"Rubén Amón, periodista de El País al que Juan Luis Cebrián prohibió
hace un par de meses seguir colaborando con La Sexta, ha escrito este
jueves sobre la algarada de la Autónoma.
“Los radicales desplazados a la
Universidad, espoleados atmosféricamente por Podemos, han emprendido su
propia ley mordaza” impidiendo una conferencia del propio Cebrián y de
Felipe González, ese jarrón chino de apariencia inofensiva que explota
cuando se tropieza uno con él en el pasillo de las marquesas.
El
censurado, Rubén Amón, se convierte en azote de censores, exceptuando a
los que lo censuran a él, a sus jefes, a sus cebrianes, a los ‘censores
buenos’, a la izquierda centrocivilizada de los elegantes ultraliberales
de El País. Yo no sé qué es peor: que los estudiantes censuren a
Cebrián, o que Cebrián censure a sus periodistas: acaba de echar de
Prisa a Manuel Rico, a Fernando Berlín, a Javier Aroca, a Ignacio
Escolar…
Y ha impedido a todos sus trabajadores colaborar con los medios
–Eldiario.es, Elconfidencial.com, La Sexta– que desvelaron sus negocios
con una petrolera en un país en guerra como Sudán del Sur, y airearon
que amarteló cuentas fiscalmente paradisiacas en Panamá. Una información
veraz, que tuvo como respuesta la censura, la castración como
opinadores de sus propios periodistas.
Rubén Amón, el autor de
este texto, era hasta hace nada colaborador habitual de La Sexta. Hasta
que Cebrián le prohibió seguir trabajando en un programa que,
sencillamente, se había hecho eco de una información nunca desmentida
sobre negociete
s panameños.
Los censores se quejan de que los censuran.
España es un oxímoron que se muerde la cola.
Andan
todos los periódicos diciendo que esto de impedir una conferencia de
Cebrián y Felipe es cosa muy poco democrática. Sobre todo en la
universidad. Donde el jardín de las delicias del saber debe permitir
libar a todas las abejas con ganas de decir algo.
Olvidan recordar
que Cebrián y Felipe andan apoyando un gobierno del PP que ha
desalojado a 127.000 alumnos de esas mismas aulas. Cortándoles los
medios. Había 127.000 alumnos en la Autónoma que no estaban protestando.
Que no podían protestar. Que estaban en sus casas o sirviendo de
camareros en Tombuctú.
Desde que Rajoy llegó al poder, ese a quien hoy
apoyan Cebrián y Felipe, las matriculaciones universitarias han
descendido un 10%. ¿Le parece raro a alguien que no permitan a esta
morralla iletrada entrar en la universidad? Son los genocidas de la raza
universitaria española, y no me extraña que los pocos aborígenes que
quedan no les dejen penetrar en su amazonas.
La universidad es un
lugar de debate, por supuesto. A mí me hubiera encantado que Felipe y
Cebrián pudieran contarnos sus cosas, y, si yo hubiera estado allí, los
hubiera defendido. Me hubiera enfrentado a los de las caretas, con mis
puños, con mis dientes y con mis ganas de abrazar. Pero nadie se
enfrentó a los de las caretas. Nadie, ningún alumno, protegió a Cebrián y
a Felipe. Había más gente deseando que se fueran que intelectuales
luchando porque se quedaran.
Eso de que nadie defendiera a Cebrián y a
Felipe, ningún alumno, a mí me deja pensando un rato. ¿Qué han hecho
Cebrián y Felipe para que nadie defienda su libertad de expresión en una
universidad? Eran unos pocos violentos contra ningún espectador, que
diría un crítico teatral pelota. Sin matizar que los pocos violentos no
ejercieron acto alguno de violencia.
Por último. Si yo fuera
Felipe o Cebrián, millonarios, con una veintena de guardaespaldas cada
uno, hubiera entrado. La vergüenza no es para los que impidieron su
entrada, sino para los que no entraron. Si tuvieran algo importante que
decir en esa universidad, hubieran entrado a pesar de las protestas con
peligrosas caretas de cartón. ¿No son hombres de Estado? Pero se fueron.
Lejos. Al amparo de los periódicos de papel. Que es con lo que se
cubren de su frío millonario los cobardes.
Dice Rubén Amón,
estupendo reportero con el que tengo el gustazo de haber trabajado, que
“los radicales desplazados a la Universidad, espoleados atmosféricamente
por Podemos, han emprendido su propia ley mordaza“. Yo no sé cómo se
espolea atmosféricamente a 200 estudiantes. Aun siendo Pablo Iglesias.
Solo sé que hoy día debe ser muy complicado ser periodista de orden en
El País. Incluso atmosféricamente." (Aníbal Malvar, Público, 22/10/16)
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