resurrección’ de un gallego en 2014 que decía haber estado 35 años en coma, se convierte en un escándalo que compromete más al periodismo que al impostor.

 La vida de una noticia es caprichosa, sobre todo si no es noticia. El 28 de octubre a las 10.40 llegó un correo electrónico a las redacciones de los medios de comunicación de Pontevedra. Se trataba de una convocatoria de la presentación del poemario De mariño a poeta de Manel Monteagudo, seudónimo de José Manuel Blanco Castro. El acto tuvo lugar el día 29 en el espacio O Sanatorio, un espacio cultural cuyo nombre venía bien al caso, pues en la biografía aportada en el mensaje se explicaba que Monteagudo, tras un grave accidente en un buque en el que trabajaba de joven, había permanecido 35 años “prácticamente vegetal”. Ese mismo día, pero por la mañana, lo entrevistó Radio Pontevedra a modo de previa de la presentación. Contó allí cómo su mujer, al despertarse él en 2014 tras quedar “en coma” en 1979, “se echaba encima de mí llorando y llorando, y yo no sabía ni quién era”. Hechas las presentaciones, a Manel Monteagudo se le reservaba una sorpresa mayor: aparecieron en su cuarto dos hijas, una de ellas embarazada. Ese relato, el de un hombre que se despierta en 2014 de súbito tras 35 años en coma, y tiene una mujer y dos hijas, y no sabe lo que es internet y llora delante del espejo gritando “ese no soy yo, ese no soy yo”, sin la declaración de un solo médico que hubiese tratado al paciente, ha ocupado esta semana televisiones, radios y periódicos nacionales. Primero como tragedia, luego como farsa.

El relato de Monteagudo no era nuevo. Circulaba intermitentemente por medios locales, pero más suavizado, cada vez que presentaba un libro. De tal manera que en algunas previas de sus presentaciones se despachaban sus 35 años en estado “prácticamente” vegetativo como aspecto secundario. Era un relato, eso sí, cambiante. La entrevista más antigua que permanece en internet es una realizada por La Voz de Galicia en 2019 en la que Monteagudo desmiente al Monteagudo de 2021: no estuvo 35 años en coma, sino 64 días, aunque después quedó maltrecho y con repetidos episodios de amnesia. En 2020, en la revista literaria Terra de Outes, Manel Monteagudo se extiende. Dice que, tras un coma de tres meses, pasó 14 meses más encamado “en un estado semicatatónico, hasta que, en un momento de lucidez, me casé con mi novia (…) Con el tiempo fui recuperando la movilidad y el habla, pero solo de forma episódica, pues los desmayos seguían provocándome frecuentes estados de inconsciencia que podían durar días y, lo que es peor, pérdida total de la memoria”. El neurólogo que lo atendía, dijo en esa entrevista, se retiró y el nuevo le anuló la medicación (11 pastillas) que lo dejaban aturdido; en 2014 recuperó la autonomía, el habla fluida y la memoria. “Unos meses después me dieron de alta y desde ese momento leí y escribí nuevamente, a lo que mi esposa tuvo que volver a enseñarme”, contaba en esa publicación.

En declaraciones al periodista Manuel Rey, del diario Galicia Ciencia, Xoán Mariño, amigo de la adolescencia de Monteagudo, cuenta cómo se lo encontró una vez en Outes (Noia, A Coruña) en 2001 o 2002 “y me habló de su accidente y de lo que aún sufría. No podía estar solo, porque en cualquier momento perdía el conocimiento y caía, se desmayaba y volvía al estado comatoso. Y así durante muchos años”. Después, según ese testimonio de Mariño, “comenzó a recibir un trato que lo mantuvo como un zombi; estaba despierto, estaba de pie, pero era lo mismo que si no le hubieras hablado, que no sabía nada, hasta que le cambiaron la medicación y ese cambio le permitió recobrar la conciencia por completo. A partir de ese momento fue como si hubiera resucitado. Empezó a poder hablar con todos, a recordar, a comprender… “.

