Nadie dudó desde un primer momento que el incidente de Santiago de Chile iba a hacer correr ríos de tinta. Resultaba menos previsible, sin embargo, que también desde un primer momento las crónicas incluidas en prestigiosos medios de comunicación, españoles y europeos (ejemplo, La Repubblica), fueran a alterar el relato que las imágenes de televisión transmitían nítidamente, y que de un hecho puntual fueran a extraerse lecturas políticas de tanto alcance como pensar en un punto de inflexión para la valoración de la Corona. (…)
El hecho es que se ha convertido en moneda corriente, mucho antes del episodio de Santiago de Chile, sugerir comportamientos negativos del Monarca o rehuir la defensa de la institución al resultar ésta atacada… Si en un discurso Juan Carlos elogiaba los valores democráticos que se han desarrollado en el marco de la Monarquía, la información le atribuía haber declarado que fue la Monarquía quien generó la democracia… Análoga deformación afectó al suceso de Chile, con la insistencia en presentar más de uno el gesto como una defensa de Aznar, y no según mostraron las imágenes, del uso de la palabra por Zapatero. Una vez producidas las interrupciones de Chávez, ante la inhibición censurable de Bachelet, sólo sobró el tuteo. Fue una defensa espontánea del derecho a la libre expresión que debe imperar en todo foro internacional. (ANTONIO ELORZA: La imagen de un Rey; El País, ed. Galicia, Opinión, 21/11/2007, pp. 41/2)
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