"El Grupo Prisa es una empresa multimillonaria, con una importante
proyección americana, que se ve controlada cada vez más por bancos y
fondos de inversión extranjeros. Aun así, “está lejos de desvincularse
del legado franquista” y no se puede entender sin tomar en cuenta “la
turbulencia y las disfunciones que ha experimentado el sistema mediático
español desde la recuperación de la democracia”.
Esto lo afirman Luis
Albornoz, Ana Segovia y Núria Almiron en Grupo Prisa: Media Power in
Contemporary Spain (El poder mediático en la España contemporánea), que
acaba de publicar la prestigiosa editorial londinense Routledge en una
colección dedicada a “gigantes” mediáticos internacionales.
El libro, escrito para un público angloparlante no necesariamente
versado en las cosas de España, narra la accidentada historia de
Promotora de Informaciones, S.A., fundada en 1972 y creadora, cuatro
años después, del diario El País. También analiza la profunda
transformación que ha vivido Prisa en la última década y media, periodo
caracterizado por el peso nefasto de una deuda impagable; la venta de
ramas importantes de la empresa; varias oleadas de despidos masivos; y
la marginación de los mandatarios originales –la familia Polanco y Juan
Luis Cebrián– a favor de poderes financieros españoles e
internacionales.
Profesores de Periodismo y Comunicación los tres, Luis Albornoz
(Buenos Aires, 1967) enseña en la Carlos III, Ana Segovia (Madrid, 1972)
en la Complutense y Núria Almiron (Sabadell, 1967) en la Pompeu Fabra.
La entrevista se realiza por videoconferencia, a cuatro voces.
Su libro está escrito en inglés para un público
extranjero. ¿Hay algo que pudiera aprender de él un lector medio de El
País o una oyente habitual de la Cadena Ser?
Luis Albornoz: Ofrecemos una perspectiva novedosa, también para
lectores españoles: una visión de Prisa panorámica, crítica, desde la
economía política. Y si bien hay bastantes libros sobre El País, no hay
casi nada escrito sobre Santillana Ediciones, aunque ha sido una parte
central de la empresa. De hecho, hoy Santillana es considerada la joya
de la corona por los ingresos que da. Pero esa parte de la investigación
la hemos tenido que realizar a golpe de hemeroteca.
Ana Segovia: También desmenuzamos con detalle la estructura de la
propiedad de Prisa desde sus comienzos. Aunque es un tema que se ha
cubierto bastante en los últimos años, puede que a un lector medio
español le sorprenda la mescolanza muy diversa de ideologías políticas
representadas en el grupo fundador.
Ese grupo fundador ha desaparecido casi por completo del
organigrama. Empresas como Prisa están cada vez más controlados por la
banca y fondos de inversión internacionales.
Núria Almiron: El interés principal de una empresa que acaba
financiarizada ya no es, desde luego, el periodismo. Tiene la cabeza en
otros sitios. Esto se manifiesta de formas distintas. A nivel de
redacción, se ve que el afán de lucro impide dedicar los recursos
necesarios para hacer un periodismo de calidad e independiente que elija
sus propios temas y tenga cierto margen de confianza a la hora de
cubrir fraudes financieros o bancarios. Yo publiqué un libro sobre uno
de los grandes fraudes del sistema bancario español en el que estuvo
implicada toda la banca pero especialmente el Banco de Santander. Al
revisar la hemeroteca, me quedó muy claro que en la cobertura en El País
hubo manipulaciones realizadas para minimizar el daño a la imagen del
banco.
Esto ocurre en otros grupos mediáticos también, ¿no? David
Jiménez y otros han contado casos de censura directa –llamadas a la
redacción desde los despachos de bancos, empresas o ministerios– y
patrones de autocensura internalizados. En los últimos años ha salido
todo un anecdotario en ese sentido. Lo que intentan hacer ustedes, me
parece, es desvelar las estructuras que ayudan a explicar esas
anécdotas.
Núria Almiron: Por algo somos economistas políticos.
Luis Albornoz: David Jiménez da un retrato fantástico de lo mal que
está funcionando el periodismo en España. Porque, lamentablemente, lo
que ocurre con el Grupo Prisa, donde la financiarización erosiona la
independencia de los medios, también se da en los otros grupos de
comunicación.
¿Esa promiscuidad entre poderes políticos, económicos y mediáticos se da solo en España?
Luis Albornoz: En el libro subrayamos, en ese sentido, la importancia
de la relación con la política del otro lado del Atlántico, de México
hasta Argentina. No es casual que una de las primeras cosas que hace
Macri, el presidente argentino, sea visitar España y que, en esa visita,
se reúna con los directivos del Grupo Prisa. Su sucesor, Alberto
Fernández, visitó España incluso antes de ser proclamado presidente e
hizo lo propio.
