"¿Esto puede implicar, como también se afirma (incluso por periodistas que siguen en plantilla), el fin de El País? ¿Por qué?
Aplicando cierta lógica, lo cierto es que si una empresa despide a un
tercio de sus trabajadores, como es el caso, parece difícil que esa
empresa pueda mantener los estándares de calidad de su “producto”
–entrecomillo “producto” porque así es como el actual director de El
País, Javier Moreno, llama al periódico- o una idéntica generación de
plusvalía sino deprecia lo fabricado.
Además también ha habido una
descapitalización intelectual de la redacción y algún ajuste de cuentas
político.
¿Descapitalización intelectual de la redacción? ¿Ajuste de cuentas político? Nos das algún detalle por favor.
Una empresa periodística como El País
posee características peculiares que, para bien y para mal, la
diferencian de otras empresas –periodísticas y no. La plantilla de un
diario es de alguna forma, además de un colectivo de trabajadores, una
especie de intelectual colectivo. Si un tercio de esa plantilla es
despedida, ese intelectual colectivo no volverá a ser el mismo.
Sobre el
ajuste de cuentas político, un ejemplo: una de las últimas grandes
informaciones exclusivas destapadas por El País fue la de las
dietas cobradas por Carlos Dívar, el presidente del Consejo General del
Poder Judicial. Es sabida la cercanía de este individuo al Opus Dei,
como es sabida la cercanía al Opus Dei de algún miembro de la alta
dirección de Prisa o del presidente de La Caixa, Isidre Fainé –esta
entidad se encuentra entre los principales acreedores del entramado
empresarial al que pertenece El País.
Pues bien, el periodista
que reveló la corrupción de Dívar, José Yoldi, y que además ha llegado a
denunciar en sus magníficos artículos de los lunes las torturas
policiales en el Estado español y las repetidas condenas de la justicia
europea por ello, ha sido despedido. Puede ser una casualidad. No lo
sabemos.
No parece que sea casualidad. Sus crónicas sobre el caso Urdangarin-Torres-Cristina de Borbón también eran excelentes. Juan
Luis Cebrián, el actual presidente del grupo Prisa, dicen –creo que lo
dice él mismo- que se embolsó por ese cargo, en 2011, unos 13 millones
de euros? ¿Es el caso?
Como presidente del grupo Prisa,
puesto al que ha sido aupado tras la entrada en el capital del entramado
del fondo buitre Liberty, su salario es de cuatro millones de euros.
Pero el año pasado se ha embolsado nueve millones más en concepto de lo
que llaman “bonus”.
¿Cómo casan ese sueldazo estratosférico y
estos despidos con mano de hierro y corazón congelado? Si mis cálculos
no me fallan, a un “coste total” por trabajador de 50 mil euros, la
empresa de El País podía contratar a 240 trabajadores (los despedidos
más unos 100 más) con 12 millones. A Cebrián le quedarían 1 millón de
euros anuales. No parece que con ese millón de euros pudiese morirse de
hambre.
Los trabajadores suponemos que, además de responder a
la lógica salarial dominante en la etapa actual del capitalismo, los
emolumentos de Cebrián se deben a su nueva función de verdugo laboral.
Vamos, que la nueva propiedad de El País le paga todo eso para que, en
su neolengua, “abarate la estructura de costes del periódico”.
Traducido, para que consume una carnicería que, en nuestra opinión, solo
está comenzando, ya que habrá nuevas bajas, seguro. Todo ello en una
empresa, la editora del diario, que no ha conocido pérdidas en ninguno
de sus 36 años de historia y que, si lo va a hacer este año, se debe
paradójicamente al dinero gastado en las indemnizaciones de los
despedidos.
Se ha hablado también que un día antes de la
presentación del ERE, don Cebrián se reunió con Cándido Méndez e Ignacio
Fernández Toxo. ¿Es así? ¿De qué hablaron si llegaron a reunirse?
No sé si exactamente un día antes, pero sí en esas fechas. Y no es la
primera vez: durante la negociación del último convenio, pactado
finalmente en noviembre de 2011 por empresa y comité con un respaldo
mayoritario de la plantilla y que supuso una rebaja salarial del 13%, ya
lo habían hecho.
Lo que sospechamos los trabajadores, y tenemos
indicios fiables de ello, es que Cebrián promete “buen trato” mediático a
estas dos centrales sindicales –que, añade Cebrián, solo cuentan con El
País como altavoz medianamente imparcial- siempre y cuando no armen
demasiado follón en los conflictos laborales del grupo Prisa.
