16/5/08

No hubo indiferencia ante la muerte. La inventa el fotógrafo, jugando con el encuadre


Foto de Javier Bauluz, "La indiferencia de Occidente" premio de Fotoperiodismo Conde de Godó. Una pareja de bañistas observa indiferente el cadáver de un inmigrante ahogado tras el naufragio de su patera. Zahara de los Atunes (Cádiz), otoño de 2000.

Foto publicada por La Vanguardia y luego por el New York Times, en la que el fotografo le da un enfoque que altera la realidad, pero consigue un símbolo para mostrar la indiferencia de los satisfechos ante el dolor. Con truco. 

No había tal indiferencia ante la muerte. Lo que hubo fue un enfoque de la cámara que trasmite esa impresión, porque acerca el ahogado a la pareja. Parece que hay solo unos metros, cuando hay mucha más distancia. Y dos jóvenes horrorizados.

Versión de Arcadi Espada:

"El premio Godó de Fotoperiodismo ha pasado de la “indiferencia de Occidente” a la “deferencia de Occidente”. Yo lo celebro, dado que soy Occidente y más gustan los mimos que los bocaos. Pero lo que en realidad celebro son estas palabras del autor de la foto, Francisco Carrasco Cortés, publicadas en La Vanguardia el 6 de febrero: “Él es un joven soldado de un cuartel cercano al lugar del desembarco. Se llama Alberto y es de Jerez de la Frontera. Estaba impresionado por la situación.

 Ella era una chavalita que se encontraba semiinconsciente. Tiritaba y respiraba con dificultad. Él trataba de darle calor y le hablaba para tranquilizarla”. No sé si esta foto saldrá en la portada del New York Times. Ni si aparecerá en los libros de texto como ejemplo de la solidaridad humana. Ni si colgará de los muros oenegés. El camino arquetípico que recorra me es completamente indiferente, aunque se lo auguro más sobrio y discreto que el fabricado por Javier Bauluz con sus dos zoquetes de hielo.

 Sólo sé que, siguiendo la útil distinción de Susan Sontag, Francisco Carrasco Cortés tomó (to take) esa foto mientras que Bauluz la hizo (to make). (La distinción entre tomar una foto y hacer una foto ya no rige en el español de España: hay países que van muy rápido). Que Carrasco Cortés tomó esa foto lo prueban sus palabras. “Él se llama Alberto y es de Jerez…” Estas mínimas palabras verdaderas. Aún espera la afición que Bauluz haga hablar a sus fantasmas."

Versión de Javier Bauluz: UPIFC

"(...) La gente no critica que el propio fotógrafo ve cómo la Guardia Civil se hace cargo del cadaver en la playa y que evidentemente no puedes mover un cadaver ni tocarlo sin que aparezca la orden de un juez (por eso todos los periodistas que hay en la escena y que el fotógrafo no enfoca no hacen nada). Va a lo emotivo, a ese efecto del bystander que es muy conocido pero que a él le viene de nuevas. Se lamenta el fotógrafo junto a Montero por la insensibilidad de los bañistas que están en la playa, probablemente horrorizados por una situación tan terrible. (...)"          (Vigilia pretium libertatis, 04/03/5015)

5 comentarios:

RaimundodeFerrol dijo...
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RaimundodeFerrol dijo...
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RaimundodeFerrol dijo...
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Anónimo dijo...

http://aespada.blogspot.com/

Te recomiendo que antes de juzgar tan facilmente te estudies el tema en http://aespada.blogspot.com/

Los sres horrorizdos estuvieron 4 horas tomando el sol , ya tumbados, con el muerto a la terrible distancia de 12 o 15 m. Sabiendo lo uqe pasaba, como por ejemplo el ataud por encima de sus cabezas 4 horas mas tarde. Pero lo importante y por eso esa foto lo es, es que el resto de la playa decenas de sombrillas siguieron tomando el sol y jugando a las palas. Un saludo.

PD Precisamnete el trabajo de un fotoperiodista es encuadrar un parte de la realidad para contar una historia mas completa.

Tienes toda la info en http://aespada.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Un cadáver frente a la sombrilla

Historia de una foto

Por Javier Bauluz,

Autor del reportaje
"Muerte a las puertas del paraíso"

http://aespada.blogspot.com/

2 de Septiembre 2000

El polideportivo estaba lleno. Las gradas
cubiertas de colores. Decenas
de personas se agolpaban buscando un hueco para
dormir. Vigilados por la
guardia civil decenas de inmigrantes
subsaharianos eran atendidos por la
gente buena de Tarifa, varios jóvenes y mayores,
pescadores, estudiantes
y jubilados les ofrecían un poco solidaridad.
En cambio el gobierno
español no les daba ni una manta, incluso ya
detenidos, los dejaba
durante horas tirados en la carretera, como si
fueran perros, empapados
y heridos después de sobrevivir el cruce del
Estrecho de Gibraltar
amontonados en una patera.

