"A David Jiménez, corresponsal durante 17 años en
Asia, curtido en guerras, golpes de Estado y catástrofes humanitarias,
la oferta para dirigir El Mundo le llegó en el Marriott East Side de
Nueva York. A ese hotel de lujo fue a tentarlo en 2015 el presidente de
Unidad Editorial, Antonio Fernández Galiano, para darle un nuevo aire al
periódico, que no había llegado a recuperarse de la abrupta salida de
su director y fundador, Pedro J. Ramírez.
Jiménez sobrevivió en el cargo 366 portadas (y un día de huelga que el periódico no llegó a imprimirse). En El Director,
que edita Libros del K.O. y sale a la venta este lunes, relata en
primera persona cómo transcurrió ese año en la redacción y las plantas
nobles de uno de los principales diarios del país sumido en una grave
crisis económica, de modelo y también de liderazgo. El libro habla de
las sutiles (solo al principio) presiones que llegan desde los despachos
más altos de su propio grupo de comunicación para condicionar portadas y
editoriales. Y también de cómo el poder real, las élites económicas y
empresariales, intentan abrazar al recién llegado. Relata ofertas
envenenadas de primeros ejecutivos del IBEX que preguntan al director si
necesita ayuda -e insisten cuando este dice que no-, llamadas de
presidentes de equipos de fútbol, molestos por salir en la sección de
opinión con una flecha hacia abajo. Dibuja, en general, el baile de
vanidades, traiciones y maniobras que es la redacción de un periódico
acostumbrado durante los buenos tiempos a quitar y poner ministros y
también algún presidente y que ahora sufre Eres y constantes cambios en
la dirección.
En
295 páginas, Jiménez describe la atmósfera viscosa de una élite política
y empresarial con sede en Madrid peleando por mantener sus privilegios
en un país que amenazaba cambio, donde ya nada parecía sólido y que
hasta había visto abdicar al rey tras décadas de sobreprotección de la
prensa. "El poder económico protegía al poder político. El poder
político protegía al poder económico. La prensa protegía al poder
económico", escribe el exdirector en las memorias de un año al frente de
El Mundo. Antes de llegar a las librerías ya ha soliviantado a una
parte de su antigua redacción. Jiménez defiende que no es un "ajuste de
cuentas" sino una forma de romper "con la ley del silencio" que se ha
autoimpuesto la profesión y que, según el exdirector de El Mundo, ha
hecho mucho daño al periodismo. Atiende a eldiario.es. este jueves en la
redacción, tres días antes de que su último libro pueda comprarse.
Sale a la venta El Director, Secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo. ¿Lo que pasa en el periódico ya no se queda en el periódico?
Yo creo que no se debe quedar. Los periodistas
legítimamente hacemos nuestro trabajo, hablamos de los políticos, de los
empresarios, criticamos a futbolistas, a los restaurantes si no nos
gustan, y, en cambio, jamás hablamos de nosotros mismos. Hay una ley de
silencio que ha perjudicado mucho -y lo estamos viendo estos días con
las cloacas-. Nos hemos creído inmunes a la crítica y eso ha hecho mucho
daño al periodismo y ha permitido que gente que no lo ejerce dignamente
haya podido no solo ejercerlo sino prosperar.
Esas encuestas del CIS que
publicamos los medios sitúan a los periodistas como una profesión solo
un poco mejor valorada que la política.
Y nos hemos ganado esa valoración negativa. En España
hay periodistas fantásticos y medios que están intentando en una
situación muy difícil hacer bien su trabajo. Pero hemos cometido muchos
errores, hemos trasladado las trincheras políticas a la prensa y vemos
periódicos que se definen claramente e investigan solo al oponente o al
que tiene una ideología diferente a la suya. Esa mezcla de opinión con
información constante, donde le contamos a la gente que le estamos dando
una información y en realidad es nuestra opinión... Se ve en estos
títulos grandilocuentes en los que se editorializa cuando estás dando
una información y luego -como se cuenta también en El Director-
está el tema de las prebendas, de las influencias y los sobresueldos.
Mucho de lo que hemos criticado siempre de los políticos lleva años
ocurriendo en la prensa y nos hemos callado porque decidimos que eso no
era interesante. Uno de los méritos que puede tener el libro es romper
un poco esa ley del silencio.
Usted llegó a España en 2015
después de 17 años como corresponsal en Asia para incorporarse como
director a El Mundo y su experiencia parece el relato de un
extraterrestre. ¿Cómo ha sido ese choque con la realidad?
Era un momento en que estaban pasando muchas cosas.