Que, por
cierto, no ocurren únicamente en El País, sino también en otras empresas
de la misma propiedad. Porque la estrategia laboral inducida por
Liberty afecta a todas y los tambores de guerra suenan ahora en la
Cadena Ser. (...)
Dicen que se llegó a amenazar a algunos periodistas del diario, a algunas de las firmas “destacadas”.
En las primeras semanas de la negociación del ERE –la ley la restringe a
un mes-, entre las medidas de presión aprobadas por la asamblea de
trabajadores del diario, en la que participaban más de un 80% de la
plantilla, acordamos retirar las firmas de todas las informaciones
elaboradas por la plantilla –es decir, sin contar a los colaboradores,
cuyo estatus los deja completamente desprotegidos frente a las
frecuentes arbitrariedades del director Javier Moreno.
Pues bien, Moreno
decidió utilizar el miedo y las amenazas para instar a determinados
periodistas a reconsiderar su decisión –que nosotros amparamos en la
deontología periodística y en el Libro de Estilo de El País. Por esas
amenazas, el comité ha denunciado al director ante los tribunales.
Y el
76% de los trabajadores de la redacción exigieron su dimisión. Por
supuesto, se negó a ella con el argumento de que él responde ante la
empresa, no ante los trabajadores ni ante los lectores –lo que contrasta
con la argumentación pública de la dirección, con ese pomposo y
cínicamente falso “El País es de los lectores”.
¿Y cuál es la situación de la denuncia?
Ahora mismo la desconozco.
Se
han citado unas palabras de un ex director del diario: el despido de
149 trabajadores hará imposible mantener “los estándares de calidad del
periódico”. ¿Será así? ¿Quién es ese ex director?
Sí, así lo
comentó Joaquín Estefanía en una reunión del comité de dirección del
diario, ante el monumental y desabrido enfado de Cebrián. Estefanía,
ahora director de la escuela de periodismo de El País, añadió, además,
que la plantilla no podrá superar el “desgarro moral” que supone el
despido de un tercio de la plantilla y el enconado conflicto laboral que
supone. O que ha supuesto. (...)
¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿Por qué está en crisis El País? ¿Tan mal lo han hecho? ¿No era, con diferencia, el diario más leído y vendido del país?
El origen último, siempre que hablemos en los propios términos de la
empresa, se encuentra en la enorme deuda que arrastra el grupo Prisa.
Producto, sobre todo, de las erróneas, disparatadas, decisiones de un
periodista liberal de derechas como Juan Luis Cebrián metido a alto
ejecutivo durante los años noventa.
Pero la excusa, o la torticera
argumentación, utilizada por la empresa en la mesa de negociación apunta
a la incapacidad de mantener los márgenes de beneficio –la tasa de
ganancia decreciente- en el actual contexto. La crisis del
neoliberalismo en Occidente ha afectado a la publicidad, principal
soporte económico de El País, y a esto se le añade la estrategia
atolondrada del periódico en Internet.
Con todo, insisto, el periódico
gana dinero, al contrario que sus homólogos europeos y españoles. Antes
de todo esto –en 2005, si no recuerdo mal-, sin embargo, el grupo colocó
a Javier Moreno en la dirección. Este periodista, situado
ideológicamente a la derecha y con un papanatismo absoluto por los
Estados Unidos –como se puede observar en la cada día más lamentable, si
cabe, sección de Internacional del periódico-, venía de ejecutar
órdenes del grupo en el diario económico Cinco Días: despedir a más de
30 periodistas.
Se rumorea que la estrategia para El País es reducirlo a
una redacción de cien trabajadores, donde convivan unas cuantas
estrellas –los llaman así- junto a una mayoría de trabajadores mal
pagados. Todo ello en un contexto donde no existirá ya el periódico en
papel. Moreno es el capataz apropiado –derechista, obediente, sin
escrúpulos- para realizar esta reforma. Más tarde, en 2010, la entrada
del fondo buitre Liberty puso la guinda y aceleró el proceso. (...)
Cito un artículo de Pere Rusiñol. “La caída de 'El País' no es
una catástrofe natural, sino un ejemplo de libro de cómo una mala
gestión puede arruinar incluso a la institución periodística más sólida
que ha tenido nunca España. Internet y el supuesto cambio de paradigma
son sólo actores muy secundarios del drama”. ¿Te parece correcta esta
aproximación? ¿La situación de El País es también un caso del
capitalismo de casino en que hemos estado envueltos?
Ese
artículo de Rusiñol, que trabajó en El País hasta que se hartó de su
deriva (aún más) derechista, fue una de las aproximaciones más
informadas y lúcidas –junto a varios reportajes publicados por la
revista mensual de humor y periodismo de investigación Mongolia- al
contexto del conflicto desencadenado en El País.
