30/7/21

Mi purga en Deia... tras firmar artículos periodísticos perjudiciales para los intereses del PNV, partido político plenamente alineado con la línea editorial de Deia

"Me han expulsado de Deia. A mí, periodista recién licenciado, pero con algo de camino recorrido en varios medios de comunicación, me han purgado de la redacción de este periódico. 

Según el Comité de empresa, como informaba Hordago-El Salto, se trata de un “despido ideológico” tras firmar “artículos periodísticos perjudiciales para los intereses del PNV, partido político plenamente alineado con la línea editorial de Deia”. ¿Será por investigar contratos públicos firmados por instituciones vascas o por mi artículo de opinión sobre Iñigo Urkullu y la criminalización de la juventud? Vayamos con los hechos, pero antes, algunas aclaraciones.


En junio empecé a trabajar en prácticas en la redacción del periódico Deia. Y, el 23 de julio, un mes antes de finalizar mi convenio, me despidieron. En esta carta abierta a toda la sociedad cuento lo ocurrido sin que medien valoraciones u opiniones. Esa es mi vocación con este escrito, dirigido en especial a los profesionales de este sector. Sé que con esta misiva pública me sitúo en un escenario violento para mí mismo. Siento, sin embargo, que es lo que debo hacer para poner sobre aviso a muchos de mis compañeros y compañeras allá donde escriban, locuten o reporteen. Así lo viví en primera persona.

El 1 de junio de 2021 comienza mi andadura en la redacción de Deia, junto a otras siete personas, gracias a la beca de prácticas que firman la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y, en este caso, la empresa Editorial Iparragirre S.A., editora de este diario. Antes había enviado a la empresa, como el resto de mis compañeros, tanto mi solicitud formal como mis datos personales. Entre esos documentos, mi curriculum vitae, en el que se especifica dónde he colaborado antes como periodista, mi experiencia laboral, y también dónde escribo, dónde colaboro, en la actualidad.

Durante mi aventura en la redacción de Deia conozco a profesionales de gran criterio que me ayudan en todas mis dificultades. No es mi primera vez en una redacción, no es mi primer contacto con el periodismo, pero sí en la pelea con la actualidad y el día a día en una gran oficina como la de este diario en papel. Desde la admiración estaré, a pesar de todo lo que ha sucedido ahora, eternamente agradecido por haber trabajado con estas personas que siempre me tuvieron por un igual y me han deseado la mejor de las suertes.

Mis prácticas en Deia son por un periodo de tres meses, del 1 de junio al 31 de agosto de 2021, y con una retribución económica de 400 euros mensuales (brutos, claro) por 35 horas semanales. Normalmente en horario de 10:30 a 17:30 horas o de 11:00 a 18:00 horas. Durante esas horas, solamente trabajo en Deia. Puede resultar obvio, pero es necesario remarcarlo. No he usado horas de trabajo en esta empresa para otra cuestión que no fuera trabajar mis piezas, editarlas o echar una mano a otros compañeros en este periódico.

Además, robando horas de sueño o restándolas de mi descanso semanal, he seguido colaborando con el diario El Salto. Ya lo hacía antes de entrar a Deia, concretamente desde junio de 2020, cuando publiqué mi primer reportaje aquí. Desde junio de este año 2021, he publicado varias coberturas, entrevistas y artículos, la mayoría en Hordago, la edición de El Salto en Euskal Herria. Destaco la entrevista a Ernesto Ekaizer por su nuevo libro, El rey al desnudo, sobre los tejemanejes del emérito, la conversación con el sociólogo Imanol Zubero, sobre migraciones y convivencia, o la investigación periodística sobre el cártel vasco de consultoras que lleva a cabo el propio Hordago. También un artículo de opinión que critica la criminalización de la juventud, con más o menos acierto, como toda columna.

No es hasta el miércoles 21 de julio (y, por tanto, un mes y 21 días después de mi llegada a Deia) cuando arranca esta historia. Tras llegar de mi descanso para comer, una trabajadora de Deia levanta la voz para, de forma airada, preguntar si soy “ese becario que está publicando en El Salto”. Después, siguiendo con su corto, violento y enfadado discurso me afea que trabaje en dos medios a la vez. La bronca me empequeñece y solo me atrevo a responder que no es así, que no trabajo en El Salto, que simplemente colaboro con este medio. Sin embargo, esta trabajadora, con un puesto de secretaria o de labores similares en Deia, insiste, dejando bien clara su posición. “Como se enteren los de arriba te van a buscar las cosquillas”, me anuncia, literalmente. Justo ese mismo día, yo había publicado en Hordago, junto a Ekaitz Cancela, el artículo titulado La empresa de un directivo del Athletic ha recibido 65 millones en cientos de contratos públicos. La noticia desvelaba la connivencia de varios organismos controlados por un partido político (el PNV) en relación a unos contratos firmados por un directivo del Athletic Club, también máximo responsable de una gran empresa (Versia).