La llegada fue, como dices, la llegada de un extraterrestre. Llevaba 17
años haciendo reporterismo en Afganistán, Cachemira, Timor, cubriendo
terremotos y revoluciones. Luego pasé un año en Harvard haciendo una
beca Nieman y esas dos cosas -tanto la corresponsalía como el año
Harvard- son chutes de idealismo periodístico. Porque el corresponsal no
se mancha -digamos- en la política, no tiene contacto con la redacción y
puede hacer un periodismo más o menos puro sin tener que enfrentarse a
dilemas periodísticos y morales. De repente te aterrizan y casi caes
como un paracaidista en uno de los grandes centros de poder de este
país, que es el despacho del director de El Mundo. Y aquello va contra
natura, la empresa escoge a un reportero para hacer una cosa que
normalmente hace gente que se mueve muy bien en la política. Yo llego
sin tener el teléfono de un solo político español o de un solo
empresario, totalmente desconectado del establishment
que dirige los destinos del país, y lo que me encuentro desde el primer
día es un mundo absolutamente diferente a lo que yo había vivido como
corresponsal. Y ahí es donde empiezan todas las dinámicas de presiones,
de intentos de control del periódico por parte de empresas que están
tratando de dominar la información. Y uno intenta hacer lo que estaba
haciendo como corresponsal. Y se empieza a dar cuenta de las
dificultades.
Cuáles son las presiones más
difíciles de aguantar. ¿La llamada de un ministro se soporta mejor que
la de un gran empresario? Las empresas periodísticas cuando caen sus
ventas, su audiencia y su publicidad, a menudo tienen la tentación de
acercarse a ese establishment para salvarse a corto plazo.
Para mí la presión más fuerte fue sin duda la
económica. A mí que me llamara un político para protestar por una
información me daba absolutamente lo mismo. Ya había sido reportero en
Corea del Norte, donde te seguían 24 horas al día, había sido detenido
en China y varias veces por hacer mi trabajo me habían vetado la entrada
en muchos países. Que un político llame para quejarse, a mí no me
suponía ningún estrés. Pero los periódicos -y también El Mundo en ese
momento- están en una situación económica muy débil. Y ahí es donde
entran las presiones políticas porque yo creo que el poder económico
huele después de la crisis la debilidad de los medios y lo aprovecha muy
bien y piensa que es su oportunidad.
No es lo mismo que Telefónica te presione sobre una
información cuando tu periódico está ganando 50 millones de euros al
año, como ha ocurrido con El Mundo en la época dorada, a que tú estés
con dificultades para llegar a fin de mes y pagar las nóminas. Ahí es
cuando esa presión se convierte en muy difícil porque como director te
encuentras ante un dilema -que yo creo que se transmite en el libro-.
Uno se pregunta si al seguir adelante con esta información a lo mejor
está perjudicando a los compañeros que están ahí porque una gran empresa
va a quitar la publicidad y las dificultades van a ser mayores, las
posibilidades de un ERE o de un recorte van a aumentar… Esa presión es
muy difícil porque quieres hacer tu trabajo y quieres informar. Pero
tampoco quieres perjudicar al periódico. Tú quieres que tu periódico sea
rentable y viable y quieres que todo el mundo mantenga sus puestos de
trabajo. Y esa es la encrucijada moral. Se pasa peor en esa encrucijada
que estando en Afganistán siendo perseguido por talibanes.
¿Es incompatible ignorar esas presiones y garantizar los 300 puestos de trabajo de los compañeros?
Ningún periódico puede ser independiente y libre si
no depende directamente de sus lectores. Eso lo estamos viviendo en todo
el mundo. eldiario.es, por ejemplo, tiene un modelo de suscripción
claro. Cuantos más suscriptores tengas o más gente financiando tu
periodismo, más capacidad vas a tener de poder decir las cosas que
quieres aunque afecten al poder económico y político. Pero cuando tú
dependes de lo que en el libro se llaman "Los Acuerdos", que son estos
pactos por los cuales las empresas pagan a los periódicos más dinero en
publicidad de la que les corresponde a cambio de favores y de un trato
mucho mejor, estás atrapado en un sistema que no te deja ser
completamente libre. Creo que en España la norma general es que los
medios están atrapados por esa esclavitud hacia el poder económico.
¿El director firma "Los Acuerdos"? ¿Alguien le explica en qué consisten y que exigen más allá de la publicidad?
"Los Acuerdos" no los negocian los directores de
periódicos, los negocian las empresas: el presidente del BBVA se reúne
con el presidente del periódico o incluso del grupo. Es el presidente de
todo el grupo el que negocia sus acuerdos. Y ahí no entra para nada el
director. Pero el director ve el impacto que esos acuerdos tienen.
Cuando tú estás a punto de publicar una información -y hay casos
concretos en el libro, por ejemplo, con una información de Telefónica- y
lo que recibe el director es la llamada de arriba diciéndote que nos
han hecho un favor o que tenemos unos acuerdos y que si publicas esto va
a correr riesgo ese ingreso económico que es fundamental en un momento
de crisis como el que vivimos...
El libro tiene frases
demoledoras como esta: "El poder económico protegía al poder político.
El poder político protegía al poder económico. La prensa protegía al
poder económico".