El control de los grupos mediáticos en España no solo ha pasado
a bancos e inversores, sino que algunos de los medios más importantes
del país son propiedad de empresas extranjeras –italianas, por ejemplo–.
Núria Almiron: El control de los poderes financieros sobre los medios
es algo que sucede en todas partes. Pero en España ocurre, además, otra
cosa: los medios de comunicación adolecen de un déficit democrático
importantísimo. Es el mismo déficit del que adolece el país entero, que
parte de una transición mal hecha.
El régimen fascista se mantuvo en el
corazón no solo de la democracia sino en toda la estructura empresarial,
incluida la del diario El País, por más progresista que pareciera. Si
agregamos a esto el hecho de que El País y el Grupo Prisa tuvieron al
mando durante décadas a una persona proveniente de ese origen no
democrático, como lo fue Juan Luis Cebrián, no creo que el problema
central sea la pérdida de control por el influjo de capital de fuera.
Importa más el hilo de control con ese ideario inicial de la empresa.
Es
paradójico, pero el capital financiero no tiene nacionalidad o
ideología, más allá del principio neoliberal de ganar el máximo de
dinero a costa de lo que sea. El capital no parte de favoritismos
políticos. A pesar de ello, el Grupo Prisa ha tenido claramente unas
direcciones políticas que no tienen nada que ver con su capital
financiarizado. A diferencia del resto de Europa, en España, todo el
sistema mediático ya venía sufriendo de un déficit democrático interno.
Cuando habla de un déficit democrático, ¿se refiere al
funcionamiento interno de los medios o a la forma en que estos
comprenden la democracia y su función dentro de ella?
Núria Almiron: Me refiero a ambas cosas, pero sobre todo a lo
segundo: a los tabúes que no se tocan, como la monarquía o la unidad de
España. O para volver al tema bancario, la misma crisis del 2007-2008.
Ningún medio mainstream la ve venir o la quiere ver venir. No puede ser
de otra manera porque los medios, con Prisa a la cabeza en España,
forman parte del sistema financiarizado que la causa. ¿Y qué ocurre
después? El Estado salva a la banca –los principales actores que
provocan la crisis– con el apoyo de los medios mainstream, de nuevo con
Prisa a la cabeza en España. Prisa forma parte del deep state en España.
Ana Segovia: Al hilo del relevo reciente de la dirección del
periódico y de lo que se prevé en la próxima junta de accionistas,
sorprende que en el seno de Prisa siga habiendo dos referentes
industriales muy fuertes que tienen mucho peso dentro del Consejo de
Dirección, aunque sus acciones son relativamente pocas. Uno es el Grupo
Santander, que con la enorme cantidad de dinero que le tiene prestado a
Prisa podría controlar muchas más acciones. Y otro es el Grupo
Telefónica, al que se ha recurrido cuando ha hecho falta. Se ve que, más
allá de lo financiero, siguen funcionando las redes clientelares de la
élite económica del país.
Luis Albornoz: Ese lector medio del que hablamos antes quizá no tenga
una conciencia muy clara de lo internacionalizada que está la propiedad
del Grupo Prisa. Tanto El País como la Cadena SER siguen siendo vistos
como medios españoles ligados a los círculos de poder de Madrid. La
gente tiene la idea de que, muerto Polanco y desplazado Cebrián, los
bancos españoles se han hecho con Prisa. Pero la verdad es que el
capital nacional es muy minoritario.
Aunque parece que ese capital minoritario todavía lleva la voz cantante en algunos asuntos.
Ana Segovia: Bueno, hay choques importantes. No se puede olvidar que
quien consigue dar la patada a Cebrián es Joseph Oughourlian, el
fundador de Amber Capital, que tiene casi el 30% de las acciones.
Núria Almiron: La verdad es que, en lo que respecta al control de una
empresa, el accionariado es un valor relativo. Porque cuando debes
cientos y cientos de millones de euros, como los debe Prisa todavía, el
que tiene el control real es la entidad a la que debes ese dinero.
En su libro, describen el nombramiento de Gallego-Díaz en
2018 como un “un giro ideológico por razones comerciales” pensado para
recuperar lectores. El relevo de estas últimas semanas, ¿obedece
también a motivos comerciales, o más bien políticos?