Hace dos meses, con motivo de su último poemario, La Voz de Galicia cubrió la presentación en Noia, donde anunció un contrato de 15 años (a poemario por año) con una editorial, Medulia, con la que este diario no ha podido ponerse en contacto. Pero fue la presentación de Pontevedra, semanas después, la que encendió una mecha imprevisible. De los medios locales de la ciudad gallega, Manel Monteagudo saltó a la TVG, la televisión autonómica. Y la pieza dedicada a él, colgada en las redes sociales, empezó a coger fuerza. El fenómeno local del hombre de los 35 años en coma se empezaba a disolver en una tormenta perfecta que tuvo su origen el 11 de noviembre en TVE, cuando Monteagudo contó su relato (sin matices: sin 64 días en coma, ni episodios catatónicos, ni breves estados de lucidez) en el programa La Hora de la 1. A partir de ahí, y empujada por las redes, la historia se trasladó a palo seco tal y como llegaba de un medio a otro, y de una televisión a otra hasta convertirse en la noticia del día e, instantáneamente, en un escándalo mayúsculo que comprometía más al periodismo que al falsario: ¿nadie había hecho siquiera las cuentas con los años que estuvo en coma y las edades de sus hijas?

Tras ser noticia durante 48 horas, y ver señaladas sus incongruencias en el relato, sobre todo científicas, el viernes Monteagudo se dirigió a los medios, que para entonces ya estaban dedicando el tiempo y los recursos en desmontar una historia publicada para la que no hubo tiempo y recursos en contrastar antes de publicar, y dijo desesperado que su mentira se había “salido de madre”. “Admito y asumo toda la culpabilidad, acepto todo lo que me digan. El que lo dijo mal fui yo y ya está”, comentó en referencia a su narración, que no era tan extraordinaria al principio, en 2019, y que con el tiempo fue creciendo hasta convertirse en un disparate del que no pudo salir, de tal manera que la noticia no era ya que estuviese 35 años en coma, sino que alguien se lo creyese, y tratase de hacérselo creer a los demás."        (Manuel Jabois, El País, 14/11/21)

 

"Como é posible que os diferentes medios de comunicación non verificaran dende un principio a historia de Manel Monteagudo ? A historia deste escritor vigués destapou os graves problemas que vive o xornalismo na actualidade, principalmente, a falta de verificación nas informacións e a loita polo clickbait, a busca rápida e a toda costa de lectores en Internet.

 Moitos foron os medios de comuniación que levaron a información á portada como "algo sorprendente" destacando o feito de que un home estivera 35 anos en coma. Posteriormente moitos deles tiveron que borrar ou modificar a noticia ao coñecer que a información non era certa. Pero como foi posible chegar ata isto?.  GC intentará detallar a historia de Monteagudo ou de José Manuel Blanco Castro, o seu verdadeiro nome.

Nos últimos días fíxose "viral" a historia de Manel Monteagudo, un escritor que afirmaba pasar en coma 35 anos, despois dun accidente no seu barco en 1979 á altura de Iraq. Monteagudo sostén que foi no ano 2014 cando de despertou do coma e durante todo ese tempo foi a súa moza daquela e agora a súa muller Conchi quen o cuidou. Sen embargo hai moitas contradiccións xa que o propio Monteagudo cambiou a súa versión en varias ocasións. Versións que se podían consultar na propia rede

Por iso, a moitos medios locais galegos non lles pillou por sorpresa a noticia xa que eles xa eran coñecedores da historia. A revista Terra de Outes entrevistou a Monteagudo no ano 2020 e nesta xa facía referencia ao seu accidente e recoñecía que estivera tres meses en coma. "Ao cabo de tres meses do accidente recuperei o coñecemento pero tiven que ficar dous meses máis no Iraq porque os danos cerebrais eran moi graves e non podía falar nin camiñar nin moito menos valerme por min mesmo", sostiña Monteagudo.

 Ademais desta entrevista, no ano 2019 La Voz de Galicia foi dos primeiros medios en darse eco da noticia, aínda que foi 5 anos despois de que Monteagudo despertara do seu suposto coma. Nesta información díse que estivo 64 días en coma pero titulábase afirmando que espertou tras 35 anos de "amnesia".