Es difícil de entender para la gente. Cuando hablamos
del poder político o del poder económico y el poder mediático, hablamos
como si fueran independientes uno de otro. Y no es así. Este es un
triunvirato de poder, los intereses son comunes y cuando se pone la
maquinaria en funcionamiento y quieren aplastar a alguien, se ponen en
funcionamiento los tres poderes. Y sus intereses están tan ligados ahora
que yo creo que no tienen ni que hablar. Es decir, que los políticos
saben que dependen del poder económico, el poder económico sabe que la
prensa depende de ellos y al final todo está mezclado. Y sucede otra
cosa: se ha creado una especie de gueto de ese establishment,
gente que va al restaurante X o al reservado y sólo se ve con personas
de ese círculo. Su contacto con la realidad del país es mínimo y es uno
de los grandes problemas que ha vivido la prensa, que ha acabado
escribiendo para el establishment, en parte porque se ha convertido en establishment.
Otro párrafo de El Director:
"Mientras los herederos de la Transición convertían el país en una
inmensa agencia de colocación de afines y los partidos que debían
defender el Estado de Derecho se aprovechaban de él, los medios elegimos
el bando equivocado".
Eso se vio claramente en la crisis económica. Cómo
los periodistas no supimos ver en medio de aquella crisis provocada en
gran medida por ese establishment económico y político, y no supimos tomar partido por la gente.
Se vio por ejemplo cuando Bankia salió a Bolsa. Desde
el Gobierno y desde Bankia, que es uno de los grandes anunciantes de la
prensa en ese momento, se empieza a llamar a los directores de los
periódicos para decirles "tenéis que apoyarnos en esto" y los periódicos
apoyan. Y si te fijas, en aquellos días la cantidad de páginas y
páginas de publicidad en favor de la salida a bolsa iban acompañadas de
informaciones favorables. Muy poca gente decidió ponerse a investigar
esas cuentas y ver qué había detrás de todo aquello. El resultado fue
que como no estuvimos del lado de la gente no hicimos nuestro trabajo. Y
al final acabó pagando mucha gente por la negligencia y la ausencia de
esa información mucho más rigurosa que teníamos que haber llevado a
cabo.
En el libro cuenta que el
Gobierno de Rajoy no solo tomó los medios públicos sino que en las
televisiones privadas iba colocando tertulianos que recibían consignas a
través de mensajes telefónicos y que había políticos recordando a esos
periodistas quién les había puesto ahí.
Yo creo que durante los años de [Mariano] Rajoy en
relación a la prensa -y esto es algo que mantienen no sólo periodistas
que uno pueda considerar de izquierdas sino que los que podrían ser más
afines al Partido Popular también te lo dicen- se vivió el mayor ataque
contra la libertad de prensa de este país desde la dictadura. Yo a los
pocos días de llegar a la dirección del periódico recibí un mensaje del
Gobierno en el que se me transmitió que no estaban contentos con la
persona que cubría el PP. En ese momento yo ni siquiera la conocía y no
sabía si era buena periodista o mala. Lo que sí sabía es que jamás iba a
aceptar que desde el Gobierno dijeran quién tenía que cubrir sus
informaciones y quién no. El Gobierno usaba la estrategia del palo y la
zanahoria. El que no pasaba por el aro recibía castigos, se expulsaba de
las tertulias, se provocaba el despido de gente haciendo llamadas a los
grandes directivos, se amenazaba con la publicidad institucional, con
las licencias de televisión… En 2015 las elecciones son en diciembre y
hay una concesión de licencias digitales de televisión en octubre. ¡Qué
casualidad! Lo que hace es enviar el mensaje clarísimo para que los
medios sean buenos si quieren tener alguna posibilidad de que les caiga
una licencia de esas que están valoradas en muchos millones de euros.
El Gobierno de Rajoy fue un periodo muy tóxico y no
solo por la gestión de los medios públicos. Se vio claramente lo que se
hizo con ellos, pero también se extendió a los privados y ahí yo creo
que los periodistas de nuevo pudimos haber sido más más valientes, no
hubo suficiente resistencia a ese acoso a la prensa. Y cuando digo esto,
pienso mucho en países en los que he estado trabajando como
corresponsal donde he visto a periodistas que no se arriesgaban a perder
una tertulia, se arriesgaban a 20 años de cárcel. Y aún así iban con la
información y están en la cárcel en países como China, en Vietnam, en
Birmania. Yo lo veía como un contraste con un país donde por una
tertulia había gente que aceptaba esas consignas y decir lo que le
mandaban desde Moncloa. Uno de los aspectos más surrealistas de esa
presión era que había un enfrentamiento en el Gobierno entre [Soraya
Sáenz de] Santamaría y [María Dolores de] Cospedal y una lucha entre las
dos por colocar al mayor número de tertulianos, a veces para atacarse
entre ellas.
A mí me pasó que al poco de llegar a la dirección,
Gallego y Rey publicaron una viñeta en la que se relacionaba a Rajoy con
la corrupción y entonces recibí un mensaje muy crítico de la secretaria
de comunicación del Gobierno [Carmen] Martínez de Castro. Me quedé un
poco sorprendido porque venía de Estados Unidos donde eso es impensable
yo no me podía imaginar al secretario de comunicación estadounidense
enviándole al director de el New York Times o el Washington Post
mensajes censurando una viñeta humorística. Y claro si se censuraba eso,
qué no iba a pasar cuando ya eran informaciones sobre corrupción.