Efectivamente, la
entrada en 2010 del fondo buitre Liberty en el accionarado de Prisa
–creo que fórmula usada no fue exactamente a través de las acciones,
pero sí ha desembocado en el control del grupo- aceleró un proceso que
había comenzado dos años antes con el despedazamiento de la empresa
original editora de El País.
Lo curioso, sintomático e ilustrativo de
todo esto es que sea Juan Luis Cebrián, personaje clave de la
Transición, académico de la lengua (¿!, en esto consiste la Real
Academia Española) y presunto novelista, quien se presta como pistolero
del capitalismo de casino. A cambio de 13 millones de euros, eso sí, y
justo es recordarlo. (...)
¿Es cierto que “la expansión” de Prisa llegó a generar una deuda
de 5.000 millones de euros (equivalente a la que suman todos los clubes
de fútbol españoles)? ¿Dónde invirtieron, por qué aventuras suicidas
apostaron?
Desconozco la historia con detalle, pero se puede
consultar en casi cualquier hemeroteca (no en la de El País). El
origen, creo recordar, se encuentra en la guerra de las plataformas
digitales y los derechos sobre la retransmisión de fútbol. Todas esas
operaciones las dirigió el propio Cebrián.
¿Qué papel ha jugado en la situación el polémico financiero Nicolas Berggruen que, según creo, se ofreció para el rescate?
Pues este personaje, se dice que cercano a la extrema izquierda en su
juventud pero vástago de una familia de la alta burguesía centroeuropea,
es el propietario último de Liberty, el fondo buitre del que hemos
hablado a lo largo de la entrevista.
Además, tiene ínfulas de filántropo
y contrata, a menudo, a personajes de la socialdemocracia realmente
existente para sus jornadas de debate: Felipe González, Tony Blair,
Gerard Schroeder…
¿Quiénes son actualmente los principales
accionistas de El País? ¿La familia Polanco ha quedado desplazada?
¿Cebrián es uno de los grandes amos del cotarro?
Efectivamente, la familia Polanco ya no pincha ni corta. Cebrián es el
encargado, digitalmente señalado por Berggruen, de trabajar para
aumentar los márgenes de beneficio de Liberty en esta operación buitre
sobre El País.
La complejísima composición última de la propiedad del
diario y sus dependencias aparece perfectamente diagramada en el
penúltimo Mongolia: allí, además, constan los hilos que, en la
actualidad, unen al periódico con La Caixa, Botín y el Opus. Siento no
poder aportar más datos.
Maruja Torres, en el acto de
inauguración del curso académico de la Facultad de Comunicación de la
UAB que se celebró el 9 de octubre de este mismo año, llamó a Juan Luis
Cebrián “cateto” y “pijo rencoroso sin conciencia”. ¿Exageró la
periodista barcelonesa? Prosiguió: “quería ser un tiburón de Wall Street
pero era una sardinita”. ¿En eso ha acabado?
Para nosotros,
los trabajadores que lo padecimos –los compañeros del comité de empresa
incluso directamente-, Maruja Torres no exagera nada de nada. Y todo a
apunta a que sí, a que su proyecto de tiburón no deja de naufragar, a
decir de sus numerosos fracasos empresariales. (...)
Una huelga que convocó el comité de El País durante tres días la
primea semana de noviembre no consiguió paralizar el diario. ¿Por qué?
Tampoco el día de la huelga general, el 14N.
Con el actual
funcionamiento y estructura laboral de un periódico, la única manera de
impedir que salga a la calle es con una huelga indefinida. Porque
durante los tres días en la que nosotros la hicimos, solo los jefes de
El País –los que no están sujetos a convenio- son capaces de rellenar de
letra las páginas del periódico.
Eso sí, si alguien se paró a leer los
ejemplares de esos días, se daría cuenta de que no fue más que un acto
de esquirolaje en el que participaron, por ejemplo, firmas tan insignes y
progresistas como Juan José Millás o Juan Cruz.
¿En serio? ¿Juan Cruz y Juan José Millás? ¿No eran de izquierdas?
De Juan Cruz ya teníamos nuestras dudas de que no, de que en realidad
no es más que un adosado al poder de derecha liberal de El País. Pero lo
de Juan José Millás sí que ha resultado una gran decepción para los
trabajadores del diario y para muchos lectores del mismo. Ya nunca
volveremos a leer sus columnas contra el Gobierno de Rajoy con los
mismos ojos." (Salvador López Arnal, Rebelión, 26/11/2912)
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