Tamén na propia biografía que figura del na Asociación de escritoras e escritores en lingua galega, recóllese que estivo "prácticamente vexetal" durante 35 anos, "ata que en 2014 lle deron a alta médica". Pero foron os seus veciños en Noia, onde reside, os que realmente descubriron a verdade do seu caso ao suliñar en varias entrevistas que, realmente, facía vida normal desde facía anos.

RECOÑECE O SEU ERRO

O propio Monteagudo tivo que recoñecer ante a prensa que se lle foi das máns todo o acontecido. "Eu non estiven en coma en ningún momento pero si que é certo que caín dende 6 metros". "Tiña que cortalo antes e asumo toda a culpabilidade" concluía Monteagudo nun programa da TVE. En todo caso tamén o erro é grave por parte dos medios por non ter comprobado o verificado unha información que xa circulaba pola rede desde hai anos."                (Pablo chao, Galicia Confidencial, 12/11/21)

9/9/21

El caso del joven masoquista de Malasaña pone en evidencia la mala praxis de políticos y periodistas... Ese “periodismo exprés” que consiste en soltar la noticia sin seguir los protocolos profesionales habituales (contrastar la noticia con al menos tres fuentes de información), conlleva serios riesgos de error y de abusos que los periodistas no deberíamos permitirnos

 "La falsa víctima de la agresión homófoba mintió para ocultar sus prácticas sexuales masoquistas a su pareja. 

No hubo una agresión homófoba a las cinco de la tarde de este domingo en Malasaña, el céntrico barrio de Madrid. Fuentes policiales han confirmado a EL MUNDO que la supuesta agresión cometida por ocho encapuchados fue en realidad un acto consentido durante un encuentro con prácticas masoquistas con dos personas, noticia adelantada por el periodista Manu Marlasca en La Sexta. (...)"      (El Mundo, 09/09/21)


 "El titular era demasiado goloso como para dejarlo escapar. 

Tenía todos los ingredientes morbosos para reventar las redes sociales y provocar un cataclismo político sin precedentes: ocho encapuchados atacando a un homosexual al más puro estilo Ku Klux Klan, homofobia desatada, grupos urbanos ultras organizados y dando caza al hombre, la unidad antiterrorista movilizada e investigando el asunto, España entera en la calle en manifestaciones masivas. Un bocado suculento para los políticos y una bicoca para los periodistas, que nos subimos a ese carro animosamente y sin excepción.

Sin embargo, en apenas unas horas, la Policía española (que afortunadamente para todos nosotros sigue trabajando con destreza, para algo es una de las mejores del mundo) desmontaba la historia tras comprobar que las cámaras de seguridad instaladas en la calle no habían registrado, extrañamente, el momento en el que los supuestos cafres abordaban a la víctima para vejarla cruelmente. 

Ante esa prueba contundente, el chaval se derrumbó y confesó que todo había sido una invención, que su denuncia era falsa y que ningún vándalo le había marcado la palabra “maricón” y una cruz invertida (a punta de cuchillo) en las nalgas, ya que esas heridas eran consecuencia de un juego masoquista con otras parejas que no eran la suya (de ahí el montaje para ocultar su infidelidad).

Nadie daba crédito ante un caso que registraba un giro de ciento ochenta grados. Los políticos se apresuraban a borrar sus tuits, los tertulianos y columnistas escondían la cabeza debajo del ala o hacían mutis por el foro, los convocantes de la manifestación contra la homofobia se reunían para decidir qué hacer y la prensa, toda la prensa sin excepción, quedaba en evidencia.

 El país entero había estado a punto de convulsionar por una noticia fake que esta vez no salía de las cloacas de las redes sociales, sino de las televisiones que vemos cada día, de las cadenas de radio, de las rotativas y páginas webs de los periódicos más prestigiosos. Todo el sistema se había agitado, como en una grave crisis de histeria colectiva, por la bobada de un sujeto temeroso de que su novio se enterara de que le había puesto los cuernos.