¿Diría que con usted al frente El Mundo soportó bien esas presiones?
Creo que las soportamos bien. El Mundo tiene un grupo
de periodistas que están muy acostumbrados a enfrentarse al poder.
Escribo en el libro que es el periódico más valiente de la democracia
porque, con muchos errores que hemos cometido -y yo he cometido unos
cuantos también-, lo cierto es que si uno ve los grandes escándalos de
corrupción en la historia de la democracia española, casi todos han sido
sacados por El Mundo. En el año en el que estuve hice 366 portadas. Uno
las repasa y a lo mejor hay 30 portadas que hoy no habría hecho o las
habría hecho diferentes, pero muchas de ellas lo que me transmiten es
que hubo valentía por parte de la redacción en seguir investigando la
corrupción del Partido Popular y en criticar al resto de partidos que
aspiraban a sustituir al PP. Yo creo que se hizo un esfuerzo por
mantener la independencia del periódico. ¿Qué ocurre? En los años de
Rajoy cuatro directores de El Mundo son despedidos. ¿Es eso casualidad?
¿De repente todos eran malísimos? Pongamos que yo era malísimo, ¿los
otros tres también? No hay precedentes en la historia del periodismo de
este país. Una destitución tras otra de directores. ¿Y por qué se
producen esas destituciones? Porque había una campaña coordinada del
poder económico y del poder político para someter a un periódico que
había sido uno de los más combativos durante la democracia.
Dice que usted también ha cometido errores. ¿Cuáles? ¿En el libro hay la suficiente autocrítica?
Si a mí alguien me dice hoy si el día que llegué a la
dirección de El Mundo estaba preparado para ser director de El Mundo,
yo le digo que no. No había gestionado una redacción, no tenía los
contactos en España. Venía de una corresponsalía, que es un trabajo
absolutamente diferente, y en la gestión de la gente que requiere una
redacción grande como la de El Mundo, ahí yo creo que cometí muchos
errores. Siempre digo que no estaba preparado para ser director el día
que llegué y en cambio sí lo estaba el día que me despidieron. Porque
después de un año y de las presiones políticas, económicas, el ERE que
se hizo en la empresa, las intrigas que siempre hay en las
redacciones... digamos que hice un máster en lo que es la dirección de
un periódico. Ahí sí creo que estaba preparado, pero claro que cometí
errores, también periodísticos sin duda, porque un periódico es al final
ese primer borrador de la historia. Lo que sí puedo decir es que todos
los errores que cometí fueron con criterios periodísticos e intentando
hacer el mejor periódico posible. Al final el error es inevitable.
El exministro del Interior
Jorge Fernández Díaz le dijo a usted que "no son tiempos para la
neutralidad". En ese momento, allá por 2015, y según estamos viendo
ahora, en su Ministerio estaba operando una policía política para
perseguir adversarios y destruir pruebas de casos judiciales que podrían
perjudicar mucho al Partido Popular. Es entonces cuando le dice el
ministro que "no son tiempos para la neutralidad" al director de uno de
los principales periódicos del país.
Lo curioso no es que el ministro me dijera que no
eran tiempos para la neutralidad y me pidiera que sometiera la
independencia del periódico a los intereses del Gobierno. Lo curioso es
que no fue sólo él, es que en sucesivas reuniones con ministros repetían
la misma frase. Eso me hizo pensar que había sido una idea coordinada
desde el Gobierno. Ellos me transmitieron que había dos medios de
comunicación que les interesaba controlar o que les interesaba tener de
su lado, especialmente de cara a las elecciones de diciembre de 2015: El
Mundo y Antena 3 Televisión. El propio ministro, y lo digo en el libro,
me contó que ahí están los dudosos que pueden elegir entre Ciudadanos y
el PP. Entonces ahí se produce ya esa idea del concepto patriótico. Y
esas frases de que el periodismo está muy bien, la independencia está
muy bien, pero que estamos en un momento en el que tenemos que ser
patrióticos. ¿Y ser patriótico qué es? Pues destruir a los adversarios
del Partido Popular y tratar de que vuelva a salir reelegido Mariano
Rajoy. Claro, yo no podía aceptar eso, entre otras razones, porque yo
estaba convencido de que Mariano Rajoy y el Partido Popular necesitaban
pasar a la oposición para regenerarse porque estábamos viviendo un
escándalo tras otro. En ese momento no se sabía todo lo que estamos
viendo ahora pero ya se transmitía esa idea de utilizar los resortes del
Estado para intentar mantenerse en el poder. Es más grave si uno lo
cuenta diciendo que se iba a utilizar el dinero público de todo el
mundo. Los que votan a Podemos, los de Ciudadanos o los que votan al PP…
Y se iba a utilizar todo ese dinero para intentar destruir a los
adversarios del Gobierno.