El espectáculo era digno de un campo de
refugiados en Africa, decenas de
piezas de ropa se secaban al sol en improvisados
tendederos, una mujer
lavaba su ropa mojada en las duchas de la
piscina, mientras otros
inmigrantes dormitaban agotados tumbados en el
suelo. Un subsahariano
secaba sus zapatos al sol, y todavía con la cara
contraida, me contaba,
en ingles, el miedo que había pasado en la
patera.:"Pense que no íbamos
a llegar vivos, quiero dar gracias a Dios".

Un rato después, recortada sobre una blanca
pared de cal, veo una
sombra oscura y agachada que comienza a
gesticular. Me acerco y veo al
asustado inmigrante postrado de rodillas, alzando
sus manos al cielo y
recogiéndose en oración con las palmas de las
manos juntas. Me sobrecoge
la escena. A pocos metros otro inmigrante yace en
el suelo agotado.
Venciendo mi emoción y procurando no interrumpir
sus rezos levanto la
cámara y hago un par de fotos.

Un guardia civil se acerca curioso a la escena,
se detiene y observa la
situación. Encuadro al guardia, al que yace en el
suelo y al fondo al
que da gracias a su dios por estar todavía vivo.
Hago varias fotos y en
la ultima se ve al guardia con la gorra cogida
con las manos detrás de
la espalda, cabizbajo y respetuoso. Parece que le
está acompañando en
sus oraciones. . Hago un par de fotos mas de la
ropa al sol y me suena el
móvil: un cadáver en la playa de Zahara.

Salgo corriendo sin despedirme. 20 km. De camino
dos imágenes se mezclan
en mi cabeza: el hombre arrodillado dando gracias
por seguir vivo y la
imagen de un muerto sobre la arena. Llego a la
playa sobre las cinco de la
tarde. Esta cuajada de sombrillas, hace un día
espléndido y la gente se
baña en el agua caliente mientras otros toman el
sol. No veo el
cadáver, ni guardias, ni ambulancia ni ningún
movimiento extraño. ¿Ya
lo habrán retirado?.

Finalmente al fondo de la playa, veo algo raro.
Me acerco corriendo y
veo una cámara de televisión , a otro colega
haciendo fotos y un par de
periodisas libreta en mano. A pocos metros hay un
cuerpo en una posición
extraña. Tomo aire y recuerdo que el rollo casi
esta terminado. Levanto
la vista y veo una pareja sentada bajo su
sombrilla con el cadáver a
pocos metros. No se mueven de su sitio a pesar de
los periodistas, sus
cámaras y el muerto. Todavia jadeando disparo
tres veces. La 32, 33 y
34ª del mismo rollo del superviviente que
rezaba. Una de estas fotos es
la de la pareja, la sombrilla y el cuerpo del
inmigrante al fondo.

Me acerco mas mientras saludo a los colegas
periodistas. Camino hacia
el cadáver con una idea en la cabeza: desde el
otro lado se podrá ver el
muerto y la playa llena de gente disfrutando.
Nosotros y ellos en el
mismo espacio pero en dos mundos distintos. La
gente continua su vida
playera, se bañan, siguen tumbados, los niños
chapotean en la orilla.
Solo algunos bañistas, cinco o seis, comentan en
un corrillo la
tragedia. Me parece una falta de respeto y me
indigna. Sea negro o
blanco el muerto. Por desgracia no me sorprende
en absoluto. Es la misma
indiferencia que he visto tantos días con la
suerte de los inmigrantes.
No es asunto nuestro. Son erizos o bestias de
trabajo, no son "personas
humanas". En todo caso son delincuentes
peligrosos a los cuales debemos
temer y en consecuencia odiar. Vamos mejorando

Con los ojos voy buscando el mejor ángulo
mientras dejo atrás a los
colegas. Solo un par de metros mas oigo una voz
autoritaria: ¡No se
puede pasar¡ Me giro y me encuentro con un joven
a pecho descubierto en
traje de baño. Le miro con sorpresa y me dice que
es guardia civil. Le
digo que soy periodista pero se niega a dejarme
acercar al cadáver.

Doy un rodeo y llego a las rocas que se dibujan
al final de la playa. El
guardia me da espalda. Ante mi el cadáver del
inmigrante y una playa
llena de gente y sombrillas. La primera, la de la
pareja de la primera
foto.