Desconozco las motivaciones de esta trabajadora, que, por cierto, no es periodista ni cumple funciones propias del periodismo, ni tenía ninguna responsabilidad sobre mí en Deia. Desconozco su objetivo con aquella bronca. Solamente sé cómo me sentí al ser degradado a “ese becario” delante de parte de los que hasta hace unos días eran mis compañeros. El silencio incómodo quedó un rato en el aire. No era la primera vez que esa mujer levantaba la voz, pero la forma tan encolerizada sí nos pilló de nuevas. Pese a todo, no le di más importancia al asunto, puesto que mi(s) responsable(s) dentro de Deia, pensé y luego corroboré, no tenían la menor idea de lo sucedido.

Sin embargo, el viernes 23 de julio (un mes y 23 días después de iniciar mi trabajo en Deia) recibí una llamada del responsable de personal de la empresa, Alberto Otamendi. Estoy trabajando en una entrevista, detengo la grabadora y contesto. El responsable de personal me explica que han decidido “rescindir el contrato de formación al entender que no puedo simultanear dos colaboraciones o trabajos”. Y me dice que ya no acuda más a la redacción. Ni dos días habían pasado de la advertencia, del “como se enteren los de arriba te van a buscar las cosquillas”.

Ni en la normativa reguladora ni en el convenio aparece una sola referencia a la exclusividad. Además, el comité de empresa de Deia, conformado por delegados del sindicato ELA, señala lo siguiente al respecto: “La explicación que otorga Deia es deficiente porque hay trabajadores en Deia colaborando con otros medios de comunicación”.

La llamada del responsable de personal llegó desde su despacho, estando yo en mi mesa, trabajando en mi ordenador. Casi dos meses después de llegar a Deia, el encargado de personal, la persona que me despedía, no conocía mi cara ni dónde me sentaba. Poco después, lo mismo que me había comunicado oralmente, me lo hace saber por correo electrónico. Y, entonces, tras releer el convenio firmado, su normativa reguladora, y observar que no existe una sola línea que haga referencia a la presunta razón de mi despido, decido pedir explicaciones a mi, hasta entonces, empresa. A día de hoy sigo sin recibir más respuesta que las pocas líneas del correo que me envió el responsable de personal. En ellas se me informaba de que debía poner en aviso de lo sucedido a Patxi Doblas, responsable de los convenios de prácticas de la UPV/EHU, vicedecano de Inserción Profesional.

Tras ponerme en contacto con la UPV/EHU, Patxi Doblas, coordinador de prácticas, me deja claras dos ideas: la empresa tiene toda la flexibilidad para despedir sin dar explicaciones, a pesar de que no se ajusten a ninguna de las normativas, y las vacaciones son sagradas. Cuando le solicito información sobre cómo poner en marcha una Comisión de Seguimiento para resolver mi caso, a quién debo dirigirme, este responsable de la Universidad insiste otra vez en su mensaje: “Las empresas de prácticas y los alumnos tenéis potestad ambos de solicitar rescindir el convenio. En este caso lo solicita la empresa y el recorrido termina ahí. Por cierto, estoy ya de vacaciones laborales”.

Por su parte, el Comité de empresa de Deia sí se ha mostrado interesado y preocupado por lo ocurrido desde la ruptura del convenio. He sentido el respaldo con el que no he contado por parte de la UPV/EHU. De hecho, tras no formalizarse la creación de la comisión para el seguimiento del caso, órgano que debió crearse en virtud de los artículos de la normativa, el Comité de empresa ha enviado una queja formal a la Universidad, protestando por el desamparo.

El punto 13 del convenio firmado señala que “cuando surjan incidencias en el desarrollo de las prácticas o en el cumplimiento del convenio, se establecerá una Comisión de Seguimiento encargada de su resolución, y de composición paritaria”. Además, en el punto 14 se especifica que “para el caso de una rescisión anticipada de la práctica (…) deberán ponerlo en conocimiento de la Comisión de Seguimiento, que deberá resolver sobre su precariedad en el plazo máximo de 10 días”. Nada de esto ocurrió, porque además de lo del periodo de vacaciones, cuando exigí información, Doblas aseguró que “las empresas de prácticas y los alumnos tienen potestad ambos de solicitar rescindir el convenio. Y el recorrido termina ahí”.

Mi despido se produce, según señala el Comité de empresa de Deia, “tras publicar artículos periodísticos perjudiciales para los intereses del PNV, partido político plenamente alineado con la línea editorial de Deia”. Desde el propio organismo sindical no entienden la falta de respeto a lo firmado por parte de la empresa (Editorial Iparragirre S.A.) y la propia UPV/EHU.

Como posdata, diré que nunca escondí nada. Nunca dejé de trabajar. Considero que mi profesionalidad ha sido puesta en tela de juicio. Estas son mis líneas rojas. Espero que hayáis comprendido mi mensaje.

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