¿La coartada de que España
estaba en peligro por "la llegada del populismo" sirve al mismo tiempo
para poner a policías a fabricar informes contra rivales políticos del
PP y para decir a los directores de periódicos que no son tiempos para
la neutralidad?
Hay que irse al tiempo que estábamos viviendo en ese
momento. Pablo Iglesias no estaba en el momento bajo en el que está
ahora, donde las encuestas le dan cada vez menos votos. Se veía a Pablo
Iglesias como una posible alternativa al poder. En alguna encuesta salía
segundo no muy lejos del Partido Popular. Habían tenido en las
elecciones europeas aquella irrupción y la élite veía eso con terror.
Algunos pensaban que les iban a confiscar la casa de la playa.
Identificaban riesgos y lo comparaban con lo que estaba pasando ya en
Venezuela. Y ahí yo creo que se toma la decisión en el establishment
-y ahí vuelvo al triunvirato del que hablaba antes del poder económico
político y mediático- para decidir qué hacer y evitar la llegada al
poder de Podemos. Y yo estoy en desacuerdo con casi todas las medidas
que propone Podemos en muchos aspectos económicos por ejemplo, pero una
cosa es estar en desacuerdo con un partido y otra, romper las reglas de
la democracia y tratar de destruirlo utilizando además el dinero público
de todos, la policía que debe proteger a todos las instituciones que
están ahí para servir a todos. Este es uno de los grandes escándalos de
la democracia en este país y lo que me llama la atención es que no sea
mediáticamente mucho más escándalo de lo que está siendo la pregunta.
Dice que el establishment se asusta ante la posible victoria de Podemos y piensa qué hacer para impedirlo. ¿Qué se hizo?
Lo que se hizo fue utilizar desde el Ministerio del
Interior todos esos resortes de la policía y demás para investigar a
Podemos. Me parece bien que si hay sospechas de que tiene financiación
irregular se investigue. Pero es que se hizo mucho más. Es que se
produce una alianza entre el Ministerio del Interior y algunos
periodistas de algunos medios para fabricar noticias, porque al final yo
cuento en una parte del libro que a mí se me ofrecieron dos informes de
Podemos que uno lo veía y decía que esto no tiene seriedad, no tiene un
sello, no tiene absolutamente nada. ¿Entonces cuál era mi reacción?
Digo que vamos a investigarlo nosotros, no dar simplemente la filtración
que nos llega, el papel. Eso que decimos siempre en España de que no
hay periodismo de investigación, que hay periodismo de filtración, es
una gran verdad porque muchas veces lo que se hace es publicar el papel
que está filtrado interesadamente sin haber hecho una investigación. Eso
en un periodismo como el anglosajón, el alemán, o el francés sería
absolutamente imposible. Vale que todas las investigaciones parten de
filtraciones pero luego hay que hacer nuestra propia investigación,
vamos a contrastar esa información y es evidente que no todo el mundo lo
hacía. En muchos casos por negligencia pero en otros, de una manera
voluntaria.
Cuenta en el libro que el
expresidente del BBVA Francisco González cuando necesitaron cuadrar las
cuentas de El Mundo a final de año se ofrece a solucionarlo. Es el mismo
banquero que en aquel momento estaba pagando a Villarejo a cambio de
espiar a políticos y rivales.
Es cierto que en 2015 no lo sabíamos pero…
Lo que le pregunto es si esa
forma de ayudar a la prensa es un camino para garantizarse la impunidad,
vistas las prácticas que estaban llevando a cabo.
El BBVA por ejemplo es un banco que tenía un fondo y
un dinero destinado a ganarse periodistas y a financiar medios de
periodistas afines. Está dentro de lo que yo llamo "Los acuerdos" en el
libro, que son estos pactos de los que hablábamos antes. El Ibex paga a
la prensa mucho más dinero del que le correspondería por audiencia. Uno
se va a los obituarios de Emilio Botín cuando fallece y no encuentra un
defecto. Eso no es casualidad, quiere decir que al final todos los
favores que el Ibex le hace a la prensa se pagan de una manera u otra y
cuando llega una información comprometida…
Durante muchos años se ha interiorizado por los
propios periodistas que hay una serie de personas que son intocables. Yo
creo que eso está empezando a cambiar para bien y hay gente que empieza
a citar empresas que antes eran absolutamente intocables. Durante
muchos años era impensable cuando te llegaba una información de
Telefónica, del Banco Santander o del Corte Inglés. De todas estas
empresas, digamos poderosas y que eran los grandes anunciantes de la
prensa, al propio periodista ni se le ocurre ir al jefe a proponer que
esto vaya a ser publicado. Es un sistema que yo creo que ha ido
corrompiendo a la prensa, ha ido deteriorando la calidad de la
independencia y ha ido enviando el mensaje a esas empresas de que podían
hacer absolutamente lo que quisieran porque nadie las fiscalizaba.
Ellos no sentían la vigilancia de una prensa detrás que, si encontraba
una irregularidad, iba a publicar una noticia a cinco columnas en la
portada. Estaban pagando todo este dinero a la prensa para ganarse su
favor.
