"Están alcanzando un gran protagonismo en medios y redes las denuncias
de manipulación que están haciendo públicas los trabajadores de RTVE.
El detonante ha sido el uso de la mayoría absoluta del PP en el Senado para paralizar la renovación de la dirección del ente público.
La actual dirección fue aprobada por las cámaras de la anterior
legislatura, no obedecen, por tanto, a la representatividad política
actual. De ahí que el bloqueo del PP haya indignado al resto de los
partidos políticos.
Y no solamente a los partidos, también los consejos de Informativos,
las secciones sindicales y el propio Comité Intercentros, en el que
están representados los trabajadores, están protagonizado diferentes
actos de protesta. En las redes, bajo el hashtag #AsíSeManipula,
las trabajadoras de RTVE iniciaban el 30 de abril en Twitter e
Instagram una campaña para “denunciar la manipulación” en la corporación
de radio y televisión pública.
Desde el usuario MujeresRTVE
se retuiteaban numerosos ejemplos de manipulación recordando que “se
hace con el dinero de todos”. “No somos cómplices y nos negamos a
aceptarlo” señalaban. Además, invitaban a los espectadores de TVE, oyentes de RNE y usuarios de la web de RTVE.es
a participar y relatar ejemplos de manipulación en sus redes sociales
con el hashtag #AsíSeManipula. Un detalle a tener en cuenta, que las
denuncias sea protagonizadas por las mujeres.
El indignante panorama de manipulación en RTVE, al igual que el que
se vivió o se vive en Canal9 o Telemadrid, lleva a muchos ciudadanos a
replantearse la existencia y la viabilidad de contar con una televisión
pública. Y ese es el asunto que quiero tratar.
El primer detalle a
destacar es que una campaña donde los trabajadores de la comunicación
denuncien la manipulación en el medio que trabajen es impensable en el
ámbito privado. Es verdad que la manipulación en un medio público es más
indignante porque se hace con el dinero de todos, pero no debería ser
menos denunciable la manipulación en un medio privado.
No sirve como
justificación que una empresa privada es libre de adoptar una línea
editorial u otra. Las televisiones y radios disfrutan de una concensión
pública, se considerán depositarias de un servicio público y están
obligadas profesional y legalmente a la veracidad y la pluralidad en sus
contenidos.
No podemos aceptar desequilibrios ni manipulaciones por muy
privadas que sean, del mismo modo que no aceptamos que una empresa
privada de conservas elabore alimentos en mal estado, una farmacéutica
comercialice medicamentos fraudulentos, una inmobiliaria construya
edificios inseguros, un hospital privado preste una mala asistencia
sanitaria o una autopista de capital privado esté mal señalizada.
Para los políticos neoliberales la caída en desgracia de la
televisión pública no es un problema mayor, entre otras razones porque
saben que su ideología se transmite con mucha más impunidad en un medio
privado sin tener que dar incómodas explicaciones a trabajadores,
sindicatos o partidos de oposición.
Es más, hundir su prestigio puede no
ser una mala opción si con ello los ciudadanos comienzan a replantearse
el gasto en medios de comunicación públicos y emigrar, por ejemplo, en
el caso español, a las televisiones de Berlusconi o Planeta. No
olvidemos que, durante su presidencia de la Comunidad de Madrid,
Esperanza Aguirre más que manipular los contenidos de Telemadrid, su objetivo era privatizarla.
Por mucha manipulación que suframos en las televisiones públicas
el nivel de libertad de sus periodistas y las posibilidades de
regeneración siempre serán mayores que en los medios privados.
Nadie se
puede imaginar que una televisión privada emitiese lo que sucedió en
TVE1 en julio de 2009, cuando los profesionales de la televisión pública
no dudaron en emitir en el informativo el ataque que sufrió el
periodista de la cadena por parte del jefe de prensa del ministerio de
Trabajo, molesto por una pregunta que el profesional le hizo al ministro
en la rueda de prensa.
Todos los telespectadores pudieron ver y
escuchar cómo le decía al periodista. “Voy a pedir quién eres para evitar que vengas a este Ministerio”.
¿Se imaginan una televisión privada emitiendo una amenaza similar del
jefe de prensa del dueño de la cadena dirigida a un periodista de esa
misma cadena? Simplemente lo despedirían y listo.
Tras el escándalo de las fiestas con prostitutas del primer ministro
italiano Silvio Berlusconi en Cerdeña, su obsesión era que ninguna
televisión italiana importante entrevistase a ninguna de ellas.
Berlusconi no lo tenía difícil, controlaba las principales privadas como
propietario de Mediaset y las públicas como primer ministro. Sin
embargo, RAI2 terminó entrevistando en su estudio a una de las prostitutas ante la indignación de Berlusconi.
La conclusión es clara: resulta más fácil que un propietario controle
la televisión privada que un primer ministro controla la televisión
pública.
Ahora, cínicamente, los medios privados están informando con
profusión de las denuncias de manipulación de los periodistas de RTVE,
pero no olvidemos que las suyas son igual o mayores y sin posibilidad
alguna de sus profesionales para denunciarlas.
Con toda la rabia que nos genere la manipulación de los gobernantes
de la televisión pública, es importante que no olvidemos que, a
diferencia de las privadas, se pueden crear órganos participativos y
plurales de control, sus periodistas (como estamos comprobando) pueden
denunciar, algo impensable (como también estamos comprobando) en un
medio privado y, en última instancia, la dirección del medio público
cambiará tarde o temprano cuando echemos al gobierno que la manipula.
Lo
que es imprescindible es que los periodistas de las televisiones
públicas sean valientes para denunciar las manipulaciones, y los de RTVE
lo son, y que los ciudadanos seamos capaces de quitarnos de encima a
los dirigentes que usan los medios públicos para engañar." (Pascual Serrano, Público, 09/05/18)
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