La escabrosa historia tiene no pocas aristas e interpretaciones de todo tipo. La primera que no se puede acusar sin pruebas y la segunda que quien saca rédito político de esta delirante película es la extrema derecha, que esta vez y sin que sirva de precedente no estaba en el ajo, aunque es cierto que con su discurso está creando el caldo de cultivo homófobo para que se repitan agresiones de este tipo. Vox, que nunca pierde el tiempo en la manipulación informativa, ya está exigiendo la dimisión del ministro del Interior, Grande-Marlaska, un auténtico terremoto político generado por un episodio tan trivial como la estupidez de un masoca que saca placer de que le azoten y le zurren hasta sangrar. De ese rifirrafe político saldrá, a buen seguro, un puñado de votos para la extrema derecha trumpista.

En realidad, los delitos de odio se han disparado en el último año (más de un 9 por ciento respecto a 2019) y un caso aislado de denuncia falsa no puede ocultar decenas de ataques homófobos y xenófobos que se perpetran con total impunidad. Si de cada setecientas agresiones una es falsa, lo que ocurre aquí es que la excepción confirma la regla, por mucho que le pese a Vox. El problema está ahí, eso es evidente, y los chascarrillos y chanzas de la formación ultraderechista sobre este suceso solo contribuirá a banalizarlo. De eso va el discurso populista.

Periodistas poco profesionales

Pero más allá de las implicaciones políticas, resulta absolutamente imprescindible que la profesión periodística haga una profunda reflexión sobre la forma de trabajar que han impuesto las nuevas tecnologías. Ese “periodismo exprés” que consiste en soltar la noticia sin seguir los protocolos profesionales habituales (contrastar la noticia con al menos tres fuentes de información), conlleva serios riesgos de error y de abusos que los periodistas no deberíamos permitirnos. Una historia como la del masoquista de Malasaña no hubiese ocurrido jamás en el viejo mundo, en el periodismo tradicional antes de que llegaran las redes sociales y el sector entrara en una crisis galopante. 

Entre otras cosas porque los periodistas de un medio en papel hubiesen tenido toda la mañana y toda la tarde por delante para estudiar el caso, levantar el teléfono, hacer unas cuantas llamadas, debatir con el consejo de redacción, analizar y valorar los datos, así como los pros y los contras de una noticia tan extraña y de un alcance tan brutal, antes de colocar el titular prudente y mesurado a falta de que se esclareciese el turbio asunto. De esta manera, la noticia que habría aparecido al día siguiente en el cualquier periódico nacional y regional habría sido algo así como La Policía investiga una supuesta agresión homófoba en Madrid, que era el que tocaba poner por simple ética profesional. Hoy ese titular no sale en ningún medio sencillamente porque no tiene punch y no vende.

Lamentablemente, hoy ya no se trabaja de esa forma artesanal, los periodistas se han visto arrastrados a una especie de vertiginoso corta y pega, unos medios se copian a otros descaradamente y todos quieren estar “bien posicionados” y antes que nadie en el insaciable mercado de Internet. La calidad ha cedido ante la cantidad; la verdad ha claudicado ante el negocio y el beneficio rápido. 

Esta práctica generalizada cuyo único fin no es proporcionar una información veraz y rigurosa al ciudadano (oyente, espectador o lector) sino aumentar las audiencias e incrementar el tráfico en las páginas web –que es lo que atrae publicidad–, supone un peligroso cáncer para la profesión. Y en ese desquiciado carrusel mediático en el que hemos caído todos por influencia de la revolución tecnológica y de las nuevas leyes del mercado periodístico (también el que firma este artículo), lo lógico es que al final acabemos cometiendo errores y montando un circo o un pollo mundial como el caso de ese chico mentiroso al que le falta un hervor y que con su delirio ha conseguido poner patas arriba a todo un país."          (José Antequera, Diario16, 09/09/21)

13/5/14

La Bañeza Hoy: "Abaten a tiros en León a la poco querida y muy criticada Presidenta de la Diputación de León y del PP, Isabel Carrasco"


"El diario ‘La Bañeza Hoy’ informaba este lunes en Twitter del asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, de la peor manera posible, poco menos que justificándolo. Y es que en la cuenta oficial del periódico se presentaba así la noticia: “Abaten a tiros en León a la poco querida y muy criticada Presidenta de la Diputación de León y del PP, Isabel Carrasco”.
 
La particular manera de dar la noticia -parecía que se estaba diciendo que era merecido- provocó una riada de críticas en Twitter.