Luis Albornoz: Gallego-Díaz fue la primera mujer en ocupar la
dirección del periódico y la persona que, con mucho, menos tiempo lo ha
ocupado en los más de 40 años del diario. Ella ha dicho que ha
cumplido con su mandato de dos años. Eso me ha sorprendido porque no
recordaba haber leído en ninguna parte que lo asumiera por solo 24
meses. Entiendo que el cambio se debe a peleas internas entre grupos de
accionistas. Pero no creo que responda a un giro político-ideológico
en busca de un nicho de lectores determinado ahora que la web del
diario ha pasado a un modelo de pago.
La trayectoria del Grupo Prisa que pintan en el libro tiene
bastante potencial dramático: cuentan un relato de ascenso y caída que
daría para una buena película. De hecho, es tentador ver la historia de
la empresa encarnada en una figura central como la de Cebrián. En ese
marco, la ruina cabría achacarla a alguna debilidad fatal suya: la
soberbia, por ejemplo, o la codicia. Explicar la historia de la empresa
mediante un drama biográfico de ese tipo, ¿sería una falacia?
Luis Albornoz: En el libro hemos intentado evitar, precisamente,
hacer la película de Cebrián. O, puestos a hacer películas, la de
Polanco, porque cabría preguntarse quién sería más digno del papel
protagonista. Si te circunscribes a El País es Cebrián, sin duda. Pero
para el Grupo Prisa, la figura definitoria es la de Polanco. De todas
formas, nosotros, como economistas políticos que somos, huimos
automáticamente de un enfoque así en las figuras heroicas centrales.
Por
la misma razón, nos dedicamos a desmontar mitos como el de la salida
del diario en el 23-F –sin ignorar el peso simbólico que tuvo, pero
tampoco sin dejar de constatar cómo El País/Prisa supo capitalizar ese
acontecimiento–. De modo similar, insistimos en que la expansión
transatlántica de El País se inscribe en un movimiento más grande de
empresas españolas hacia América. Pero claro, si hicieras una película
sobre el Grupo Prisa enfocándola en Cebrián o Polanco, sería buenísima.
Núria Almiron: A ver, analicemos bien de qué estamos hablando.
¿Cuáles han sido los problemas principales de Prisa? Uno de los más
importantes es la enorme deuda que se generó. ¿Cómo? Esencialmente por
una fiebre compradora pero, sobre todo, por una inversión monumental en
lo audiovisual. Y esa apuesta es la de Cebrián.
Es él quien apuesta por
Sogecable, por Canal Plus, etcétera. Y eso es lo que lleva a la empresa a
una deuda de cinco mil millones de euros. Es verdad, por tanto, que ese
señor tiene un protagonismo enorme. Y no precisamente de héroe, en
absoluto, sino de alguien que no está jugando con su dinero. Esto es lo
que les pasa a los grandes magnates: apuestan a lo alto con el dinero de
otros. Esa ambición por construir un emporio audiovisual es Cebrián
puro, porque Polanco eso no lo entendía.
Ana Segovia: Para mí, Jesús Polanco sigue siendo la figura central.
En 2007 y 2008 se da una tormenta perfecta. Se muere Polanco, y poco
después fallece la que iba a ser su heredera –su hija Isabel–. Se
produce la crisis financiera global. Y, para colmo, la apuesta por lo
audiovisual no tiene los resultados esperados.
Su libro deja claro que la Gran Depresión fue un golpe de
gracia, pero que la situación económica de Prisa ya era insostenible
antes de que estallara la crisis mundial.
Núria Almiron: Es que la empresa estaba ya en quiebra técnica. Y ahí
sigue actualmente, en una quiebra técnica de manual, por más que haya
podido reducir su deuda. Si no quiebra, es porque sus deudores no
quieren.
Además de capital económico, El País ha sido un gran generador
de capital cultural, como referente del rigor periodístico en España,
pero también por su compromiso expreso con los valores democráticos.
Luis Albornoz: Es verdad que Prisa, a través de El País, pudo generar
capital muy rápidamente. Es que El País jugó sus cartas muy bien al
principio. Se vio con un escenario vacío –el escenario del
postfranquismo– y supo ocupar un lugar central en él. Ahora bien, lo que
forja desde allí no es solo capital cultural y económico sino también
político. Esto es muy importante. Porque lo que le ha permitido a Prisa
sobrevivir a pesar de estar en quiebra técnica es precisamente ese
capital político. En esas primeras décadas, es difícil separar esas
diferentes formas de capital que genera la empresa. Quizá sea solo ahora
que podemos verlas como dimensiones diferenciadas.
Ustedes citan El País o la referencia dominante, coordinado por Gérard Imbert y José Vidal Beneyto en 1986.