En El Director escribe que hay periodistas cobrando sobresueldos de grandes empresas. ¿No deberían estar los nombres en el libro?
Se dan algunos, fue Fíltrala, la plataforma de
transparencia, la que dio varios nombres que figuran en el libro, de
gente que había cobrado por ejemplo de El Corte Inglés. Yo tenía la
confirmación de que Telefónica estuvo pagando por diferentes servicios a
cerca de 80 periodistas. Yo he tratado de conseguir esa lista y no la
he conseguido pero si mañana la recibiera, al día siguiente la colgaría
en Twitter porque creo que haría un servicio al periodismo de este país.
Hay párrafos de esas memorias
que trazan una caricatura de algunos poderes fácticos. Grandes
empresarios que llaman para protestar porque en la sección de opinión
salían con una flechita hacia abajo.
A mí me provocaba una mezcla de sorpresa y sonrojo
que un gran presidente del Ibex con miles de empleados, con sueldos de
muchos millones, se preocupe de llamar a un periódico para que en un
centímetro de la sección de opinión le pongas su foto y una flecha para
arriba. Esto es absurdo. Dice más de la condición humana y del ego que
de cualquier otra cosa. Esas posiciones dependen mucho de la imagen y
una de las razones por las que yo creo que las empresas del Ibex muchas
veces pagan más dinero del que les corresponde a los periódicos por
publicidad, no es tanto por proteger a la empresa en sí, sino por la
imagen de sus propios directivos.
Dice a lo largo del libro que
cuando llega, el periódico todavía no está recuperado de lo que supuso
la cobertura del 11-M y dar pábulo a teorías conspiranoicas tras los
atentados de Madrid. Y que pensó en pedir perdón desde el periódico a
los lectores pero que si no lo hizo fue por no cuestionar a sus
antecesores.
Yo estoy convencido de los muchísimos aciertos que
tuvo El Mundo en grandes casos de corrupción tanto con el PSOE como de
Felipe González como con el PP de Mariano Rajoy. Sin embargo creo que el
11-M nos equivocamos. Yo entonces era corresponsal, lo viví desde desde
la distancia y con angustia porque a mí sí me parecía que estábamos
convirtiendo coincidencias en informaciones, que nos estábamos dejando
contaminar por intereses. El propio Casimiro García Abadillo [su
antecesor] cuando llega a la dirección del periódico se disculpa en
cierta manera y dice que no hicimos todo bien. Creo que la mejor
definición de lo que le pasó al periódico en esa época es que nos
creímos en principio la mentira. Yo creo que las primeras informaciones
que da el periódico realmente nos las creímos y que quizá luego no
supimos salir de la trampa en la que nos habíamos metido o que nos
habían metido. Mi intención al llegar al periódico es que no
repitiéramos ese tipo de errores, todavía le tengo aprecio a ese
periódico en el que empecé de becario y he trabajado 20 años y debo
decir que también me parece injusto cuando se define al periódico El
Mundo solo en base al 11-M. Porque si uno ve todo lo que ha hecho el
periódico por la democracia en este país, por la regeneración: desde
terrorismo de Estado, fondos reservados, corrupción en partidos.. ¿Qué
periódico empieza a sacar y a publicar de una manera valiente
informaciones comprometedoras de Urdangarin, del rey Juan Carlos? Es El
Mundo. Yo creo que ha sido un periódico muy valiente pero en esa
valentía se cometieron excesos y errores.
Más allá de esa hoguera de
vanidades que es un periódico muchas veces y de las maniobras que
siempre existen en un diario, hay párrafos del libro que no dejan bien a
una parte de esa redacción. Asegura que decidió poner en marcha junto a
la asesoría jurídica unos talleres para explicar normas sobre la
comprobación de fuentes al ver cómo se multiplicaban las querellas.
Cuando tú entras en una redacción de 300 periodistas,
te vas a encontrar gente brillante, rigurosa, con unos principios
sólidos pero también gente que ha asumido esa idea de que la realidad no
te estropee un buen titular. Yo sí tenía un empeño muy especial en que
el rigor del periódico aumentara, en que pudiéramos ser capaces después
también de lo que había pasado en el 11-M, de recuperar la confianza que
habíamos perdido en parte de nuestros potenciales lectores. A mí me
parece que en todas las redacciones no vendría mal continuar esa
formación y seguir recordándonos las reglas básicas de contraste, de
rigor y demás. De repente hemos pasado a producir mucha más información
que antes y mucho más rápido y con redacciones limitadas tras muchísimos
despidos. El error es mucho más probable cuando te encuentras en esa
situación. Y ahí es donde yo quería trabajar tanto con los abogados como
a nivel organizativo para ver si podíamos conseguir eso. De hecho en el
plan que nunca se llevó a cabo y que presenté a la empresa días antes
de que me despidieran, había una mesa de calidad con editores para
intentar mejorar ese aspecto del periódico.
