Lo que había previsto Montanelli se hizo realidad. Su expulsión de Il Giornale no suscitó reacciones institucionales proporcionales a la gravedad del hecho, y la situación se repitió con la persecución de otros grandes periodistas de la televisión y la prensa escrita. En 2002, después de volver al Gobierno, Berlusconi ordenó desde Bulgaria que se apartase de la RAI a los dos presentadores más famosos, Enzo Biagi y Michele Santoro, y a un excelente actor satírico, Daniele Luttazzi, que habían osado criticarlo. Los dirigentes de la televisión pública, recién nombrados por el primer ministro (propietario del grupo rival Mediaset), se apresuraron a obedecer. Lo mismo ocurrió con otros periodistas y artistas que no le agradaban a Il Cavaliere, con el silencio sustancial de la oposición.
Berlusconi completó su obra exponiendo a la mofa pública a algunos directores de diarios que no le pertenecían, desde Furio Colombo, de Unità (de izquierdas), a Ferruccio de Bortoli, de Il Corriere della Sera (el primer diario italiano, vinculado a la burguesía milanesa). Poco después, Colombo y Bortoli tuvieron que hacer las maletas. Hace unos meses, después de regresar al poder por tercera vez, Il Cavaliere protestó por las críticas de La Stampa (el periódico de los Agnelli) y, como siempre, del Corriere, a su ley para duplicar las tasas a la cadena de televisión por satélite Sky, de su rival Rupert Murdoch: "Los directores de esos periódicos deben cambiar de oficio". En el último mes han sido sustituidos tanto el director de La Stampa, Giulio Anselmi, como el del Corriere, Paolo Mieli.
¿Cómo puede influir Berlusconi incluso en los periódicos que no son suyos? La respuesta está en la fragilidad del sistema italiano. Las televisiones son mitad (Mediaset) propiedad de Berlusconi y mitad (RAI) dirigidas y, en gran parte, infiltradas por él. Y la prensa escrita, que podría constituir un firme contrapoder, está en manos de editores no "puros", es decir, que suelen tener automóviles, obras públicas, bancos, clínicas privadas financiadas por las regiones, energía eléctrica, concesiones de autopistas o telefonía del Estado, etcétera. Ninguno de ellos puede salir adelante sin los favores del Gobierno, sobre todo en época de crisis financiera y ayudas del Estado. Si se añade la caída de la publicidad y del número de lectores, que pone en peligro la propia supervivencia de muchos diarios, la necesidad de congraciarse con el Gobierno es vital. (...)Lo mismo ocurre con la sátira política, prácticamente desaparecida en la televisión. Hace un mes, uno de los dibujantes más famosos, Vauro Senesi, fue castigado con la suspensión de la RAI por haberse atrevido a mostrar en el programa Annozero de Michele Santoro, continuamente amenazado, una caricatura de humor negro sobre las trágicas consecuencias del terremoto de L'Aquila debidas a las infracciones inmobiliarias alentadas por los abusos berlusconianos. Otra sanción "educativa"; como decía Mao Tse Tung, "golpear a uno para educar a 100". ¿Quién va a atreverse a desafinar en el coro de un país que, desde hace 15 años, ha visto cómo perseguían a los mejores periodistas y artistas por motivos políticos?" (MARCO TRAVAGLIO. Montanelli y la información en Italia. El País, ed. Galicia, Opinión, 19/05/2009, p. 31 )
2 comentarios:
Publicar un comentario