Después de un buen rato esperando algo nuevo
decido bajar de las rocas
cuando veo un grupo de gente que se acerca.
Distingo uniformes y
reconozco al sargento que esa misma mañana daba
instrucciones a sus
agentes de cómo preparar un biberón, mientras se
rascaba el bolsillo
para pagar la leche materna con la que alimentar
a los dos bebes de uno
y dos meses que había sobre su mesa del
cuartelillo mientras les
cambiaban los pañales. Nunca pense que iba a ver
una cosa así.
El sargento de uniforme se acerca al cadáver con
dos guardias en
camiseta y pantalón corto. Lo reconoce y ordena
cubrirlo, alguien
aparece con una festiva toalla y lo tapan. Los
colegas periodistas
graban y filman la escena .
La marea ha subido desde que los guardias en
bañador sacaron el cuerpo
que flotaba en el agua. El sargento ordena
llevarlo un poco mas arriba.
El muerto queda boca arriba en una extraña
posición y un poco mas cerca
de la pareja de la sombrilla que, ahora tumbados
observan toda la
escena. Algunos curiosos se acercan a mirar.

Me acerco y saludo al sargento y a otros dos
guardias que reconozco.
Intercambiamos unas palabras de horror. El
sargento llama por el móvil y
habla con quien parece ser el juez de guardia. Le
informa sobre el
macabro hallazgo y contesta: "si, es un hombre
negro". " A sus ordenes"
y cuelga con violencia la tapa del móvil. Ni a
los jueces les interesa
esta pobre gente. El juez acaba de delegarle el
levantamiento del
cadáver. No se va a tomar la molestia de venir.

Hace calor, mucho calor. En la escena de la
tragedia solo quedamos un
par de guardias y yo. Los periodistas se han ido.
El cadáver cubierto
ahora por una sabana se calienta al sol que baña
a la pareja, que sigue
en el mismo lugar, detrás de ellos la vida de la
playa sigue su curso.
Risas de niños, chapoteos mientras el sol empieza
a bajar.

El tiempo sigue pasando, ya solo quedamos un
guardia y yo vigilando el
cadáver. Hago algunas fotos de parejas en biquini
y bañador paseando cogidos de
la mano a pocos metros del cadáver cubierto y del
guardia. La vida
sigue.
Casi dos horas después de mi llegada veo venir a dos hombres
llevando un ataúd que pasan
al lado de la pareja tumbada a la sombra de su
sombrilla. Hago la foto.
Depositan el féretro junto al cadáver. Uno de
los funerarios se saca la
arena del zapato mientras conversa con el
guardia.
Mas tarde llegan unos señores de paisano y empiezan
a fotografiar el
cadáver desde todos lados. Al principio pienso
que son mas periodistas,
pero uno de ellos me dice que no haga fotos y
entonces descubro que son
del servicio de identificación de la guardia
civil. Tengo algún roce con
él mientras le toman las huellas al muerto, hasta
que se convence que no
me interesa su cara. Hago mas fotografías
mientras lo introducen en la
caja.
Cuando acaban su trabajo dos guardias ayudan
a los de la funeraria a llevar el ataúd a través
de la playa. Sigo
haciendo fotos. En una se ve el traslado y al
fondo una feliz pareja
juega a las palas. La pareja de la sombrilla ha
desaparecido. Un niño
muy curioso corre alrededor del ataúd durante
parte del camino.

Cuando llegan a las escaleras unos gritos llaman
la atención de los
guardias y los funerarios. Los cuatro dejan el
ataúd solo y van a hablar
con las señoras que los llaman.
Han encontrado la
chaqueta del
inmigrante muerto. La señoras se van y los
guardias revisan la prenda.
En el suelo depositan un pañuelo, un cepillo de
dientes, uno del pelo,
un billete de mil duros, una foto del Papa, un CD
de Bob Marley y algo
que hace “sospechar”
de la segura delincuencia
peligrosa del inmigrante,
encuentran un metro, un metro de medir.

Hago varias fotos que convierten al bulto negro
de la playa en una
"persona humana" con amores y sueños: hijo,
cristiano, amante de Marley,
limpio, pobre y trabajador. A quien le importa.

Los guardias también encuentran varias
fotografías envueltas en
plástico: una de ellas debe ser de su bautizo a
la africana, bañándose
vestido de blanco en una playa, otras de él mismo
y tal vez sus
hermanos. Otra foto me impresiona: una antigua,
en blanco y negro, de
quienes debieran ser su padre y su madre, quienes
nunca sabrán que le
paso a su hijo, nunca sabrán por que no les
escribe o les llama.

Nadie reconocerá el cadáver, no portaba ninguna
documentación. Un
guardia con blancos guantes quirúrgicos sujeta la
foto de los padres
sobre el ataúd. Disparo por ultima vez. He pasado unas
cuaro horas en la
playa de la tragedia y cuarenta días mas para
poder documentar lo que pasaba
en Tarifa . Son aproximademente las 8 de la tarde del día 2
de Septiembre de 2000.

Javier Bauluz

http://aespada.blogspot.com/