Dirigentes de Podemos en las
últimas horas han recurrido a su libro como prueba de sus denuncias, de
que hubo una campaña contra ellos en algunos grandes medios.
En los mensajes de Podemos lo que veo es cierta
incoherencia. Yo creo que Podemos acierta completamente cuando dice que
la prensa ha vivido un periodo de manipulación, que el IBEX presiona a
la prensa, que los políticos se han metido en despedir a periodistas...
Eso es así. Es decir el diagnóstico es correcto pero para que tú
propongas el remedio, debes dar ejemplo. Y yo lo que viví en mi época es
que el PP acosó a la prensa. Pero también mientras yo era director
Pablo Iglesias señalaba en un acto [a uno de los redactores de El Mundo]
y le decía que estaba intentando promocionarse en el periódico
publicando cosas negativas de Podemos. Lo hizo con nombres y apellidos.
Está muy bien denunciar que todas esas presiones existen y que hay mucho
que mejorar. Pero si tú aspiras a sustituir ese modelo por uno mucho
más limpio y transparente -donde la prensa pueda actuar con mucha más
libertad- tienes que ser el primero en dar ese ejemplo. Yo creo que eso
no siempre se produce.
Pero es cierto que en España
los periodistas que perdieron su trabajo o fueron relegados no fueron
los que señalaba Pablo Iglesias, por censurable que fuera esa actuación
del líder de Podemos.
Por eso es tan importante que desde la oposición
donde ni siquiera tienes la capacidad de eliminar o descartar a un
periodista o influir de esa manera, tú ya estés dando ejemplo de lo que
vas a hacer cuando llegues al poder. Porque, claro, a mí me hace
sospechar o recelar de un político. A mí eso me pasó con todos, he
llegado a recibir llamadas de los cuatro principales partidos políticos
en un mismo día y a mí eso me lleva a pensar que ninguno de ellos
entiende el papel del periodismo en democracia, sólo les agrada la
prensa independiente cuando está atizando al adversario. Pero en cuanto
les das a ellos, aunque sea una información rigurosa y contrastada, no
les gusta y te llaman para quejarse. Claro, con el político que hace eso
te preguntas qué hará cuando esté en el poder. ¿Quejarse sólo o
intentará doblegar a ese medio? Esa es la duda. Es verdad que hay que
dejar que la gente llegue a esa situación para que demuestre cuáles son
sus intenciones, a mí me encantaría tener políticos en el poder que
dejaran a los periodistas en paz, que no jugaran con las licencias o la
publicidad institucional. La publicidad institucional es el dinero de
todos los españoles y en este país se ha utilizado para premiar a unos
periodistas y a unos medios y castigar a otros. Ha pasado a tu periódico
que ha sido castigado en ocasiones o por lo menos he leído
informaciones publicadas por eldiario.es quejándose de ese reparto de la
publicidad institucional.
Entre los errores que señala
sobre su gestión está el tratamiento de la jueza Victoria Rosell, hoy
candidata de Podemos. Asegura que no creyó sus explicaciones y que dio
por buena la honradez del exministro Soria.
Soria, para empezar, dimite gracias a una información
publicada por nuestro periódico después de los Papeles de Panamá.
Nuestra relación con Soria no acabó bien. Cuando surge las informaciones
sobre Rosell, yo primero creo que es absolutamente legítimo que el
periódico publicase. Porque estábamos hablando de una persona que podría
llegar a ser ministra de Justicia si Pablo Iglesias hubiera llegado al
Gobierno. Era legítimo informar. Segundo, esas informaciones venían de
un juez y eso siempre otorga un cierto grado de confianza porque se
estaba investigando. Tengo un juez que está sacando unos autos diciendo
unas cosas de una persona y tengo a esa persona diciendo que todo esto
es falso. Rosell me llama y de hecho publicamos una doble página dando
su versión en el suplemento Crónica pero yo en ese momento creo más al
juez o por lo menos no pongo suficientemente en duda los autos que el
juez está publicando y acabamos publicando muchas historias que luego se
ha visto con el tiempo que no eran ciertas. A mí lo que me preocupa es
que cuando uno hace periodismo y se equivoca, las consecuencias son
duraderas y a lo mejor irreversibles. No es el caso porque Rosell está
volviendo a la política pero sí creo que debía haber cuestionado más los
autos del juez [actualmente imputado por cinco delitos] y debía haber
puesto a más gente a investigar la posibilidad de que fuera una
conspiración.
El libro cuenta que
decidieron publicar un editorial pidiendo la dimisión de Mariano Rajoy y
que ahí se dieron cuenta de la pérdida de influencia del periódico
porque más allá de incomodar al Gobierno no tuvo una gran repercusión.