 “Hay que ser muy sectario y muy insensible para escribir un tuit como ese”, “¿Pero qué clase de periódico de mierda sois vosotros? Menuda basura y vergüenza para la profesión”, “Venga, denos toda su vida completa, ya que ha decidido explicar algo que no tiene trascendencia objetiva en este momento”, 

“Desafortunado y patético. Un medio con dos dedos de frente no caería en comentarios tan subjetivos para dar una noticia así”, eran algunos de los comentarios.

Lejos de rectificar, desde la cuenta de ‘La Bañeza Hoy’ se argumentaba que “un asesinato siempre es injustificable y condenable”, pero que “basta buscar en Google ‘isabel carrasco abucheada'”.

“No sé en qué país vivimos cuando en ¿plena democracia? NO SE PUEDE DECIR una verdad obvia, evidente, con pruebas, y que todo el mundo sabe. Se oculta la verdad y se miente y engaña a la ciudadanía, y se hace un ejercicio de hipocresía loando a una persona que hasta ayer hasta su propio partido criticaba”, se añadía desde este diario local.

En la imagen, el tuit de 'La Bañeza Hoy'."              (La voz Libre, 13/05/2014)


 "(...) Hoy se blanqueará a Isabel Carrasco. 

Desde unas filas se difundirán sus maravillosas virtudes (o se eclipsarán sus defectos insistiendo en que la culpa es de Wyoming, Alberto Garzón y los escraches). En general lo que se está oyendo es que era controvertida para no entrar en detalles.

No hace falta. Cuando nos oponemos a los asesinatos (como cuando nos oponemos a la tortura o a la censura) lo hacemos especialmente cuando sus víctimas son personas detestables: no dice nada de nosotros que estemos en contra del asesinato de alguien maravilloso, estamos contra la tortura si nos oponemos a que se torture al criminal más sanguinario.

 No hay razón para ocultar que la víctima del asesinato era uno de esos personajes nefastos que han llevado la podredumbre a todos los rincones geográficos e institucionales del país.

Y que la respuesta a esa podredumbre debe ser echarlos y cuando haya delitos juzgarlos, que en ningún caso el crimen es una respuesta aceptable (independientemente de que en este caso el crimen no sea una respuesta o que incluso pudiera ser una consecuencia inesperada y terrible de tal forma de manejar las instituciones).

Ni el crimen convierte en maravillosa a su víctima ni ser una persona nefasta hace más aceptable un crimen. Cuando se tapan las vergüenzas de la asesinada uno intuye que quienes lo hacen consideran que es mejor que no sepamos de quien hablamos porque entonces su asesinato sería justificable.

 Como cuando se habla de las víctimas inocentes de un bombardeo. O de que no había pruebas sólidas contra un condenado a muerte. Tras ese blanqueo no hay un mayor dolor contra el crimen sino todo lo contrario: la idea de que si en realidad la víctima no era maravillosa, el crimen es un poco más aceptable."          (, La Marea, 13/05/2014)

1/10/10

Una sola víctima nos conmueve más que miles



"¿Cuántos héroes caben en un guión de cine? No muchos, acaso uno o dos. Pero también, ¿cuántos casos personales altamente desdichados o campeones caben en el corazón de los lectores? Acaso dos o tres. Cinco ya sería demasiado. (...)

Los 33 mineros chilenos que se encuentran sepultados a 700 metros de profundidad son, en consecuencia, una multitud inabarcable. Podría morir la mitad, las dos terceras partes de ellos y todavía serían muchos para la producción de una noticia con punta. El sensacionalismo requiere concentración, récord, primicia, contundencia y simplificación. Un espectador, un lector, un radioyente no tiene tiempo para estar recibiendo día a día noticias y más noticias del mismo suceso. Llegados a un punto se aburren o se desinteresan. Se trata del "punto muerto" y es lo que ocurre con las decenas de cadáveres que provocan a diario los terroristas suicidas en Irak o Afganistán o, el pasado agosto, las lluvias en Pakistán. La sensibilidad se embota. Y todo medio que aspire a comunicar lo sabe.

El medio sabe: a) que la noticia ha de ser "bomba", b) que la noticia no debe hacerse larga, c) que la noticia debe impactar.