Luis Albornoz: Ese libro da una buena idea del momento en que El País
logra construirse como un actor central de la nueva España democrática.
Allí Prisa comienza ese juego especular, identificando al periódico El
País con el país, es decir, con la misma España.
La historia de la empresa desde entonces, ¿cabe resumirse como
un largo intento por convertir ese capital cultural y político en
capital económico crudo?
Ana Segovia: Durante todos los años ochenta, la gente considera El
País –y a Cebrián como su director– el adalid del periodismo en España.
Pero si nos fijamos, ya en 1983 Prisa cambia sus estatutos para
convertirse en una empresa que no se dedica solo a las noticias, sino
que se puede dedicar a cualquier actividad económica. Y, en efecto, una
vez que se liberaliza el mercado de los medios en España y se empiezan a
repartir licencias de televisión y de radio, Prisa utiliza el capital
simbólico que ya tiene acumulado para perseguir beneficios económicos. A
partir de entonces, el objetivo periodístico lo dejan refugiado en El
País o la SER. Pero el objetivo central es el de la rentabilidad.
Núria Almiron: Bien mirado, fueron pocos los años en que tuvieron solo una misión periodística.
Señalan ustedes también que Prisa muy pronto se convierte en
generador activo de capital cultural por cuenta propia. Organiza
encuentros para la élite política y económica; crea toda una serie de
premios (que no duda en otorgar a sus propios colaboradores); y a través
de Alfaguara y Babelia ayuda a definir el canon literario español y
latinoamericano. Ese poder de conferir prestigio, ¿se ha erosionado en
los últimos años?
Núria Almiron: Depende de dónde vivas en España. En Catalunya, El
País ha vendido muy poco siempre pero ahora no vende nada. El Grupo
Prisa aquí representa lo peor de la prensa española. En Madrid es
distinto.
Luis Albornoz: Me parece que también en Madrid se ha erosionado. Pero
en realidad ese proceso ha afectado a todas las instituciones símbolos
de la Transición, desde la propia RTVE hasta la monarquía. En cuanto a
Prisa, no solo se ha erosionado la institución sino también sus hombres y
mujeres. Cebrián es el representante de una generación a la que se le
acabó el tiempo.
¿A qué se debe?
¿A qué se debe?
Luis Albornoz: Es difícil decirlo. El revisionismo de los últimos
años ha contribuido, pero hay otros factores. Si entrevistas a los
jóvenes hoy, ves que su consumo informativo-cultural está completamente
alejado del mundo Prisa que ha sido constitutivo de toda una generación.
Ana Segovia: Hay momentos puntuales, como esa portada con una
supuesta foto de Hugo Chávez intubado o la salida de Ignacio Echevarría
por una reseña literaria crítica. Pero también han influido la
digitalización de los medios y el auge de la posverdad.
Después de vender sus empresas audiovisuales y sus editoriales
literarias, Prisa ha venido apostando por lo que llaman ustedes “la joya
de la corona”, que es Santillana: una empresa educativa cuyos ingresos
dependen de las buenas relaciones con los gobiernos, sobre todo
latinoamericanos, con los que firman contratos lucrativos. En esta
vuelta al negocio seguro, cuasi monopolístico, que es el mercado
educativo –recordemos que Polanco se convirtió en el productor principal
de libros de texto durante el franquismo–, ¿qué función les queda
dentro del grupo para medios periodísticos como El País o la Cadena SER?
Desde el punto de vista de los inversores, ¿ya solo sirven como una
especie de lobby al servicio de los otros negocios de la empresa?
Núria Almiron: Pero esto ha sido siempre así, ¿no? Es verdad que El
País antes no perdía dinero –ahora supongo que sí– pero el dinero seguro
desde siempre ha sido el que generaba la editorial. Tener un medio de
comunicación es lo que te permite tener influencia política.
Ana Segovia: Santillana siempre ha sido una base fundamental. No es
casual que, cuando Prisa salió a bolsa, primero integrara Santillana al
grupo. Eso para los accionistas generaba un valor más estable.
Luis Albornoz: Como dice Núria, El País antes daba dinero, incluso
cuando se expandió internacionalmente. Ahora, que ha dejado de darlo,
queda simplemente más expuesta su función de lobby, de brazo político.
Si no, ¿por qué mantener algo que genera pérdidas, y más en este clima
neoliberal en que vivimos?"
(Entrevista a Núria Almiron, Luis Albornoz y Ana Segovia autoras de Grupo Prisa: Media Power in Contemporary Spain, Rebelión, 20/07/20; fuente: Diario Octubre)
No hay comentarios:
Publicar un comentario