Es una de las cosas que ha sucedido con la prensa,
hemos vivido en una burbuja en la que nos creíamos que éramos el faro de
la sociedad. Cuando uno escucha hablar a los periodistas de su trabajo,
siempre es grandilocuente, defendemos la democracia, nos damos todos
estos premios constantemente y nos metemos en una burbuja en la que
muchas veces solo conversamos con otros periodistas y políticos, estamos
poco en contacto con la realidad. Las tiradas de los periódicos hoy en
papel se han desplomado más probablemente que en ningún otro país del
mundo. En parte, por la pérdida de credibilidad de esos periódicos y en
parte porque yo creo que la gente nos identifica como parte de ese establishment.
Entonces decimos que tenemos mucha influencia y no es verdad. En esta
sociedad de internet, con las redes sociales, con las miles de voces que
hay, la prensa cada vez tiene menos influencia. Uno se puede ir a
Estados Unidos. De los 100 principales periódicos de Estados Unidos, 99
pidieron que no se votara a Trump. Y ganó Trump. En España ocurre lo
mismo, es decir, la influencia de la prensa ya está muy limitada a ese establishment
a ese círculo de académicos, políticos, empresarios y periodistas,
sobre todo la prensa de Madrid, muy limitada a Madrid. ¿Pero tenemos
influencia realmente en la sociedad? ¿La gente realmente vive pendiente
de lo que dice El País, El Mundo? Pues a veces no, porque ahora tienen
muchísimas más voces, muchísimos más elementos y se ha dispersado mucho
esa influencia. Uno de los grandes errores del periodismo en este país y
en otros, pero en este país especialmente, ha sido el ego, habernos
creído que éramos mucho más de lo que éramos.
Ese diagnóstico está escrito
en su libro en dos líneas: "Sólo importábamos un pequeño gueto de la
élite económica política burocrática académica y cultural de Madrid.
Sólo éramos relevantes para el establishment".
Eso define perfectamente la prensa tradicional de este país.
Su libro deja una pregunta
por responder. ¿Por qué alguien decide que un corresponsal que lleva 17
años en Asia y sin contactos con la política o las empresas españolas se
siente en el despacho del director de El Mundo?
Yo me pregunté siempre por qué alguien decide cometer
la imprudencia de hacer de un reportero un director de periódico. Al
final, mi conclusión es que fue precisamente porque no tenía ningún
contacto con la política ni la empresa. Yo creo que lo que buscan es una
imagen del gran reportero que se ha jugado la vida en conflictos, que
además viene de Harvard de estar un año haciendo trabajos de
transformación digital, y les sirve como una buena imagen. Luego yo creo
que se plantean que al no tener contactos en la política y en la
empresa, que van a poder manejarme. Yo creo que enseguida se dan cuenta
de que eso no es así, que el reportero es menos manejable quizás que una
persona que ha vivido muchos años todo ese mundo de conspiraciones
intrigas y presiones y ahí se produce un choque. Yo llego en mayo y en
julio ya se produce un gran choque. Cuando se me empiezan a dar
instrucciones y no las acepto y ahí yo creo que ellos se dan cuenta de
que se han equivocado y que había sido un error traerse a un reportero
para el puesto de director.
Lo que choca es que usted
diga en el libro que después de saber que la empresa no iba a cumplir
con lo que le prometió, volvería a intentarlo.
Sí, porque El Mundo ha sido mi periódico de toda la
vida y yo pensaba que podía ayudar en un momento muy difícil. Pensaba
que teníamos que mantener la independencia del periódico, el espíritu
original y combativo que se había vivido en los años 90. Y pienso que
era una oportunidad única y que merecía la pena luchar y defender el
periódico y el proyecto en el que yo creía. Yo creo que en el libro
queda claro que no siempre lo consigo pero creo que merecía la pena
intentarlo una y otra vez porque El Mundo como periódico combativo e
independiente que ha sido mucho tiempo es necesario para este país.
¿Entiende que parte de sus compañeros vean en el libro un ajuste de cuentas?
No es un ajuste de cuentas y aún así entiendo
perfectamente que haya gente en el periódico que se sienta mal por que
lo haya escrito. De la misma manera que yo creo que tengo derecho y la
libertad de expresión para contar mi verdad sobre ese año. Cada uno lo
verá de una manera diferente y no me importan las críticas, quizás lo
único que pediría es que teniendo en cuenta que el libro sale el lunes a
la venta, que las críticas se hagan después de leerlo porque he visto
algunas que son previas a haber leído el libro. Eso siempre es injusto
para cualquier persona y cualquier obra, el hacerte una conclusión y
juzgar un trabajo sin haberlo leído, creo que no es periodísticamente lo
mejor.
¿Por qué cree que le despidieron? ¿Quién cree que le despidió?
Yo creo que en El Mundo los cuatro directores,
incluido yo, fueron despedidos por ese triunvirato del que hablaba antes
del poder económico, político y mediático. Se buscaba dominar el
periódico y yo creo que al final realmente quien acaba con mi situación
al frente del periódico es la empresa, pero influida y en connivencia
con los poderes económicos y los políticos, porque se veían incómodos
teniendo un periódico que tratara, no digo que siempre lo hiciera, pero
que al menos tratara de contar la verdad." (Entrevista a David Jiménez, ex-director de El Mundo, José Precedo, 04/04/19)
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