Los impactos, tan asociados a la publicidad, son inseparables de cualquier media que pretenda ser eficaz. Es decir, que intente explotar la materia prima de la información y obtener el beneficio más sustancioso al publicarla.

Un campeón, un héroe o una heroína, un asesino en serie o una madre de quintillizos se convierten en oro informativo si con el scoop, el medio se corona y no sigue insistiendo en la ceremonia una y otra vez. Este recurso a lo despacioso y repetitivo, característico de los programas del corazón, es la antítesis del periodismo y, en efecto, ni su género ni sus participantes son aceptados como colegas en el mundo profesional. El antiperiodismo no es lo contrario a la Historia pero sí, en buena medida, al proceso. (...)

Poco a poco, de las tres funciones que en las escuelas atribuían al oficio del periodismo (informar, formar y entretener) la segunda ha caído en el abismo, la primera flota entre ahogos o escollos y la tercera -siguiendo el aire de los tiempos- ha subido hasta el primer lugar. ¿Cómo actuar por tanto para lograr entretener al receptor? No repetir, primero, innovar, siempre y focalizar, después.

El terremoto del Índico en 2004, conocido por la comunidad científica como el terremoto de Sumatra-Andamás, formó parte de este fenómeno tanto por su magnitud extraordinaria como por los casi 300.000 muertos y 50.000 desaparecidos con el tsunami. El desastre fue denominado en algunos medios internacionales -en Australia, en Canadá, en Nueva Zelanda y en el Reino Unido, entre otros- como el boxing Tsunami porque ocurrió el mismo día del boxing day, un 26 de diciembre, festivo en estos países a la manera del segundo día de Navidad español.

El día del tsunami asiático ocurrió exactamente un año después del terremoto de 2003 que devastó la ciudad iraní de Bam y dos años antes del terremoto de Hengchun, en 2006. De estos dos seísmos, anterior y posterior, apenas queda ningún recuerdo. Sería de un lado pedir demasiado a la memoria entretenida pero, además, solo uno, como en los guiones de cine merece el galardón de ser calificado como histórico, glorioso, dantesco o devastador. (...)

La enorme destrucción que causó el terremoto en Haití, por ejemplo, el país más pobre del continente americano y donde perdieron la vida 200.000 personas y quedó sin hogar a más de la quinta parte de su población, se ha olvidado relativamente pronto. "Y no te olvides de Haití", escribe Forges todos los días ante la evidencia de que esa noticia ya se encuentre amortizada. Amortizada en las redacciones y amortizada en el corazón del público.

Ante una desgracia o una proeza particular, se trate de la lapidación de una mujer iraní o el cambio de cara de un quemado, la emoción personal se dispara enseguida y se alarga en los comentarios de meses después. Frente a la tragedia colectiva, las decenas o centenares de muertos, la compasión dura menos. En el primer supuesto el caso individual crea empatía entre los individuos y su asunción cala pero frente al siniestro colectivo, numeroso hasta ser incontable, inmenso pero inmensurable, la capacidad de solidaridad se apaga en días. Una gran afluencia de ayudas llega al principio y de pronto la caridad decae y se agota.

Esta es la paradoja de la información. Más protagonistas del suceso no aumentan la escala de la noticia. Es el grado de intensidad la que multiplica su escala. De ahí que si unos cuantos en torno a Terry Jones prepararon la quema del Corán su grado de intensa provocación diera la vuelta al mundo. (...)

Publicar la muerte de una figura, contar su existencia extraordinaria atrae poderosamente la atención. Poco importa que ese sujeto ejemplar y representativo deba su fama a la política o al arte. O que, en el caso de las grandes sevicias, sea el representante de una colectividad que muere de hambre, de enfermedad o de frío. Ese representante queda investido de la historia colectiva que en él se condensa como una apretada traducción que entiende la gente, el sensacionalismo y nosotros los consumidores de su sabor.

De esta manera, ya sea la erupción del Nevado del Ruiz, ya sea el hundimiento del Titanic, ya sea el desembarco de Normandía, el periodismo o el cine lo resumen en la estampa de una niña agonizante, una pareja de jóvenes amantes o una patrulla que busca al soldado Ryan." (El País, 29/09/2010, p. 20/1)